La vida de los centenarios
Aconseja a las mujeres que no sean celosas con sus maridos
“Esta mañana he amanecido un poco temblorosa”, comentó doña Alba Eneida Reynoso, de 102 años, al recibirnos en su casa, en Sainaguá, San Cristóbal, en la región Sur.
Su hija, Gladys, le acomodaba los pies encima de un mueble para que no se cansara, por problemas de circulación.
Aunque no recuerda algunas fechas y hechos, relata con coherencia sus vivencias. Habló sobre su familia y sonrió después de precisar que tuvo 15 hijos, pero luego aclaró que perdió 4 en la barriga. Nunca evitó tener hijos, por eso procreó los que Dios le permitió.
En presencia de los dos hijos que la cuidan, Gladys y Domingo, y de dos nietos, indicó que antes se podían tener muchos hijos porque había comida.
“Había mucho con que mantener a los hijos, mucho arroz, mucho plátano, mucho guineo, de todo”, expresó.
Su hija Gladys intervino para destacar que el padre de doña Alba, Juan María Reynoso, era un reconocido hacendado.
“Era un hombre como quien dice millonario ahí en Sainaguá, sembraba mucho arroz, sembraba de todo, tenía vacas, tenía muchos animales”, enfatizó doña Alba.
Se emociona cuando recuerda que su papá le compraba ropa bonita y la llevaba a las fiestas. “Me gustaba bailar, pero no bailaba con todo el mundo”, contó.
Con orgullo, dice que presumía de comparona. Acostumbraba a usar zapatos con los tacos altos.
“Cuando iba por la calle de San Cristóbal la gente se quedaba mirándome, yo no lo oculto, yo era muy comparona”, recalcó.
No le gustaba tomar alcohol. “Mi papá me daba romo, y yo cogía el vaso y lo botaba detrás de la silla”, señaló. Sin embargo, lamentó que no las mandó a la escuela, porque decía que iban a enamorarse.
Seriedad Doña Alba se define como una mujer seria. Considera que la muchacha es seria cuando tiene un solo novio.
“Yo tuve un solo novio y con ese me casé. Tenía muchos enamorados, pero no era una muchacha de tener muchos novios”, sostuvo. Critica que ahora hay muchachas que tienen un novio hoy y otro pasado mañana.
“Yo no vi más hombre en mi vida”, aseguró.
La fidelidad no fue reciproca, porque su marido tuvo 7 hijos fuera del matrimonio.
Y aunque reconoció que “era un hombre mujeriego”, nunca lo dejó.
La respuesta cuando le pregunté por qué nunca se separó fue: “No lo dejé porque a mí no me faltaba nada en mi casa. Nunca pedí un grano de sal, ni ropa, ni zapatos, ni comida”, precisó.
Señaló que lo que más le gustaba de su pareja es que era un hombre serio y buenmozo. Su esposo trabajaba agricultura y criaba animales. Murió hace 2 años, a los 100, pero ella aún no lo asimila.
Se casó por lo civil y por la Iglesia Católica a “los 20 años y algo”.
Narró que fue hogareña. Se dedicó a criar a sus hijos y a trabajar en los quehaceres de la casa, con la ayuda de otras mujeres amigas.
Considera que la clave para tener muchos años es vivir feliz y llevarse bien con su pareja y con su familia.
Aconseja a las mujeres que estén bien con sus esposos, que no estén celándolos ni andando detrás de ellos. “Yo nunca lo anduve celando”, expresó. Cuando se bautizó en una iglesia evangélica tuvo que dejar la enemistad con una mujer que tenía su marido.
Afirmó que no tiene enemigos y se lleva bien con los vecinos. Le pregunté cómo se siente al llegar a 102 años y refirió que a veces está malosa, se pone nerviosa, y le dan dolores de cabeza y mareos.
Pero no ha perdido el apetito, le gusta comer todo tipo de alimentos, pero prefiere arroz, habichuelas, carnes, guandules y ensaladas.
Acostumbra a tomar café al levantarse. “Cuando no lo tomo me duele la cabeza”, expresó. Dejó de fumar porque no quería andar hedionda a tabaco.
Al terminar la entrevista le pregunté si quería agua, y la respuesta fue no, pero expresó “si fuera cerveza”. Y su hija aclaró que se refería a una malta, “A mí no me faltan, tengo un hijo que me las trae por caja”, concluyó doña Alba.
Natalidad. Nació el 2 de noviembre de 1917, en Sainaguá, San Cristóbal. Es la más pequeña de 5 hermanas, pero solo ella está viva.