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Johnson justificó intervención a RD con el pretexto de evitar “segunda Cuba” en el Caribe

Con el pretexto de evitar una “segunda Cuba” en el hemisferio occidental, un día como hoy, pero de 1965, hace 54 años, el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson ordenó que 42,000 marines mancillaran con sus botas el suelo patrio y acabaran con la insurrección cívico-militar que defendía el retorno del profesor Juan Bosch al poder, quien dos años antes, el 25 de septiembre de 1963, había sido derrocado.

Tras solo siete meses como presidente de la República, Bosch fue destituido por las Fuerzas Armadas alentadas por Estados Unidos para dar el golpe de Estado, y en su lugar instauraron el Triunvirato a fin de respondiera a los intereses más reaccionarios del país.

Este retroceso democrático motivó a un grupo de militares constitucionalistas, encabezados por los coroneles Rafael Tomás Fernández Domínguez y Francisco Alberto Caamaño Deñó, a conspirar contra el nuevo régimen y a sublevarse en armas el 24 de abril de 1965.

Una facción militar encabezada por el general de brigada Elías Wessin y Wessin objetaba tales fines, lo que desencadenó en la cruenta Guerra de Abril entre dos bandos militares.

Durante tres días, hombres, mujeres y niños se colgaron fusiles a hombros, y se armaron hasta con piedras para defender los ideales que entonces entendían correctos. Madres de militares congestionaban las emisoras con llamados de concienciación a sus hijos para hacerlos recapacitar y que se pasaran al lado de los constitucionalistas.

La intervención Luego de la deposición del gobierno de facto, ascendió al poder una gestión provisional encabezada por Rafael Molina Ureña, quien optó por acudir donde el embajador estadounidense en el país, William Tapley Bennett, para negociar una solución a la grave situación en la nación. Pero la respuesta del diplomático cambiaría todo: “Ustedes no están en disposición de negociar, sino de rendirse”...

Inmediatamente el presidente interino renunció en conjunto con sus colaboradores, asilándose en la embajada de Colombia. Cuando la victoria de Wessin parecía inminente, Caamaño, quien también estaba allí, replicó al emisario norteamericano: “Disculpe señor embajador, pero seguiremos la lucha pase lo que pase”...

Aquel grito de guerra motivó a los constitucionalistas, quienes se dirigieron al puente Duarte para cerrar el camino a las tropas de Wessin que se dirigían a la capital, y que en efecto, con la ayuda del pueblo y los militares que deseaban el retorno de Juan Bosch, vencieron indiscutiblemente el avance de “los leales”, como también se autoproclamaban los hombres de Wessin.

Ante la derrota de Wessin y en vista del gran apoyo popular que consolidaba la causa de los militares sublevados, Johnson decidió, el 28 de abril de 1965, tomar medidas ante esos eventos.

“Los Estados Unidos de Norteamérica no puede permitir, ni va a permitir, el establecimiento de gobiernos comunistas en el hemisferio occidental”, dictaminó Johnson durante un discurso televisado, donde también comparó al movimiento cívico-militar con la Cuba de Fidel Castro.

Desembarco Las tropas invasoras desembarcaron por Santo Domingo y de inmediato realizaron un cerco con barricadas y alambres de púas en Ciudad Nueva, que era una zona controlada mayoritariamente por los constitucionalistas.

Francotiradores en las azoteas de los edificios cercanos, tanques, aviones, morteros, buques y helicópteros, así como infantería, fueron las herramientas utilizadas por los invasores con el objetivo de destruir las posiciones de Caamaño y los insurrectos, que estaban atrincherados en el área bajo cerco de las tropas invasoras.

La complicidad de organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA), también sirvieron de instrumento para consolidar la intervención de la primera potencia mundial.

La Fuerza Interamericana de Paz fue la punta de lanza orquestada por la OEA, en conjunto con dictaduras y gobiernos afines a los intereses estadounidenses.

La estructura de ese organismo estaba formada por dictadores como Castelo Branco, quien encabezó el envío de 1,250 soldados a República Dominicana, en representación de Brasil; Oswaldo López Orellano, de Honduras, envió 250 soldados; René Schick Gutiérrez, presidente títere de la dinastía Somoza, Nicaragua, mandó 174 efectivos de su ejército, y, por último, Francisco Orlich, de Costa Rica, autorizó y envió 20 agentes de policía. De esta manera diplomática y cínica se consumaba la segunda intervención estadounidense.

Operación Lazo El hecho más doloroso que se registró durante la intervención estadounidense ocurrió el 19 de mayo de 1965, en los alrededores del Palacio Nacional.

El coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, Juan Miguel Román, Euclides Morillo, Illio Capocci, José Domínguez y Ramón Tavárez, cayeron abatidos por fuerzas invasoras cuando se disponían a ejecutar la “Operación Lazo”, que consistía en la toma del Palacio.

El historiador y escritor Tony Raful escribió en su artículo: “¡Fue dar la cara para siempre!”, publicado en este diario el 17 de mayo de 2011, que el presidente Johnson, según relata su esposa, no pudo dormir aquella noche, preguntándose cómo fue posible que las tropas norteamericanas mataran al coronel Fernández Domínguez.

Aquella guerra que tantas muertes produjo terminaría con la firma del Acta Institucional auspiciada por la OEA, entre Antonio Imbert Barrera y Francisco Alberto Caamaño Deñó, para alcanzar la paz, tomando juramento Héctor García Godoy, el 3 de septiembre, como nuevo presidente provisional. Ante estos acontecimientos, las palabras de Caamaño aún retumban en la conciencia dominicana: “No vencimos, pero tampoco ellos pudieron vencernos”.