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A los curas no les bajaron líneas para sus sermones

Kennedy Rodríguez, director de Comunicaciones de la Arquidiócesis de SD, presenta a los sacerdotes que pronunciaron el pasado Sermón de las 7 Palabras. JORGE CRUZ/ LD.

El Sermón de las Siete Palabras es una tradición universal de la Iglesia Católica que se remonta a varios siglos de historia. Cuando se habla del Sermón de las Siete Palabras se refiere a la predicación sobre las frases que Jesús pronunció en la cruz, recogidas por los evangelistas y comentadas por muchos autores como Sermón del Viernes Santo.

Las Siete Palabras pueden ser reflexionadas por uno o más predicadores, pero en los últimos años en la Arquidiócesis de Santo Domingo se les encargan a igual número de sacerdotes, que preparan su contenido de manera libre e independiente. “Con la misma autonomía con que preparan sus homilías cada domingo, en sus parroquias o centros de servicios”, dijo el padre Kennedy Rodríguez, director de comunicaciones de la Arquidiócesis.

En la Arquidiócesis de Santo Domingo, una Comisión Diocesana designada por el arzobispo Francisco Ozoria, escoge a los sacerdotes y les encarga a cada uno en particular, reflexionar y comentar una de las palabras que pronunció Jesús en la agonía de su muerte. “De manera libre cada uno estudia, reflexiona y prepara su sermón, sin interferencia de ningún obispo ni otro sacerdote”, aclaró el padre Rodríguez, quien fungió como presentador de los sacerdotes que predicaron el sermón el pasado Viernes Santo.

Horas antes de la predicación del Sermón de las Siete Palabras, los sacerdotes entregan a la Comisión una copia de sus sermones, que a su vez, reparte copias a los medios de comunicación. “Nadie les sugiere nada ni corrige sus reflexiones”, Se trata de una estructura muy simple, la Comisión decide que sacerdotes escoger y les entrega la palabra que se les asignó. Los escogidos siempre son sacerdotes con varios años de experiencia, que trabajan en áreas distintas y tienen la preparación necesaria.

Son sacerdotes que trabajan en distintas áreas, como salud, educación, pastoral, instituciones católicas, barrios y zonas densamente pobladas, y cada uno tiene su experiencia distinta y conoce las necesidades de su feligresía y de la gente que vive en los lugares donde trabajan. “Ellos pueden hablar, saben lo que dicen, conocen el sentir de la gente”, dice el padre Rodríguez.

Muchas veces los sacerdotes encargados del Sermón ni siquiera saben quiénes son todos los que predicarán, cada uno se concentra lo que dirá e inclusive algunos suelen repetir ideas y frases sobre un mismo tema, porque escriben sus reflexiones totalmente independientes.

“Si usted los escucha a todos se dará cuenta de que trataron temas muy diversos, no sólo social, económico o político, hablaron de la familia, la violencia social, la responsabilidad de los padres, criticaron a la misma iglesia y sacerdotes que se descuidan y que cometen faltas graves”, explica Rodríguez.

Las siete palabras de Jesús son: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”, “Mujer, ahí tienes a tu hijo. [...] Ahí tienes a tu madre”, “Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”, “Tengo sed”, “Todo está cumplido”, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.”

Vicente Rubio Se recuerda que fue en los últimos tiempos de la dictadura de Rafael L. Trujillo y los llamados “Doce años” del gobierno de Joaquín Balaguer que el Sermón de las Siete Palabras tomó su mayor relevancia, cuando la ciudadanía lo esperaba como “principal sermón del Viernes Santo”, sobre todo si era pronunciado por fray Vicente Rubio, un sacerdote dominico que lanzaba bolas de fuego desde el púlpito al relacionar las últimas palabras de Jesús en su agonía en la cruz con situaciones de relevancia social y humana.

Se recuerda que el padre Rubio causaba admiración y respeto con sus sermones, por su firmeza y finura, de anunciar la verdad sin miedo, pero con prudencia. Algunos religiosos y sacerdotes fueron declarados personas no gratas por la tiranía trujillista y tuvieron que abandonar el país, entre ellos, los dominicos Armando Tamargo y Vicente Rubio, que regresaron después de la muerte del sátrapa.

El Viernes Santo de 1973, desde el púlpito de la Catedral Primada, el orador que fuera fray Vicente Rubio, tronó contra la violencia del poder, la intolerancia ideológica y la corrupción que laceraban a la sociedad dominicana. “Hemos perdido la confianza en las leyes y en la acción de la justicia. Cristo combatió la corrupción y la represión de los poderosos”, exclamó.

Algunos nunca han olvidado aquella frase del padre Vicente Rubio en un célebre Sermón de las Siete Palabras, en tiempos de los “Doce años de Balaguer”, cuando afirmó que: “En nuestro país, la vida de una persona valía menos que un cigarrillo”.

SEPA MÁS

Una tradición.

Las Siete Palabras es una tradición que no es obligatoria, pues un predicador también tiene muchos recursos para actualizar el sacrificio redentor de Cristo, que es lo que se celebra el Viernes Santo.

Amplia difusión.

Esta tradición de varios siglos en la Iglesia es muy valorada y apreciada y en casi todos los países de América se propagan a través de la radio y la televisión, y hoy tiene mayor impacto por las redes sociales.

Reflejan realidad.

Los predicadores en casi todos los países contextualizan las palabras de Jesús con la realidad familiar, económica, política, social y cultural de su nación. Para los cristianos, escuchar este sermón es hallar una voz profética y llena de esperanza en medio de las crisis actuales.

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