La República

LO QUE NO SE VE

El temor a equivocarse: casos Trump y Danilo

Ricardo Pérez fernández | ECONOMISTA Y POLITÓLOGOSanto Domingo

El analista, si pretende cultivar algún respeto o prestigio en el desempeño de su ejercicio, debe siempre observar dos principios absolutos: el de no incurrir en sesgos analíticos que deriven de sus preferencias personales, y el de construir toda prospección, cuando de eso se trate, en su debido contexto y a partir solo de informaciones factuales y objetivas.

Por lo general, cuando existe un apego del analista a estos dos principios, el resultado de su ejercicio intelectual exhibe una articulación lógica, comprobable y contrastable. Esto, sin embargo, no es garantía de que, aún ciñéndose a estos postulados, el producto final de sus razonamientos prospectivos terminen validados por la realidad de los hechos una vez consumados.

En el ámbito electoral, esto anterior es muy asiduo. No es nada extraño que, analizando datos factuales y depurándolos por tendencias históricas, analistas pronostiquen con un alto grado de probabilidad de ocurrencia, situaciones que nunca terminan sucediendo. De hecho, esto es cada día más frecuente, y las sorpresas electorales que fraguan por doquier así lo demuestran. Esto anterior, genera entre quienes intentan proyectar escenarios futuros un temor a equivocarse, que les aleja del cumplimiento de los dos principios establecidos al inicio de este escrito, y esto así, porque naturalmente, se tiene la idea de que solo el que acierta alcanza la gloria.

Caso Trump No era necesariamente buen analista, o al menos no uno que practicara su ejercicio fundamentado sobre los hechos, datos factuales y las tendencias históricas, quien otorgara mayor probabilidad de triunfo al hoy presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que a su contrincante Hillary Clinton. No, porque si bien es cierto que su posibilidad de emerger victorioso siempre gozó de alguna probabilidad de ocurrencia, los datos no avalaban ni sugerían que este, el escenario que terminó siendo, fuese el más probable.

Esa histórica proeza electoral, hoy en día, manifiesta entre analistas secuelas muy apreciables. Cuando se habla sobre escenarios posibles de cara a las elecciones de 2020 de ese país, muchos contestan de manera irreflexiva: “Trump va a ganar de nuevo, a pesar de todo”. Pero, ¿cómo se llega a esa conclusión?; ¿qué dicen los hechos y los datos?

Trump ganó las elecciones de 2016 porque logró alzarse con tres estados que no era, ni racional ni consistente con la historia reciente, atribuirle: Wisconsin, Michigan y Pennsylvania. Sin estos, no hubiese resultado ganancioso, y en una elección que contabilizó más de 126 millones de votos, la victoria fue alcanzada por menos de 80 mil sufragios.

En las elecciones congresuales de medio término celebradas el año pasado, consideradas un referéndum a los primeros dos años de la gestión de un nuevo presidente, los demócratas vencieron a los republicanos de Trump por un margen de 8.6% en voto popular, recuperando así la cámara baja del congreso; y en los tres estados que le otorgaron la victoria en 2016, y que necesitaría en 2020 para reelegirse, la diferencia a favor de los demócratas fue de 11%. Su base electoral de apoyo se ha mantenido, pero no ha crecido; tras 770 días de mandato es el presidente más impopular desde Dwight Eisenhower, con la única excepción de Jimmy Carter quien, como recordarán, no logró reelegirse; y sus problemas con la justicia y diversos órganos investigativos, crecen a ritmo preocupante.

Los electores demócratas, y antitrump/republicanos, muestran menos propensión a abstenerse en las próximas elecciones, y esto es importante porque sabemos, a ciencia cierta, que Clinton perdió los tres estados mencionados precedentemente justo por la abstención de quienes en 2012 habían votado por el presidente Obama. Y claro, todo esto anterior es sin aún poder tomar en consideración los efectos, en términos de motivación y empatía, que pudiese generar el candidato o candidata a presidente que elija el Partido Demócrata.

¿Sugieren los datos y los hechos que la reelección de Trump sea hoy más probable que improbable? No, pero parece que el temor a equivocarse de nuevo, arriesgándose a predecir una posible derrota, pesa más que la objetividad.

Caso Danilo En nuestro país se registra un fenómeno similar en torno a la discusión de otra reelección del Presidente Danilo Medina, y por supuesto, aquí también procede preguntarnos ¿cómo se llega a esa conclusión?; ¿qué dicen los hechos y los datos?

Danilo Medina ha sido un presidente exitoso. Ha gozado, a lo largo de su mandato, de extraordinarios niveles de aceptación y valoración positiva, y su gobierno ha propiciado algunas políticas que han sido acogidas positivamente por una mayoría de la población dominicana. Este juró a su cargo de presidente el 16 de agosto del año 2012, habiendo asegurado decenas de veces que al cabo de cuatro años se marcharía a su casa, pero no solo porque la constitución de aquel momento así lo prescribía, sino porque él era, esencialmente, antirreeleccionista. Esta postura era absolutamente coherente con la mostrada por Medina una década antes, cuando este renunció al gobierno del presidente Leonel Fernández y lo desafió por la candidatura presidencial de 2008, precisamente por su convicción de que la reelección ---en ese momento, permitida por la Constitución--- era un cáncer en la política, y una práctica que promovía inconductas y desviaciones de todo tipo.

Fue por esto que, cuando el presidente Medina decide dar un paso al frente, y en 2015 orquesta y propicia una modificación constitucional con el único propósito de reincorporar la figura de la reelección, y poder presentarse nueva vez como candidato a la presidencia de la República, tantos quedamos estupefactos y confundidos.

Como en aquel entonces fuimos muchos los que erramos en descartar como una posibilidad el curso de acción que finalmente terminaría materializándose, ahora, en una especie de reacción instintiva, son muchos los que opinan y hasta sentencian con total certeza, que el presidente Medina hará lo mismo.

Desde luego que, si solo tomáramos en cuenta la historia reciente para arribar a nuestras conclusiones, diríamos que sí, que lo hará, porque nada predice mejor el comportamiento futuro que el propio comportamiento pasado, pero eso sería ignorar otros muchos factores que tienen que ser ponderados.

Contrario al año 2015, en esta ocasión, una mayoría abrumadora de la población dominicana rechaza otra modificación constitucional para permitir la reelección (un 70%), y esa misma opinión ha sido avalada por prácticamente todos los sectores de algún poder fáctico en la sociedad dominicana. El panorama regional tampoco contribuye, ya que en la actualidad verificamos una serie de gobernantes valiéndose de artimañas variopintas para aferrarse al poder, generando con esto reacciones, condenas y advertencias no solo de Estados Unidos, sino de organismos multilaterales de peso global.

La realidad política dentro y fuera del PLD tampoco es halagüeña para otro intento de reelección. La candidatura de Leonel Fernández luce imbatible a lo interno de esa organización, y a 14 meses de las próximas elecciones, este muestra una intención de voto que lo consolidan en un primer lugar entre el electorado nacional, lo que elimina el clásico argumento, solo válido en un coliseo político tan primitivo como el dominicano, de que “no hay más nadie”.

Aparte de esto anterior, está el riesgo latente de una división, ya no de facto, sino formal en las filas del partido de gobierno, en un momento donde múltiples escenarios electorales, seguramente ya conocidos por la facción de Danilo Medina, sugieren que el expresidente Leonel Fernández podría incluso articular una candidatura presidencial exitosa fuera del PLD.

Pero, algunos argumentarán, que el presidente Medina no ha dicho que no, y eso significa que sí, y que además todo su entorno cercano argumenta claramente sobre la necesidad de que este continúe. Para entender esto, y aquilatarlo justamente, hace falta comprender nuestra cultura política: aquí, ningún presidente puede asegurar que no irá a una reelección, aunque la Constitución se lo prohíba, porque entonces “lo dejan solo”. Vaya aberración, pero una en la que incurren todos, para poder mantener a su equipo cohesionado, y al gobierno funcionando adecuadamente. Las declaraciones de funcionarios deben ser entendidas en su contexto, y no atribuírseles más importancia y peso de lo que realmente tienen.

Otros, en cambio, jurarán que el discurso de rendición de cuentas de este 27 de febrero fue reeleccionista, pero estos discursos, todos, por su extensión, su estructura narrativa, y promesas a futuro, podrán siempre ser interpretados como tal. En fin, creo que si se analizan los datos y los hechos objetivamente, arribaremos a la conclusión de que quienes insisten en que la reelección va, lo hacen más por conveniencia propia, y por temor a volver a equivocarse, que porque los acontecimientos así lo estén indicando. El tiempo dirá.

Tags relacionados