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OBSERVATORIO GLOBAL

Juventud dominicana: una generación con grandes desafíos

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Leonel FernándezSanto Domingo

Hacia el 2015, el número de jóvenes en el mundo había alcanzado su mayor nivel en toda la historia.

De los más de 7 mil 600 millones de habitantes que hay en el planeta, alrededor de 4 mil 560 millones tienen menos de 35 años de edad. Eso representa un 60% del total de la población.

En la República Dominicana, de una población de algo más de 10 millones 266 mil habitantes, más de 6 millones 300 mil está compuesta por jóvenes con menos de 35 años de edad. Eso, a su vez, representa el 62% de nuestra población.

A partir de los años 60, la población joven dominicana fue aumentando de manera constante, lo que al contribuir al aumento de la población económicamente activa, dio origen al bono demográfico de nuestra población.

Sin embargo, desde el año 2000, en que, en términos porcentuales, la población joven en la República Dominicana alcanzó el 70% del total de la población del país, se ha ido produciendo una disminución.

En ese contexto, se proyecta que a partir de la década de los 40 de este siglo, la proporción mayoritaria, ya no estará constituida por una población predominantemente joven, sino por personas con una edad superior a los 35 años de edad.

Ese fenómeno de disminución de la población joven encuentra su explicación en una reducción de la tasa de fecundidad. Para 1960 era equivalente a 7.5 hijos por mujer.

Actualmente es de 2.4 y se estima que descenderá a 1.7 hijos por mujer en los años por venir.

Durante por lo menos el próximo cuarto de siglo, la población dominicana todavía continuará siendo fundamentalmente joven. Pero, como a partir de ese momento el perfil demográfico se invertirá, a la actual generación le corresponderá la gran responsabilidad histórica de conducir al país por nuevos senderos de prosperidad y bienestar.

Sin que todavía se haya tenido plena conciencia de eso, la realidad es que todo el futuro de la República Dominicana descansa sobre los hombros de la actual generación.

Los logros alcanzados por el país durante aproximadamente las últimas seis décadas, esto es, desde la desaparición de la tiranía trujillista, en 1961, hasta la actualidad, tendrán que ser consolidados por los jóvenes de hoy.

La democracia, como sistema político, siempre será un proyecto en construcción. Pero corresponderá a la actual generación seguir aportando a la defensa del Estado social y democrático de derecho, al fortalecimiento de las instituciones y el respeto a la Constitución.

Además de garantizar la continuidad del crecimiento económico, el desarrollo sostenible y el bienestar social, está en la prioridad de la agenda de las próximas décadas disminuir la desigualdad social; así como mejorar la conectividad, productividad y competitividad del país, en base a un modelo de capital intensivo con un fuerte componente tecnológico.

La revolución del conocimiento

A la actual generación joven de la República Dominicana le ha correspondido ser parte de la gran transformación científico-tecnológica por la que en estos momentos atraviesa la humanidad.

En los últimos tiempos, la revolución científico-tecnológica está siendo representada, por la emergencia de nuevas herramientas, como por ejemplo, la inteligencia artificial; la robótica; la biotecnología; la nanotecnología; y la ingeniería espacial.

Pero, al mismo tiempo, estamos asistiendo a la entrada al mercado de nuevos productos y servicios que alteran de manera drástica la forma en que aprendemos, trabajamos y vivimos.

En principio, fue la Internet en la década de los 90. Pero a partir de ahí, el smartphone (teléfono inteligente); las plataformas de colaboración, como Wikipedia y Kickstarter; el periodismo digital, el e-book (libro electrónico); y la transmisión de contenido audiovisual (streaming).

En tiempos más recientes, se ha ido conformando la llamada ciencia de la data, en la que se obtienen, almacenan y procesan grandes volúmenes de información acerca de las preferencias, gustos e inclinaciones políticas, culturales, religiosas, deportivas, y de consumo de las personas, con el propósito de comprender mejor el comportamiento de los distintos sectores de la sociedad.

De igual forma es el caso de las redes sociales, las cuales han generado la más radical transformación de la manera en que los seres humanos se comunican, desde la aparición de la imprenta de Gutenberg. En virtud de esas redes, la comunicación se ha hecho horizontal, se ha globalizado, masificado y diversificado.

En la actualidad, Facebook alcanza a más de 2 mil millones de usuarios en distintas partes del planeta, en base fundamentalmente a compartir contenidos en forma de texto e imágenes fijas y en movimiento.

En el caso de Instagram, la cual fue adquirida por Facebook, conecta a más de 1,000 millones de usuarios al mes, sobre todo de población joven, que comparten fotos y videos.

Finalmente, se encuentra WhatsApp, el último fenómeno de la comunicación, que se ha convertido en el medio idóneo utilizado por más de 1,500 millones de personas en el mundo para sus intercambios de mensajería instantánea y llamadas telefónicas.

En relación al área de servicios, se encuentran, por ejemplo, Uber, que a pesar de ser la mayor empresa de taxis del mundo, no es dueña, sin embargo, de ningún vehículo; o AirBnB, que también, aunque considerada como la mayor compañía de arrendamiento de hospedaje a nivel internacional, no es dueña de ningún inmueble.

La revolución actual ha dejado también sus huellas en el ámbito financiero. Las principales monedas del mundo, como el dólar norteamericano, el euro y el yuan están empezando a ser amenazadas por el surgimiento de las denominadas criptomonedas, entre las cuales se encuentra el bitcoin.

Es en ese mundo, aun naciente, de profundas transformaciones, en el cual tendrá que actuar con espíritu innovador y promotor de cambios la actual generación de jóvenes de la República Dominicana.

Camino hacia el futuro

Para estar a la altura de las expectativas que se ciernen sobre sus hombros, la juventud dominicana tendrá que ser parte de la gran revolución que caracteriza nuestros tiempos: la revolución del conocimiento.

A partir de esa realidad, los jóvenes deberán estar en condiciones de, mediante la aplicación de esos conocimientos, incrementar el volumen de riqueza, al tiempo de contribuir a una mayor equidad social en el desarrollo nacional.

La incorporación de la juventud dominicana en la actual revolución del conocimiento tiene que producirse desde el sistema educativo nacional. Para que esto surta plenamente sus efectos, tiene que generarse un cambio en los contenidos curriculares que garantice la requerida calidad de la educación.

Como resultado de ese cambio en los contenidos curriculares, tiene que iniciarse un proceso que permita, desde la formación inicial, el desarrollo integral de nuestros estudiantes de una cultura científica, tecnológica, artística, humanística y cívica.

Tenemos que desarrollar escuelas experimentales; ampliar los institutos politécnicos; promover el pensamiento crítico; estimular el aprendizaje de lenguas extranjeras; y crear centros de formación artísticos y culturales.

En cada plantel debe haber bibliotecas escolares y personal capacitado para estimular a los estudiantes en el desarrollo del hábito de la lectura. Debe haber, entre otros, laboratorios de física, química, biología y ciencias naturales, para despertar la curiosidad y el interés por descifrar las formas de funcionamiento del mundo real.

Debe hacerse énfasis en la enseñanza de las matemáticas, como forma de desarrollar el pensamiento abstracto. Esto deberá aplicarse en la solución de problemas vinculados a la construcción, producción de energía, suministro de agua potable y de tecnologías apropiadas de interés al desarrollo nacional.

En nuestras escuelas deberán enseñarse, a todo lo largo del sistema educativo, asignaturas como ciencias computacionales; robótica; lenguaje de programación, desarrollo de protocolos en base a impresoras 3D, así como aplicaciones para telefonía móvil.

De igual manera, talleres para la capacitación en los distintos géneros literarios, centros para formación musical, danza, desarrollo de las artes visuales, teatro y cinematografía.

En fin, formar una juventud en distintas áreas del conocimiento que le provea de las herramientas necesarias para ser ciudadanos educados, cultos, productivos y competentes en el siglo XXI.

Con esos niveles de formación, nuestra juventud estará plenamente capacitada para insertarse en el mercado laboral o el desarrollo de sus propias empresas, que, a su vez, serán fuentes de generación de nuevos empleos.

Por supuesto, nuestros jóvenes no podrán hacer eso por si mismos.

Deberán contar con el apoyo del Estado. Para esos fines, deberá crearse un programa de incentivo empresarial, que facilite a nuestros jóvenes el acceso a su primer empleo formal.

Para aquellos que desean crear sus propias empresas, el Estado deberá contribuir a la creación de incubadoras y aceleradoras empresariales. También, a la creación de un fondo de capital semilla, para proyectos iniciales, o de capital de inversión, para aquellas entidades que ya estén en funcionamiento y necesiten de nuevos recursos para su expansión.

Equipados con esas modernas herramientas del saber y de posibilidades de inserción laboral y generación de riquezas, estamos convencidos que los jóvenes que integran la última generación del bono demográfico nacional, cumplirán con su responsabilidad histórica de hacer de la República Dominicana, el país próspero, moderno y justo que siempre hemos anhelado.