La República

ENFOQUE

Lecciones de liderazgo entre Jesús y Herodes

Rafael Guillermo Guzmán FermínSanto Domingo

El sabio chino Confucio solía decir: “El buen líder sabe lo que es verdad; el mal líder sabe lo que se vende mejor”. Con esta expresión el pensador oriental nos hace entender que el buen líder no es aquel que se dedica a manipular a los demás para preservar su imagen y su poder, sino aquel que se pone al servicio de lograr el bienestar de quienes lidera, aun a pesar de que algunas decisiones podrían perjudicarle.

Precisamente, estas frases llegaron a mi mente en la homilía del 24 de diciembre al celebrar la conmemoración el nacimiento del Niño Jesús, acontecimiento que marcó la historia de la humanidad en antes o después de Cristo. De este sermón podemos extraer interesantes diferencias entre dos tipos de liderazgos: el de un líder bueno y un líder malo, personificados en el Niño Jesús y Herodes El Grande.

Ese buen liderazgo lo encontramos en Jesús, quien siendo el mismo Dios e hijo de un Rey pudo haber elegido nacer en un suntuoso palacio, pero eligió nacer en un humilde establo. No obstante, este modesto escenario le daba la facilidad de ser accesible a todas las personas del pueblo sin importar su condición social, económica o política, tanto es así, que fue encontrado de todas maneras por los tres sacerdotes eruditos de Oriente.

En efecto, si Jesús hubiera nacido en un palacete, los humildes no lo hubieran conocido, tan solo algunos privilegiados de las élites y otros pocos afortunados, quienes hubieran tenido que buscar algún pase “VIP” para poder conocerle, de esta manera se habría perdido ese gran liderazgo entre esa lujosa vida.

De manera que, la forma de crear este sólido liderazgo fue interesante, pues siendo grande por ser hijo de un rey, se hizo pequeño ante los demás; siento tan poderoso por ser el hijo de Dios, se hizo frágil en la figura de un niño recién nacido; en vez de nacer en la opulencia por su descendencia divina, prefirió nacer en el lugar más humilde posible en su condición humana; y no obstante todo esto, le bastaron 33 años para forjar un liderazgo de tal dimensión, que su influencia derrotó los más poderosos imperios de su época hasta nuestros días, y se erigió sin lugar a dudas como el líder más trascendental de todos los tiempos.

En cambio, el rey Herodes El Grande es su antítesis. El historiador judío Flavio Josefo, en su obra “Antigu¨edades judías”, describió el reinado de Herodes como despótico y carente de escrúpulos, hecho que quedaría demostrado desde el inicio de su mandato como monarca de Judea al traicionar a su antiguo rey Hircano, quien fue mentor y protector tanto de él como de su padre Antípatro, a quien luego de engañarle lo mandó a ejecutar junto a la nieta de éste, Mariamne I, quien era a la vez la esposa del mismo Herodes.

Por ejemplo, datos históricos han descrito que Herodes utilizó su policía secreta para vigilar e informarse acerca de los sentimientos que su pueblo tenía sobre él, que intentó prohibir las protestas, y también hay evidencias de que eliminó a algunos opositores por la fuerza. El mayor ejemplo de esto lo encontramos en el asesinato de todos los niños menores de 2 años con el solo objetivo de aniquilar el probable liderazgo de alguien que sería en el futuro un gran líder: Jesús.

Josefo nos relata, que la megalomanía de Herodes era tan grande que gastó grandes sumas de dinero de las arcas del reino para obsequiar costosos regalos a otros gobernantes, incluyendo a los romanos, para granjearse simpatías con el objeto de mantenerse en el poder, y que se embarcó en obras ambiciosas como la del Segundo Templo de Jerusalén, lo que obligó a imponer elevadas cargas tributarias, generando tensiones sociales que terminaron en violentas protestas en Galilea.

Según la misma obra literaria, al inicio de su mandato Herodes trató de seguir las leyes tradiciones judías, pero durante el ejercicio prolongado de su poder hay evidencias de que muchas veces las transgredió sin miramientos como todo un tirano, terminando su reinado siendo repudiado por todos, especialmente por las dos sectas más importantes de la época, los fariseos y los saduceos.

En este contexto, la lectura bíblica nos presenta dos tipos de liderazgos contrapuestos: mientras Herodes se hizo llamar El Grande, Jesús de Nazaret lo llamaron el Maestro; mientras Herodes era un personaje retorcido, ambicioso, lleno de odios y envidia, Jesús era un hombre de amor, perdón y bondad para su prójimo; mientras el primero era carente de escrúpulos para lograr sus objetivos, llegando a esclavizar a su pueblo, el segundo era un ser caritativo que buscaba la liberación de sus semejantes; mientras el uno era la traición personificada, el otro en cambio era la fidelidad encarnada en un ser humano.

En tal sentido, podemos aseverar que el poder y la ley no son equivalentes, más bien poseen una relación simbiótica, que dependiendo del tipo de liderazgo de aquellos que las detentan –poder–, muchas veces se hacen oposición entre sí, pues el poder del hombre se convierte en perverso cuando no se le impone límites.

Para eso están las leyes.

En consecuencia, el peligro siempre acecha en aquellos “Herodes” que aparecen a lo largo de la historia, que por sus ambiciones desmedidas están prestos a avasallar hasta las mismas leyes inmutables de Dios sin sentir náuseas, sin importar con qué adornadas palabras o “nobles” motivos pretendan invocar para imponerlas. Pues si sus líderes las violan y la sociedad no las reconoce, entonces tendremos una nación al borde de la anarquía y la extinción.

La mejor enseñanza de esto la encontramos en el fundador de nuestra Patria, Juan Pablo Duarte, cuando expresó que “todo poder dominicano está, y deberá estar siempre limitado por la ley, y está por la justicia, la cual consiste en dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca”.

De no ser así, tal como dice el más grande de los dominicanos, caeríamos inevitablemente en la guerra de liderazgos entre los malos en contra de los buenos, como Herodes que quiso aniquilar a Jesús, escena inmortalizada en la obra de Taylor Caldwell sobre Cicerón titulada, “La Columna de Hierro”, cito: “Cuando un gobierno se haya decidido a difamar, destruir y asesinar a un héroe, lo puede hacer con toda impunidad. Es que ahora nos gobiernan hombres y no las leyes”.

Por estas razones, los ciudadanos estamos abocados a reflexionar en este 2019 que recién empieza, a buscar el liderazgo que nos enseñan Jesús y Duarte, aquel que es capaz de dominar sus apetitos, que se caracteriza por la devoción a proteger los sagrados intereses de la Patria y que no se irrita con facilidad; aquel que valora los recursos confiados a su cargo porque representan el trabajo de su pueblo y a la vez confiere respeto a los que producen la riqueza; aquel líder que rechaza todos esos “asuntos” que puedan perjudicar al país, a su propia familia y los preceptos de Dios. Ese líder de paciencia inagotable, resistente ante el sufrimiento e indiferente ante el dolor, y que a pesar de todo cumple con su deber con prudencia tras una profunda reflexión; características del buen liderazgo.

Pues del liderato malo es sabido a través de la historia, que los liderazgos y ambiciosas obras de los “Herodes” terminan siempre en las ruinas del “Muro de los Lamentos”.

Para comunicarse con el autor

fuerzadelta3@gmail.com

EL AUTOR ES MIEMBRO DEL CÍRCULO DELTA

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