Víctima de Polyplas
El héroe que vivía para su familia
Son las 4:30 de la mañana del día 5 de diciembre, y Julián Salazar, como todos los días, se levanta, se prepara para irse a trabajar y se despide de su esposa e hijos, que aún duermen.
Es la cabeza de la familia y el mayor de cuatro hermanos. En lo único que piensa es en buscar el sustento para ver a sus tres hijos crecer sin problemas, ver a su mujer sin preocupaciones, a su madre sana y apoyar a sus hermanos en lo que más pueda.
Tiene 49 años y lleva 20 desempeñándose como brigadista en el área de almacén de Polyplas, una empresa dedicada a la transformación de diferentes resinas plásticas.
Cuando arriba a la fábrica, ubicada en el sector de Villas Agrícolas, todo transcurre en normalidad, aunque desde hace días presentía que algo no bueno iba a pasar. Y no se equivocaba. Cuando rondan las 11:30 de la mañana pasa lo que más temía: un camión tanquero que suplía el depósito de gas provoca una siniestra explosión.
En ese instante todo se reduce a un asfixiante humo. Varios mueren de inmediato. Para suerte de Julián, sobrevive. En ese momento en que se ve entre la vida y la muerte pudo elegir entre salir corriendo y salvarse, pero escoge hacer lo contrario. Logra salir de la fábrica y empieza evacuar a residentes de la zona, que también sufren los efectos del siniestro, como es el caso de Ana Iris Rodríguez Cruz, que se quedó sin hogar.
Entre todo el caos imperante, Salazar escuchó las voces desesperadas de unas mujeres que gritan por auxilio. De inmediato, se llena de valor y decide ir a salvarlas. Pero no pudo. Perdió la vida en el intento. Sus sueños, planes, esperanzas se esfumaron así como se esfumó el lugar donde trabajaba. Julián quizás fue un ciudadano común, pero su valor y acto desinteresado no será olvidado por quienes ayudó ni quedará en el anonimato.
“Él era un alma de dios”, así lo definen su madre Facunda Mejía y su hermano José Salázar.
Salázar, según sus allegados, tenía muchas aspiraciones pero por circunstancias de la vida no pudo llegar a todo lo que quería ser, aunque siempre trabajó duro para ser el mejor hijo, amigo, esposo, y hermano.
José relata que su hermano siempre buscaba superarse. “Pero en este país muchas veces no a todos se le abren las puertas. Él quería hacer muchas cosas pero todo el tiempo se le iba trabajando porque tenía que buscar el dinero para darle de comer a sus hijos”.
Tenía muchas habilidades y a lo largo de su vida realizó diversos cursos técnicos. Sabia de electrónica, ebanistería, e informática. De todo un poco. Cada vez que un vecino necesitaba algo él estaba ahí para resolver. Desde construir una escalera hasta reparar un abanico. “Tenía un genio increíble”.
Asimismo, días antes de morir, Julián le contó a su familia que tenía el presentimiento de que pasaría una tragedia en el trabajo.
“Cada vez que paso por esos tanques de gas se me acelera el corazón”, les decía. También lo llegaron a asaltar en dos ocasiones camino al trabajo. Ellos le aconsejaban para que se buscara el modo de buscarse un empleo más flexible, pero siempre concluía en lo mismo: Tenía que trabajar para darle sustento a sus vástagos y esposa. “Él solo vivía para sus hijos y familia”, dice con orgullo su madre.
Su familia ha quedado desamparada, y sus hijos más pequeños dicen “que aún esperan por su papá”.
A pesar de la triste pérdida, su madre expresa que se siente conforme porque por lo menos lo pudo ver, ya que muchos cadáveres aún siguen desaparecidos.
Su cuñado Martín Colón cuenta que esta navidad será muy triste para todos, ya que Julián era un ser humano excepcional y se llevaba bien con todo el mundo. Siempre contaba con él para todas las festividades. “Él era como un hermano para mí. Teníamos muchos planes para estas fechas, pero ya eso no será posible. Su presencia hará mucha falta”.
Colón expresa con un sentimiento de pesar pero con admiración que quizás, “si él no hubiese tenido el corazón que tenía, ahora mismo estuviera con vida”. Y es que a veces, el precio de ser héroe se paga con la vida.