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ENFOQUE

Estocada final a la nación dominicana

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Carlos R. Altuna TezanosSanto Domingo

El 19 de septiembre de 2016 en la sede de la ONU, sin mucha alharaca se celebró una reunión de jefes de Estado y de Gobierno, para conocer la problemática sobre los grandes desplazamientos de refugiados y migrantes, donde se elaboraría un plan que permita formular una mejor respuesta internacional a estos casos. En principio se trataba de buscar un mecanismo para crear un sistema responsable y predecible de respuesta a los grandes desplazamientos de refugiados y migrantes.

En la única plenaria realizada ese día en los salones del Consejo Económico y Social, integrada por seis grupos de trabajo se discutirían los siguientes temas, Grupo Uno: “Respuesta a los grandes desplazamientos de refugiados”; Grupo Dos: “Respuestas a las causas de la migración, en particular de los grandes desplazamientos, resaltando las contribuciones positivas de los migrantes”; Grupo Tres: “Acción y cooperación internacional sobre los refugiados y los migrantes y cuestiones relacionadas con los desplazamientos: el camino a seguir”; Grupo Cuatro; “Pacto mundial sobre el reparto de responsabilidades con los refugiados: respeto del derecho internacional; Grupo Cinco: “Pacto mundial para una migración segura, regular y ordenada: hacia el logro de la agenda 2030 para el desarrollo sostenible y el pleno respeto de los derechos humanos de los migrantes”, y el Grupo Seis: Respuesta a las vulnerabilidades de los refugiados y los migrantes en los viajes de sus países de origen a los países de llegada”.

Dos años después, para sorpresa del mundo, y en especial de los dominicanos, nos enteramos tras bastidores, que el Estado se apresta a ratificar la firma de aceptación del contenido de esta nefasta propuesta de la ONU, que por sus implicaciones y debido a la actual problemática migratoria que tiene la República Dominicana, sin lugar a dudas resultaría apocalíptica.

La ONU tiene la intención de que el “Pacto Global Migratorio” sea ratificado y firmado por los países miembros en los próximos días -10 y 11 de diciembre- en la cumbre que sesionará en Marruecos, en un documento que contiene 23 objetivos, en los cuales en ningún lugar se hace distinción entre los inmigrantes que entran a un país de forma ilegal de los que lo hacen por la vías legales, por lo que se hace evidente que solo se pretende proteger a los indocumentados.

Eso sí, contiene una serie de garantías, facilidades y protección para los migrantes, donde los estados firmantes se hacen responsables de otorgarles a los mismos, para que sean incluidos como parte de su sociedad, y tener derecho a trabajos dignos, acceso a los servicios básicos de salud, educación y documentación legal, dejando claro que solo utilizarán la detención migratoria como medida de último recurso, entre otros derechos.

Pero lo más peligroso de todo, es que se compromete la soberanía y las fronteras de los estados, además de que contiene muchos preceptos incompatibles con la legislación y políticas migratorias de los países firmantes.

Varios países hicieron “reserva de firmarlo” mucho antes que se diera a conocer públicamente el documento en cuestión, advirtiendo sobre las consecuencias del mismo. Los Estados Unidos de Norteamérica, Italia, Israel, Australia, Eslovenia, Estonia, Bulgaria, Hungría, Polonia, República Checa, entre otros, rotundamente han dicho que no firmarán ese pacto, a quienes se les unen otra gran cantidad de estados que están indecisos a ratificar la firma a este convenio.

El caso dominicano En nuestro caso, históricamente uno de los principales dolores de cabeza del país, de otros estados y gobiernos cercanos, lo representa la incontenible inmigración haitiana, fundamentalmente incrementada tras el devastador terremoto que aconteció en ese país (2010), situación que al parecer hizo que nuestras autoridades dejaran a un lado la Ley Migratoria y abrieran las fronteras para permitir que centenares de miles de indocumentados ingresasen al país, a quienes se les han ofrecido gratuitamente servicios hospitalarios, escolares, trabajo, etc., cosa que ningún Estado ni la propia ONU ha hecho. Después de este acontecimiento, lo único que recibimos fueron críticas infaustas y los calificativos de país xenófobo y discriminatorio, mas la ingratitud de nuestros vecinos.

En los últimos días, los dominicanos nos enteramos de la sorpresiva noticia de que nuestro país se prestaría a la ratificación de la firma del “Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular” propuesta por la ONU, hecho que ha exacerbado los ánimos del común de nuestros ciudadanos, incluso de aquellos que se mostraban apáticos o no opinaban sobre la problemática migratoria.

Apenas faltan unos días para su ratificación, y aún desconocemos cuál será la posición definitiva que asumirá el gobierno, diversos sectores de la vida cotidiana han elevado sus voces para alertar sobre el impacto negativo que conllevaría firmar ese pacto, que castraría de cuajo nuestra soberanía nacional.

La República Dominicana recientemente realizó la aplicación de un Plan de Regularización de Extranjeros en situación irregular -modelo para otras naciones- además de que también tiene su Ley de Migración, su propia jurisprudencia y políticas migratorias, no entendemos las razones que motivarían a rubricar este pacto que nos impondrá una camisa de fuerza sobre una problemática migratoria que aún no hemos podido resolver, mucho menos controlar. ¿Qué buscamos o qué ganaríamos? Sin temor a equivocarme, creo que solo perderemos por lo anteriormente expuesto.

¿Para qué firmar ese Pacto? Como magistralmente tituló en un editorial este prestigioso diario (01-12-18), donde señala, que: “La idea de firmar un Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular en las Naciones Unidas, que en los hechos implicaría un ‘corset’ a nuestro marco legal migratorio y una cuña al orden constitucional, que se refiere a la concesión de derechos de residencia a los inmigrantes, luego de cumplir con los requisitos, es un innecesario acto de claudicación”. Una gran verdad a la que me adhiero en toda su intención.

Reconocemos que el país arrastra serias debilidades institucionales en todos los aspectos, pero es hora de aplicar las leyes migratorias, de olvidarnos de las presiones y posibles represalias. Los dominicanos hemos sido tolerantes, dando muestras de ser más que humanitarios, brindando oportunidades y asistencia social de toda índole a los inmigrantes haitianos, mucho más allá de las contempladas en dicho pacto.

Vuelvo y me pregunto: ¿Para qué adherirnos a ese pacto? Si ningún país del mundo ha tratado mejor a los inmigrantes, sin importar su nacionalidad, color y religión. Se ha analizado bien el hecho de que en el mismo se establece que no es vinculante para los estados, la ONU ha dejado clara la advertencia de que, “quien no lo firme podría sufrir consecuencias, como la pérdida de la credibilidad internacional”.

Ante estos hechos, solo nos resta instar a las autoridades a hacer un análisis profundo de los detalles del “Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular” de la ONU, para constatar lo nefasto que sería para el país, un atentado directo a la soberanía, su Constitución y Leyes.

Humildemente, manifiesto que no nos beneficia en nada firmar su ratificación, solo podrá traernos graves repercusiones para la política migratoria de dos pequeños países que ocupan un territorio insular de 76,192 kilómetros cuadrados, con una población de alrededor de 20 millones de habitantes dividida por una porosa frontera de 392 km. Que sin darnos cuenta, y por el alcance de ese pacto, estaríamos prácticamente decretando la integración de la isla, donde un país pobre absorberá a otro más pobre, y con ello también sus problemas, que arrastran ancestralmente.

Lamentablemente, este sería el espinoso camino que nos conduce inexorablemente la firma del “Acuerdo Global para la Migración de la ONU”, donde se cumpliría la nefasta hipótesis de la fusión de la Isla. Sopesemos su ratificación versus nuestros intereses como nación, nuestra propia sobrevivencia como Estado, con un gentilicio e idiosincrasia propias de los habitantes de la República Dominicana, dominicanos por raza y orgullo.

Imploramos a Dios que ilumine a quienes tienen la responsabilidad de tomar la decisión correcta para que la Patria no sucumba. Escuchemos el clamor del pueblo.

El autor es miembro fundador del Círculo Delta

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