Era de Azua
Joven que fue asesinada había denunciado al agresor
El celular de Gabriela Sánchez sonó en horas de la noche del pasado miércoles. Al tomar la llamada, el dolor e impotencia se apoderaron de los sentimientos de esta madre que acababa de recibir una noticia que cambiaría drásticamente su existencia: su hija de apenas 16 años estaba sin vida.
Su alma estaba rota. Su corazón palpitaba descontroladamente y el aire que respiraba se hacía cada vez más denso. Aquella voz le había avisado que la expareja de su “muchachita”, Orlando Adames, mejor conocido como “Pichicho”, le había propinado dos disparos que le provocaron la muerte en la acera de la calle 23 del sector Gualey.
En aquel instante estaba lejos. Gabriela, quien reside en Azua, emprendió un viaje desde esta provincia del Sur hasta la capital. En esa ocasión el trayecto le pareció eterno. Solo deseaba llegar, verla con vida y enterarse que simplemente se había tratado de una pesadilla.
Sin embargo, el cuerpo sin vida de Orquis Sánchez, le confirmó la realidad de aquello que había tratado de evitar confirmar. Los esfuerzos por alejarla de aquel hombre habían fracasado. Ya no volvería a ver aquel rostro que tanto amaba observar, ni escucharía aquella voz que depositaba en su vida paz y felicidad.
La madre rompió en llanto. “Mi hija linda”. “Ay mi hija caramba”. “Mi hija que dolor tan grande tengo”. “Es muy fuerte, Dios mío”, decía desesperadamente.
“Hace una semana que yo vine porque él me le había dado golpes a mi hija. La vine a buscar y ella no quiso irse. Él estaba preso, pero lo soltaron porque la fiscal dijo que su cuerpo no presentaba evidencia de maltratos”, decía la madre. Mientras agregaba que, “él me había dicho que no me la iba a molestar más. Y mira, me mató a mi muchachita de 16 añitos, me la mató”. El procurador general de la República, Jean Rodríguez, lamentó el feminicidio cometido por un joven de 25 años en perjuicio de su expareja de apenas 16 años.
(+) UNA SEMANA DE SEPARACIÓN La sonrisa que contagiaba Orquis Sánchez a los moradores de este barrio se apagó tras su muerte a mano de su expareja, de quien se había dejado desde hace una semana. “Ella era muy alegre. Siempre vivía contenta. Era una chica muy risueña. No tenía problemas con nadie”, así la describe su prima Paola Gómez, quien trataba de contener las lágrimas y, luego de varios intentos, las dejó deslizar por su rostro. Tanto su madre como familiares revelaron que la adolescente, quien apenas cursaba el primero de bachillerato, había puesto dos querellas por violencia doméstica en contra de Pichicho. Las constantes amenazas y maltratos se habían apoderado de la relación que desde hace un año habían formalizado. “La semana pasada ella fue junto a mi mamá (su tía) a presentar una querella en su contra”, dijo.