CONFLICTOS Y CAMBIOS: JÓVENES BAJO TENSIÓN
Los abusos sexuales les dejaron huellas imborrables
Violaciones sexuales dejaron en ellos huellas imborrables y un profundo dolor que marcará sus vidas para siempre.
Héctor y Jeury (nombres ficticios) no disfrutaron de derechos fundamentales consagrados en la Declaración Universal de los Derechos del Niño, de 1959, y la Convención sobre los Derechos del Niño, de 1989, convenios firmados por los Estados miembros de las Naciones Unidas para garantizar que los niños y adolescentes puedan desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad.
El desarrollo integral al que tenían derecho ambos se frustró cuando las condiciones adversas, en el hogar y en la escuela, respectivamente, terminaron afectando su condición física y mental.
Precisamente, hoy se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, dedicado este año a los adolescentes y adultos jóvenes, debido a que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mayoría de las personas desarrollan los trastornos mentales antes de los 14 años.
Un hogar tóxico El hogar de Héctor se convirtió en un ambiente tóxico desde que tenía ocho años, ya que presenciaba impotente los maltratos físicos que recibía su madre de su padre.
“Yo siempre me sentía impotente porque no podía hacer nada, era apenas un niño y le tenía el respeto a mi padre igual que a ella”, recuerda Héctor, quien precisa que su padre era un alcohólico que cuando llegaba embriagado de la calle buscaba cualquier excusa para discutir con su madre, lo que regularmente terminaba en maltratos.
Esa situación lo llevó siendo un niño “a coger la calle” y a compartir con amigos de mayor edad. “Pudiera decir que conozco lo que es la calle desde los ocho años, porque comencé a buscar y ver, nada delictivo, pero sí comencé a abrir los ojos a la realidad del mundo”, añadió.
A los diez años obtuvo un trabajo y, como comenzó a recibir sus primeros ingresos, logró cierta independencia, además de que en muchos casos tomaba sus propias decisiones.
Estar expuesto en la calle a tan temprana edad tuvo sus consecuencias para Héctor, ya que fue violado sexualmente por un adolescente, lo que intensificó la depresión que ya le causaba vivir en un hogar donde también comenzó a recibir maltratos verbales y físicos de su padre.
Al llegar a la adolescencia -justo cuando tenía ya 14 años- un día se sintió con la voluntad y fuerza para defenderse a sí mismo y a su madre, por lo que intervino en uno de esos maltratos a su progenitora y se enfrascó en una pelea con su padre.
“Yo pensaba, un día no estaré aquí y me la va a matar”, afirma sobre por qué ese día violentó el respeto que debía guardar hacia su padre, con quien desde ese momento la relación en el hogar se tornó tan conflictiva que hasta perdió el contacto verbal con él y se vio precisado a abandonar la casa.
Sin poder contener el llanto, expresa que “tuve un tiempo muy depresivo y aún lo estoy porque como no vivo con ella, mi cuerpo está en una parte y mi cabeza en otra, aunque hablo con ella todos los días”.
Reside actualmente con una persona que lo acogió y le ha brindado el calor de un hogar que no ha tenido desde hace años.
Héctor, ahora con 21 años, refiere que hubo un tiempo en que estuvo tan depresivo que comía poco, se sintió débil y no quería salir de la casa. “Estuve muy depresivo, pero soy del tipo de persona que no se aferra a las cosas. Yo le doy gracias a Dios porque me ha dado la fuerza de voluntad de aceptar las cosas tal y como son, y de poder asimilar los cambios”, indicó.
Nunca ha recibido tratamiento por su depresión, pero asegura que trabajar actualmente desde una institución orientando a niños y adolescentes con historias de uso de sustancias ilícitas, abusos sexuales y maltratos, se ha convertido en su mejor terapia.
Pero a veces siente una gran nostalgia porque extraña a su madre. “Le dije que no soy de las personas que se aferran, pero hay momentos en que la necesito, me pregunto en qué estará mami, cómo estará ella. Como todo ser humano sí la extraño”.
A su padre no lo culpa, debido a que por su actual trabajo ha recibido capacitación en el tema de violencia intrafamiliar y entiende que probablemente su actitud la asimiló en el hogar cuando estaba pequeño y llegó un momento en que como adulto reflejó su verdadero yo.
Sin embargo, sí le reprocha que no buscara ayuda profesional para superar su actitud violenta.
Cuando se le pregunta si no piensa que la falta de ayuda profesional también provoque en él que en un futuro salgan a relucir esos traumas de la niñez, afirma que su actual ocupación ha ido mitigando poco a poco el carácter fuerte que posee.
“Me ha ayudado mucho. He visto en otros las mismas debilidades y temores que yo pasé, trabajo con cientos y cientos de jóvenes, entre ellos ladrones, adictos a las drogas, jóvenes maltratados, jóvenes que fueron abusados sexualmente, a quienes he podido ayudar a que pisen firme”, puntualizó con satisfacción.
La autoridad desviada Jeury refleja a cada instante el trauma que ha dejado en su vida una violación sexual que sufrió en la adolescencia por parte de su profesor.
Confiesa que fue un hecho que le quitó la alegría y el entusiasmo por la vida, y que lo ocultó por el temor a lo que pensarían sus padres.
El abominable hecho que ha dejado en él una huella imborrable ocurrió cuando tenía 15 años. Su profesor mostraba hacia él un interés especial con respecto a sus demás compañeros de clases, lo que hizo que lo viera casi como un padre protector.
Esa percepción cambió cuando un día comenzó a tocarlo de una manera diferente y a poner en evidencia que el trato iba más allá de la relación profesor-alumno.
El abuso sexual por parte de una persona a la que tenía admiración y respeto le provocó una profunda depresión que sus padres comenzaron a notar, porque siempre estaba callado, perdió el apetito y prefería estar aislado.
“Yo cambié totalmente, pero a quienes notaron esos cambios les decía que no me pasaba nada”, expresa con el peso del dolor en cada palabra, pues admite que “aun me sigue afectando”.
Jeury refiere que a partir de ese traumático episodio vio otra cara del mundo. “Ha sido algo que me marcó para siempre”, agregó con tristeza.
Con ocasión del Día Mundial de la Salud Mental, la OMS plantea que padres y educadores pueden contribuir a crear en los niños y adolescentes aptitudes que les ayuden a hacer frente a los retos que se encontrarán cada día en la casa y en la escuela.
LLAMA A NO DUDAR CUANDO HABLAN La sicóloga infanto-juvenil Arisleydi Sánchez Guzmán consideró que la violación sexual es uno de los peores traumas que puede padecer un adolescente, pues regularmente su autor es una persona que abusa de su autoridad y está plenamente consciente del daño que está causando a la víctima, sin importarle.
Indicó que cuando un niño o adolescente comprende que está siendo abusado ha pasado un tiempo considerable, ya que se paraliza porque no sabe qué hacer o a quién pedir ayuda.
Un inconveniente –cita la especialista- es que muchas veces las personas a su alrededor no se dan cuenta cómo él o ella ha querido llamar la atención para que lo ayuden o simplemente porque lo minimizan.
“Y en muchas ocasiones, como yo he tenido casos aquí, no les creen. Realmente han podido hablar, se han atrevido a dar la alarma, a decir que algo está pasando, y el adulto a su alrededor no quiere creerle”, indicó Sánchez Guzmán.
La sicóloga dijo que, lamentablemente, cuando los menores se ven atrapados entre el trauma de una violación sexual y la incredulidad de quienes deben protegerlos, una salida podría ser el suicidio. “Y aquí hablamos del suicidio no como una idea del suicidio per se, sino como la idea de solucionar un problema al que no se le ve salida. Son dos cosas muy diferentes”, añadió.
La experta exhortó a los padres a no ver las ideas suicidas en los menores de edad como un chantaje o un instrumento para llamar la atención.
“Aun sea para llamar la atención hay que buscar la ayuda de un profesional para poder identificar qué está pasando y que suministre las herramientas a los padres para manejar esos casos, sin motivar el síntoma”, refirió Sánchez Guzmán.
Estimó que los padres deben aprender a identificar cuando la salud mental de sus hijos está en riesgo.