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También se suicidó

Había orden de arresto sargento mató a expareja

Los papeles de alejamiento y aprehensión contra el sargento Wilfredo Bienvenido Rodríguez, quien mató de varios disparos el lunes a su expareja Yaneisi Mejía y luego se suicidó, no le habían impedido llegar aquella tarde al apartamento del residencial Carmen Renata III, en el sector Pantoja.

La tragedia ocurrió frente a sus propios hijos, tía y varios primos menores de edad, según narraron familiares de Mejía.

Al llegar ayer a la residencia, se vislumbró un ambiente cargado de silencio y sufrimiento, donde se lloraba dolorosamente la muerte de su familiar. Las lágrimas, sollozos y abrazos de consolación acompañaron las palabras de sus tíos y primos.

“¡Ay Yane!, ¿por qué?”, “¡no lo puedo creer!”, “¡tanto que le dije: mételo preso, por Dios!”, decían incesantemente en el momento que llegaba a sus mentes el recuerdo de lo sucedido en aquella tarde.

Su tía Aída Martínez contó que su sobrina le había interpuesto esas órdenes cuando hace un mes y medio sufrió fuertes amenazas por parte de él.

Aída le había revelado que durante aproximadamente una hora, el sargento la había encerrado en la habitación, donde la amenazó de muerte mientras le apuntaba directamente a la cabeza.

Para Yaneris y sus familiares, quienes le habían dado varias oportunidades hace más de ocho meses, con la intención de que sus hijos no sufrieran producto de la separación, este hecho rebosó la paciencia y consideraciones hacia el sargento.

“Se le dieron muchas oportunidades, él lloraba y suplicaba que lo perdonaran. Supuestamente hasta estaba yendo a terapias para mejorar su comportamiento”, expreó la tía de mujer asesinada el pasado lunes en la noche.

Maltratos En la vida de esta familia, la felicidad y tranquilidad se vieron desvanecidas hace varios años producto de las constantes amenazas, maltratos físicos y verbales, y hasta violaciones por parte del exesposo, revelaron familiares.

“Él se perdía en el alcohol. Se emborrachaba y llegaba a la casa para obligarla a tener relaciones. Iba y despertaba a sus hijos para abrazarlos. Eso era un infierno”, dijo Aída entre lágrimas.

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