DEVOCIÓN

La cristiandad en su máxima expresión: Divina Misericordia

Espera. Desde las 8:00 de la mañana las personas comenzaron ha hacer largas filas.

Espera. Desde las 8:00 de la mañana las personas comenzaron ha hacer largas filas.

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Karen Vásquez FernándezSanto Domingo

La Fiesta de la Divina Misericordia se convirtió ayer en un día donde los cánticos, las oraciones y las plegarias fueron la esencia de la divinidad, sumado a los llantos de alegría y los brazos alzados a la esperanza que convergieron con el mejor de los contrastes y una multitud exaltada por la fe en Cristo Jesús.

Con un ambiente cargado de paz y felicidad, la Casita de la Misericordia, del sector El Caliche, de Manoguayabo, recibió alrededor de 9,000 feligreses, quienes se mostraban esperanzados y regocijados en el “poder celestial”.

Cuando el reloj marcó las 8:00 de la mañana, ya la fila para contemplar el Santísimo se hacía más larga y abarcaba desde las inmediaciones de la Sirena del sector Las Caobas hasta el templo de la Divina Misericordia, entretanto, los adeptos que estaban en la hilera preferían leer los folletos de la conmemoración con el objetivo de conocerla.

Los que estaban de pie en diversos lugares luego se sentaron, debido a la inclemencia del sol y por el agotamiento físico, sin embargo, la necesidad de llenar su alma de gozo los motivaba a esperar más tiempo.

“Estoy aquí gozando de la fe católica, pido por la salud y por mi familia”, comentó Ester Bastardo, quien dijo que a pesar del cansancio tiene mucha esperanza en Dios.

El ambiente emanaba la paz que buscan aquellos que claman ayuda al Creador, las canciones y las animaciones religiosas hacían corroborar una vez más el incansable deseo de un milagro para los enfermos, como es el caso de Mercedes Durán, quien confía en la curación de su gastritis.

El olor a incienso prevaleció a las 10:00 de la mañana, mientras los feligreses se conglomeraban cada vez más alrededor del camino de El Caliche, que sería transitado.

Entre canciones de alabanza y personas de rodillas, inicio la procesión, la vestimenta blanca con rojo de los monaguillos era aún visible desde la lejanía.

Sosteniendo la cruz de madera oscura, caminaron por las callejuelas de El Caliche, con pasos lentos y cautelosos finalizaron dentro de la Casita de la Misericordia, con el padre Federico Marcial Sánchez, guiando el trayecto.

Eran ya las 11:30 de la mañana, cuando el paso de los religiosos había concluido, de su lado, en la conferencia “La eucaristía, fuente de misericordia”, monseñor Lorenzo Vargas comenzó la motivación diciendo: ¡Yo no puedo vivir sin la eucaristía! Yo no puedo vivir sin el domingo!, lo que provocó que todos los allí presentes empezaran a prorrumpir esas frases de manera enérgica y vivaz.

Mientras las palabras del monseñor retumbaban por los altavoces, María Montero, una de las feligresas, dijo entre lágrimas que estaba presente en la actividad para expresar su petición a Dios con respecto a la liberación del mundo de “todo mal”.

Ponderó, además, que compró un boleto aéreo desde New Jersey, con el fin de realizar sus peticiones.

Los agradecimientos hacia Dios, no se hacían esperar, los testimonios de la intersección divina en la vida de algunos se pudo constatar de una manera muy peculiar.

“Hace 14 años yo llegué una primera vez a la fiesta de la Divina Misericordia y el Señor tuvo un gran milagro para mí, y para mi niño, porque estaba embarazada en ese momento de cinco meses, y estaba atravesando problemas de salud, Dios me levantó, me restauró, me sanó”, dijo Yaquelis Suriel, quien agregó que según los médicos su hijo nacería con problemas graves de salud, pero en la actualidad está en buenas condiciones”. Señaló con gran alegría que esa fue la razón por la que se integró como discípula de la Comunidad Fuente de la Divina Misericordia.

Acto de fe. Una gran cantidad de feligreses se concentró en la Casita de la Divina Providencia. ubicada en el sector El Caliche, Manoguayabo.