Visitas
Los "peajes" que se pagan para entrar a la cárcel La Victoria
NARRAN QUE AL PENAL HAY QUE IR CON DINERO PORQUE HAY QUE PAGAR POR TODO
Massiel Ramírez Lebrón se pasó la mitad de la noche cocinando y esperando con ansias el aviso de las 7:00 de la mañana para ir al penal de La Victoria a visitar a su novio, a quien no veía desde hacía tres meses.
A pesar del cansancio, se esforzó en borrar las ojeras de su cara, se puso la mejor ropa que tenía y guardó en una bolsa todo lo que había preparado para llevar.
Le hacía ruidos la barriga por el estado de nervios que tenía, relata Ramírez Lebrón, todo por el tiempo sin ver a su novio. A más de esto estaba el problema de que para visitarlo tenía que pasar por un proceso muy distante del romance. Tantos trámites, solo para lograr dos horas de intimidad con su pareja.
Tuvo prácticamente que desnudarse, bajarse el pantalón y la blusa, dejando de lado todo pudor para demostrar a los agentes penitenciarios que no escondía nada, además de aceptar que los policías manosearan toda la comida que había llevado.
Entre las cuatro paredes de aquella habitación, Ramírez Lebrón no siempre tenía sexo con su novio. A veces sólo se recostaban, se acariciaban, cerraban los ojos y se imaginaban en otro lugar, lejos del ruido de rejas, las requisas, los policías, los horarios arbitrarios.
Ramírez Lebrón estuvo antes recluida en la cárcel Najayo-Mujeres, con una prisión preventiva, por un delito de droga del que luego fue absuelta. Su novio está bajo prisión en el penal de La Victoria, por asalto a mano armada.
Las visitas son una penuria De su lado, otra reclusa, que rehusó identificarse, por temor a represalias de los agentes penitenciarios, dijo que visitar la cárcel de La Victoria es una penuria y que salió de su casa en los Tres Brazos con mil pesos y solo le quedó para el pasaje de regreso.
“Ahí todo se cobra, desde guardar un teléfono celular, entregar la cédula de identidad rápida, para que te permitan la entrada al penal sin requisar, entre otros privilegios”, precisó.
La joven, que se trasladó desde Pedro Brand para visitar a un hermano en prisión por el asesinato de un agente del cuerpo del orden, relata que para guardar el teléfono celular hay que pagar 50 pesos, 50 para entrar con vehículo, entre 50 y 25 pesos para que te entreguen la cédula rápido, y entre 50 y 100 pesos a los policías que están en la puertas. Destaca, además, que hay que darle dinero a las personas que hacen el chequeo a las visitas y también a las que se encargan de revisar los bultos que llevan a los parientes.
Mientras, las familias son las que sostienen la vida de sus parientes dentro de las cárceles. “Muchas veces los internos piden a sus allegados que no vayan a visitarlos para impedir extorsiones”, cuenta la joven Julieta Rosario del Monte, que acudió al recinto a visitar a su esposo, preso por estafa.
“Es mejor que no vengan bien vestidos, que nadie se dé cuenta si tienen dinero. Sólo para conseguir pasar los distintos portones de la cárcel, hasta ver al familiar en el patio, pueden tener que pagar sobornos a los policías de cada control”, agregó.
Comenta que todo ese micro-mundo de las prisiones es una realidad conocida por las autoridades que miran a otro lado, y señaló que cada año salen informes y vídeos con denuncias de los presos, cifras de muertes, suicidios y corruptelas que nunca se acaban.
(+) LAS VISITAS A la entrada del penal de La Victoria funciona un mercado donde se vende desde ropa, fruta, palomita de maíz, coco, calizo y todo tipo de artículos. En ese lugar también venden teléfonos celulares de los denominados “maco”, y recargas.
Mientras que los vehículos y los motores que pasaban para el área del penal tienen que pagar 50 pesos a dos personas establecidas a la entrada.
Una adolescente que fue al penal a visitar a un novio fue devuelta de la puerta de la entrada, porque se hacía pasar como adulta, con la copia de una cédula.
El señor Eduardo Brito se quejó porque un agente policial quería sacarlo de la fila donde se encontraba, para llevarle comida a su hijo, que tiene nueve años preso por homicidio. Brito ya no quería darle dinero.
“Esto aquí no es fácil, eso es un abuso que tienen aquí en la puerta, querían macanearme; eso es una falta de respeto, yo tuve que enviarle la comida a mi hijo con otra persona, y no pude ver a mi hijo”, relató, entre llantos.
Varios religiosos que acudieron con Biblia en manos, destacaron que fueron allí a orar por los internos, como regularmente hacen durante las visitas de los domingo.
Sostienen que las visitas adquieren una relevancia crucial para la persona que sufre el encierro, porque eso le permite mantener un vínculo con sus allegados.