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Los milagros de la Nochebuena que han traído un año mejor

Anhelaron un milagro en Nochebuena. Unos vieron por primera vez que sus mesas no estaban vacías, dejaron de dormir en el suelo y pusieron un techo sobre sus cabezas; otros, aún esperan.

Una de esas historias contadas por Listín Diario fue: “Sin madre y sin Nochebuena”, que reflejaba las miserias y tristezas de los hermanos García, que habían quedado huérfanos producto de un feminicidio.

Un viejo colchón sobre cuatro blocks era su más valiosa pertenencia, y hoy cuentan con un hogar construido por el Gobierno, donde han estado durante los últimos tres años luego de la publicación de su historia.

Ramírez, Mariela, William y Nelson García, en ese entonces de siete, cuatro, 16 y 19 años, sobrevivían con la ayuda del uno al otro, mientras mantenían la esperanza de que pudiera cambiar sus vidas algún día.

“Nos ha ido bien gracias a Dios”, cuenta Nelson, el mayor de los hermanos y quien hasta hoy conserva su empleo en el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant), antigua Oficina Técnica de Transporte Terrestre (OTTT), donde se le ofreció la oportunidad en aquel entonces.

Afirma que viven de manera digna y segura, dos cosas que no tenían en aquella pequeña y deteriorada vivienda en Los Solares del barrio El Café de Herrera, en donde solo recordaban el asesinato de su madre.

“Ya busqué el título de propiedad”, expresó con emoción, sobre la vivienda de 43 metros cuadrados, en un solar de 200 metros cuadrados donado por el Consejo Estatal del Azúcar (CEA), por disposición del presidente Danilo Medina, en Quita Sueño, en Conuquito de Haina.

Afirma que los cambios han sido buenos y que sus hermanos siguen estudiando y que en esta Nochebuena comieron juntos arroz, pollo horneado y ensalada rusa.

Los anhelos de Morena

“La otra cara de la Nochebuena junto al Ozama”, fue la historia de Morena y sus cinco hijos, sus pilares de fuerza en sus muchas batallas y por quienes cada día busca un plato de comida limpiando en alguna casa.

Hace un año su techo era de pedazos de madera y de zinc lleno de hoyos, al lado de “la poza”, un pequeño manantial a orillas del río Ozama, en el sector Gualey, donde solo había una deteriorada mesa y unos colchones rotos.

Hoy Ángela María Roustand Ramos, conocida como Morena, tiene una vivienda digna, por la cual afirma que cada día agradece a Dios. El gobierno le hizo entrega de una casa ubicada en el sector Barrio Nuevo, Villa Mella, completamente amueblada, lejos de la contaminación que afectaba la salud de sus hijos.

Sin embargo la joven madre, viuda desde hace varios años, aún espera el empleo prometido por la directora del Plan Social de la Presidencia, Iris Guaba, quien además les aseguró raciones alimenticias, las cuales solo se cumplieron por algunos meses.

“Esta Navidad no fue igual, mis hijos no pudieron tener la mesa como aquella vez porque al no tener trabajo y solo estar limpiando casas por algunos 100 pesos no me alcanzó”, dijo

Morena aún tiene esperanza de que Plan Social cumpla su promesa, porque “cuidar sola cinco niños no es fácil”.

Las promesas de Yolanda

Su rostro se cubre de lágrimas. Recuerda aquella historia “Anhela el milagro de la Nochebuena”, de hace cuatro años, donde contaba sus miserias, su impotencia y su dolor.

A Octavia Cuevas Encarnación, conocida como Yolanda en el barrio 27 de Febrero, se le cumplieron dos sueños: que uno de sus hijos pudiera ser operado de una hernia umbilical y que todos llevaran un pan a sus bocas aquella Nochebuena.

En ese entonces tenía en su vientre al séptimo hijo, el mismo que hoy le suplicaba por comida.

Aún sigue desnutrida, al igual que sus hijos. El Plan Social de la Presidencia les prometió raciones alimenticias, pero estas solo llegaron en Navidad.

“Lo más lindo fue que ellos cenaron, pero hoy van a la escuela sin comer”, dice llorando y su hija de once años la acompaña.

Esta Nochebuena la mesa estuvo vacía, porque ella no ha podido conseguir un empleo y su esposo, Rafael Sánchez “echa días” en las calles buscando el sustento en obras de construcción.

“Aún tengo esperanzas de que todo podrá cambiar algún día”, dice mirando a sus hijos con mirada que reflejan dolor.

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