BÚSQUEDA DE SANACIÓN
“El profeta no fue donde mi hijo”
Roberto Fiselí ha intentado ver al llamado “profeta” TB Joshua para que retire la bala incrustada en la espalda de su hijo Juanelis, pero no ha tenido éxito.
Él y su esposa habían ahorrado una gran suma de dinero durante un año para ir a Nigeria, a fin de que el ministro sanara a Juanelis, de 20 años de edad, quien no puede caminar desde hace 6 años porque fue tiroteado por alguien que lo confundió con un ladrón que estaba subido en el techo de su hogar.
Al enterarse de que el “hombre de Dios” realizaría una jornada de oración y sanación en República Dominicana, Roberto brincó de alegría porque no tendría que gastar una gran cantidad de recursos para ir tan lejos a que sanaran a su hijo.
Sin esperarlo, la “cura” a los quebrantos de salud de Juanelis se trasladaría hacia donde él.
No obstante, la esperanza se desvanecía cuando desde el viernes llevó a su hijo al Estadio Olímpico, y el profeta ni siquiera logró mirarlo.
“Yo vine desde el viernes para que él sanara a mi hijo. Y los organizadores de este evento dejaron pasar a personas que no tenían gran cosa, a veces personas que podían caminar y que estaban bien de salud. No entiendo por qué a mi hijo que tiene una bala dentro todavía, que no puede caminar y se está muriendo, no dejan que el profeta lo sane”, exclamó Roberto a punto de estallar en llanto.
Durante este viernes y sábado, el pastor TB Joshua, quien es un famoso predicador nigeriano, ha llevado a cabo una jornada de curación, alabanzas y mensajes de la palabra de Dios en el Estadio Olímpico, ubicado en la capital. Su fama se debe a supuestos milagros que ha realizado con sus manos y frente a las miradas de sus feligreses.
Por ejemplo, personas con muletas que empiezan a caminar al ser tocados por el llamado profeta, o gente con diagnóstico de cáncer terminal e inmovilizados que se levantan de los colchones, al ser supuestamente curados por el “hombre de Dios”.
Ofrenda
Entre los cantos y bailes de alabanzas, y las prédicas de otros pastores que estaban en la tarima; el personal del evento cargaba las cubetas azules para que los feligreses se desprendieran de las ofrendas como prueba de su fe y sacrificio espiritual.
Entre 100, 500 y hasta mil pesos, e incluso de a 50 y 100 dólares se veían caer sobre los hondos recipientes; al mismo tiempo que uno de los predicadores comparaba el pobre sacrificio de Caín con el desprendimiento monetario de los allí presentes.
“Hay hermanos que no tienen la fe de sacrificarse y dar la ofrenda que Dios manda, solo echan menudos como ofrenda para que el vecino vea que ellos ofrendaron. Eso no es tener fe hermano”, decía.
Los desmayados
En la parte de atrás, en el terreno del estadio, se encontraban cientos de enfermos que tenían prohibido el acceso a la parte delantera.
Ante el calor y el tumulto de personas; ancianos, niños y enfermos se desmayaban o eran llevados cargados a un lugar donde pudieran tomar aire, ya que la parte trasera estaba rodeada de parapetos de metal que les impedían el paso.
El personal del evento no quería fotos y en una ocasión advirtieron al fotógrafo de este medio de que no podía ingresar con su cámara a esa parte del terreno, ya que el lugar de fotografías era en los alrededores de la tarima donde estaban tocando los grupos y se realizaban bailes cristianos.
Allí, en ese mismo lugar, se encontraba Roberto con Juanelis, lejos de las manos del profeta que, según él, podía retirar de la espalda aquella bala que amenaza la vida de su hijo.