La República

SERIE ESPECIAL 4)

Pasó de ser limpiabotas a dueño de 7 almacenes

Cuando Ramón Luciano, de 52 años, puso su primer almacén en Pantoja tenía cuatro empleados, en la actualidad son 56.

Primer almacén. El primer establecimiento, Ramón Luciano lo inició en Pantoja, del municipio Los Alcarrizos. A partir de ese momento le fue bien en el negocio y en la actualidad tiene siete.

Santiago Benjamín de la CruzSanto Domingo

El deseo de superación de Ramón Luciano, de 52 años, sobrepasó las barreras de la pobreza extrema en la que vivía junto a su familia en un pequeño campo llamado “Cabía” de la provincia Puerto Plata. Desde niño tenía claro lo que quería ser: comerciante, y lo logró en una magnitud que nunca imaginó.

Luciano desde niño fue muy despierto e inquieto. Sin que nadie lo mandara buscaba limones para hacer jugos y venderlos. Con la agilidad que lo caracteriza buscó la manera de llegar a Santo Domingo, con 14 años. Su primer trabajo fue de limpiabotas, pero con dedicación y esfuerzo logró hacer realidad su sueño de ser comerciente y hoy es dueño de siete almacenes.

Su primer trabajo Como si fuera ayer, Ramón Luciano recuerda que llegó a Santo Domingo el miércoles 3 de enero de 1980, a las ocho de la mañana. Tenía 14 años y su primer trabajo fue en una zapatería de uno de los tíos, ubicada en la calle 6, en Capotillo.

“Ahí yo era el limpiabotas de la zapatería. A mi tío le llevaban los zapatos para arreglarlos y él tenía que entregarlos limpios, y eso era lo que yo hacía, limpiarlos”, expresa.

Luciano permaneció realizando ese trabajo alrededor de dos meses. Aprovechó que había muerto una persona en su pueblo natal y le pidió a su tío que quería ir a los últimos rezos, pero su intención era ver al mejor amigo de su padre, que tenía un colmado en Villa Consuelo.

“Yo sabía que desde que el amigo de mi papá me viera, me iba a preguntar qué yo estaba haciendo, y así fue, le dije que quería trabajar con él, que yo hasta me estaba arropando con periódicos. Inmediatamente él me dijo que sí, que fuera al mercado de Villa Consuelo a las cinco de la mañana, que él estaba al lado de los baños en la casilla número 21”, cuenta.

Empezó a trabajar inmediatamente y su función era despachador. En ese momento todavía tenía 14 años.

Ramón Luciano quería progresar más, porque, según dice, siempre ha sido una persona exitosa, y desde pequeño tenía claro que quería ser comerciante, pero de forma independiente.

Buscando independizarse, Ramón le dijo a su tío que quería poner una mesa solo en el mercado, por lo que dejó de trabajar con su familiar y puso su negocio donde vendía ajo, cebolla, papas, sopita, entre otros productos.

“Cuando ya tenía ese negocio solo, el presidente de la Asociación de Comerciantes de Santo Domingo que en ese momento le llamaban Domingo Luzón, siempre veía que yo era inquieto y me dijo: yo no quiero que tú trabajes esto, vende todo lo que tienes y cuando termines pasa por mi almacén, y yo le dije que está bien”, dice.

Luciano vendió todo y fue donde Domingo, quien llamó a su compadre y lo recomendó para trabajar.

“Domingo me dijo que no podía seguir trabajando como estaba, porque los meseros en el mercado no avanzan, y que él me veía como una persona que iba a tener éxito”, puntualiza Ramón.

Dice que duró un tiempo trabajando en ese negocio y que después se fue porque le ofrecieron trabajar en un lugar más cómodo. Duró un tiempo en ese establecimiento y después le ofrecieron un mejor empleo en Villa Consuelo.

Pasaron tres años y a los 17 años Luciano se casó, tuvo sus tres hijos y comenzó a trabajar en un negocio que tenía varias sucursales y cada cierto tiempo los nombres de todos los empleados eran introducidos en una tómbola para elegir a uno para que administre uno de los negocios.

“El sorteo era por votación. Éramos 26 empleados y yo salí agraciado”, dice. El negocio que le dieron a administrar fue en 1987.

A los 23 años Ramón Luciano puso su primer negocio con un capital de RD$126,000. Durante el tiempo que duró en el establecimiento en Villa Consuelo ahorró y con ese dinero inició con su colmado. En 1991 puso en el segundo en Cristo Rey.

Fracasos En los años 90 la situación económica estaba empeorando, y los negocios de Luciano se vieron afectados. Se vio obligado a devolverle a los vendedores la mercancía que tenía en ambos establecimientos y pagó lo restante. Ambos negocios no tenían forma de subsistir.

“La situación estaba mal. Yo no podía subsistir, y para no quedar mal devolví la mercancía y compré un carro y me puse a taxear”, recuerda.

Buscando otra forma de ganar dinero, Ramón se dio cuenta que en la capital no había vendedores de casabes y se fue a Mención, en Santiago Rodríguez, averiguó los precios, y regresó a la capital. Cambió el carro por una camioneta y se puso a vender casabe a los colmados y supermercados.

Después de durar seis años vendiendo casabe, un hermano de su esposa tenía un pequeño almacén y le propuso que lo administrara y Luciano aceptó.

El resurgir del negocio Con las ganancias que tenía de su trabajo, Ramón Luciano ahorraba y tiempo después dejó de administrar el negocio de su cuñado y puso su primer almacén en Pantoja, municipio Los Alcarrizos.

“Comencé pagando RD$9,000 mensual por el local y luego me lo subieron a RD$11,000. A los tres años compré el establecimiento. Después me comenzó a ir muy bien; puse el segundo almacén en Herrera, el tercero en Los Girasoles; el cuarto en Pedro Brand; el quinto en Buenos Aires de Herrera; el sexto en Los Ríos, y el séptimo en Pedro Brand, también”, cuenta con orgullo.

El negocio principal de los Almacenes Luciano está en Pantoja y él administra.

Manifiesta que ha tomado varios préstamos para hacer crecer su negocio, el primero fue de RD$500,000 y el más alto de RD$5 millones.

Consejo El consejo que Ramón Luciano le da a los pequeños empresarios es que sean serios, responsables y perseverantes.

“Si alguien te prestó, págale. Hay que tener honestidad y honradez”, dijo.

Expresa que de su familia el único que ha salido adelante es él, “porque éramos pobrecitos. A mis padres yo era el que le mandaba la compra todos los meses al campo. Ellos murieron, y mi hermana quedó allá. Y yo todos los 27 de cada mes le mando la compra”.

Visión La visión de Luciano para el futuro es salir del negocio, dejárselo a sus tres hijos y ponerle una cuota mensual para poder vivir.

“Mis hijos son parte de los negocios, e incluso, el contador general de la compañía es mi hijo mayor. Yo hago los pedidos y él planifica todos los pagos”, expresa.

“Yo lo que quiero es salir y que ellos se queden. Otro de mis hijos hace unos años salió del negocio y puso una empresa de computadoras, y la hembra trabaja en otra cosa, no le gusta esto”, añade.

Precisa que su trabajo lo ha aprendido de manera práctica. Ha incursionado en algunos talleres de superación, pero sus aprendizajes han sido de campo. Gracias a su trabajo tiene su vehículo, propiedades y sus ahorros.

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