La República

PANORAMA POLÍTICO

Mentira amenaza el crédito de la prensa

De tanto propalarse que la prensa está comprada y sirve a los intereses del gobierno, en el caso, al del presidente Danilo Medina, el público que está supuesto a confiar en los medios, podría perder esa confianza y creer en una mentira constantemente repetida.

La noción de una prensa vendida a los intereses políticos o comerciales, debilita lo que se llama la libertad de prensa puesto que al margen de todas las consideraciones tradicionales, se pensaría que el producto que se le sirve al público viene sesgado por la parcialidad.

Lo contrario es la eliminación o ponerle sordina a la crítica, algo que está haciendo sin real éxito el flamante presidente de los Estados, Donald Trump, un adicto al populismo que quisiera desnucar las instituciones seculares del liberalismo americano.

Sobre una prensa comprada parece haber un trasfondo porque lo mismo se decía durante los doce años del doctor Balaguer, que se inauguró en 1966, pese a que en el seno de ese gobierno se entendía que la prensa en sentido general era adversaria al viejo gobernante.

Tras darle paso ese régimen al del presidente Guzmán en 1978, con los medios electrónicos nonatos, en los mentideros políticos se hablaba de lo mismo pese a la sobriedad con la cual el gobernante manejó los fondos públicos lejos del derroche publicitario.

Como en el régimen de los 12 años, lograron fortuna los magnates de la publicidad, que para la época inauguró lo que sería una costumbre, conceder 15 o más por ciento por la propaganda colocada en los medios de comunicación, enorme riqueza en la época, se creía que la misma se “derramaba” a los periodistas.

De ahí en adelante la historia se ha repetido. El ex presidente Mejía, fiel a su espontaneidad, dijo una vez que tenía un presupuesto para los fines de la prensa. El doctor Fernández y Medina, los gobernantes del PLD han manejado el tema con parsimonia, aunque se les acusa de lo mismo.

Fernández y sobre todo Medina han sido pichicatos. No hay un solo periodista que haya recibido una casa, un llamado “impuesto único” del gobierno. La lista para las jubilaciones del Estado no crece más porque se mueren mientras esperan las facilidades.

Los periodistas de la generación de mediados de 1960 y antes no conocieron la posibilidad de enriquecimiento a costa del Estado, ya fuera mediante la publicidad o las relaciones públicas y asesorías que completaban sus siempre menguados salarios.

La mayoría de los periodistas de la época que sobreviven, lo hacen precariamente, algunos con pensiones del Estado que ya no alcanza para cubrir las necesidades básicas y los medicamentos resultantes de la avanzada edad o de las enfermedades.

Uno de ellos trabajó más de 40 años en el Palacio Nacional, desde 1963 tras asumir el profesor Bosch hasta el último período del doctor Fernández, cuando fue jubilado con un salario de 35,000, que aún en esa época no era razonable ni compatible con sus servicios.

El monto de la pensión que se le asignó a ese periodista consagrado que vio generaciones de reporteros pasar por el Palacio Nacional para cubrir esa importante fuente, representa, incluida la regalía pascual alrededor de mil pesos diarios en términos actuales.

Si al limpiabotas del parque Colón en Santo Domingo se le ofreciera un salario de 35,000, para que se jubilara después de tantos años de trabajo, miraría con extrañeza al ofertante, quizás con sentido de que lo ofendía porque sus ingresos son mucho mayores.

Publicidad y conflicto He tenido que defender la honorabilidad de conocidos colegas, algunos de los cuales solamente conozco por referencia y por sus apariciones en medios escritos, de radio y televisión, ante el comentario de que pese a sus críticas furibundas, los programas están repletos de comerciales del gobierno. Sería una especie de doble standard.

En parte, algún sector de la prensa ha reafirmado lo que cree que es su papel en la lucha política, tomando partido generalmente en contra del gobierno de turno, olvidando que la prensa no se hizo para tumbar a los gobiernos aunque tampoco para servir a los mismos.

El ataque al gobierno es la más fácil de las opciones que se tienen al momento de incursionar en la policía, ahora en los casos de “comunicadores” y opinantes de medios digitales que no están sometidos a la corrección de una mesa de redacción.

De ahí que, en medio de un trastorno total respecto al uso de los medios de comunicación, especialmente de televisión, radio y periódicos digitales, el lenguaje ordinario y soez se ha impuesto y el seudónimo ha adquirido la condición de categoría.

Las llamadas redes sociales están ahora apoderadas de la situación; convocaron hace días a manifestaciones en las ciudades norteamericanas contra el presidente Trump, en la ciudad de Santo Domingo el pasado 22, contra la impunidad y en Rumanía contra una ley que protege la corrupción. En ascuas, en muchas partes del mundo, los gobiernos se enfrentan a un nuevo fenómeno que es atractivo, no cuesta nada y crea liderazgos que en la lidia común de los partidos no sería posible y trepadores. Las redes pueden quitar y poner gobiernos.

Montado en las redes Montado en las redes, el obispo designado en la Diócesis de Baní, monseñor Víctor Masalles, en Boga siempre y más tras apoyar la marcha contra la impunidad del domingo 22, quiere al parecer cimentar un liderazgo que el Vaticano le negó al nombrar a otro como arzobispo de Santo Domingo.

Hace días el obispo que acaba de ser entronizado, descalificó a monseñor Agripino Núñez Collado para formar parte de la comisión nombrada por el presidente Medina para revisar el contrato de Punta Catalina, rompiendo con ello una norma no escrita de respeto entre los jerarcas católicos.

Cuando estaba en el candelero el caso del finado nuncio Wesolowski y se encontraba en Roma esperando el juicio vaticano por sus crímenes de pederastia en la RD, el obispo de Baní dijo que lo encontró paseando por una avenida de Roma, pero en vez de abrazar al pecador con el cual había alternado tanto, lo que hizo fue denunciar el caso a la prensa.

Los pasos que dio monseñor Masalles para conseguir el arzobispado de Santo Domingo, conferido a un sacerdote de nacimiento, origen y color de la mayoría dominicana fueron muchos tanto en el país como en el exterior. No contó con que el papa Francisco tenía su carta.

Se diría que hay que tener indulgencia con los humildes periodistas que no tienen la experiencia ni la continencia y limitantes morales dictadas por una religión, y que viven el día a día con las preocupaciones de que el futuro no les depare la protección del retiro que tienen otros.

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