La República

NECESITAN UNA CASA

La pobreza extrema está tan cerca como el ensanche Evaristo Morales

UNA FAMILIA, QUE TIENE DOS HIJOS MENORES DE EDAD, UNO DE ELLOS CON UNA CONDICIÓN ESPECIAL, CARECE DE TODO Y ENFRENTA UNA AMENAZA DE DESALOJO

Isaura Félix PeraltaSanto Domingo

De todos los detalles que indican la pobreza en que vive la familia de Leonel Montero y Marina Salas, el que más impresiona es un hoyo ubicado justo en el centro del cuartucho donde habitan junto a sus dos hijos, uno de ellos discapacitado.

Además del hoyo, las latas y los blocks donde se sostiene un colchón sucio y roto y el hecho de que el lugar carezca de un baño, de manera que los desechos humanos son echados en funda, muestran que la pobreza extrema resulta tan cercana como el ensanche Evaristo Morales, en el centro de esta ciudad.

Un hoyo, ubicado en el centro del cuarto, es el bienvenida visual de la empobrecida vivienda. La familia no sabe cómo se formó, y tratan de taparlo con trozos de madera porque salen insectos de su interior.

En la calle Respaldo Rafael F. Bonelly, en corazón del Evaristo Morales, reside esta familia compuesta por cuatro integrantes, en condiciones infrahumanas, y sobre la cual pende una amenaza de desalojo, por lo que apelan a la buena voluntad de personas o autoridades, para que puedan ser reubicados.

Leonel Montero Vicente, llegó hace 27 años a Santo Domingo desde su natal Hondo Valle, provincia Elías Piña, en busca de mejorar de sus condiciones económicas. Se desempeñó como empleado de seguridad de algunas empresas, entre ellas una donde sus jefes le facilitaron un anexo en la parte trasera de un taller de ebanistería para que viviera.

Dos latas vacías y dos blocks, son el soporte de la deteriorada cama en la que Leonel y Marina tratan de conciliar el sueño.

Varios años después, Leonel conoció a Marina Salas Caraballo, y formaron una familia, compuesta por dos hijos, José Luis de 15 años, quien padece de una condición especial, y Luis Miguel, de 16.

La mayor preocupación de la familia, es el incierto futuro que les espera. Cuentan, con lágrimas en los ojos, que el propietario del terreno en el que viven perdió un caso judicial, y que el nuevo dueño les avisó que los desalojará antes del mes de diciembre, a pesar de que le han pedido que les considere, al menos, por sus hijos.

En el pequeño y empobrecido cuarto, sus ropas cuelgan de un alambre, al igual que su suerte; por lo que esperan que nobles corazones se apiaden de su realidad y les ayuden.

En el cuartucho, donde vive la familia, se observan las precariedades: los pocos ajuares que poseen se encuentran colocados sobre trozos de blocks; los colchones de las camas están rotos y mojados a causa de las lluvias que ocasionó el reciente huracán Matthew. No poseen estufa, por lo que cocinan en un fogón y la nevera no les funciona.

En el medio del cuarto está el hoyo que la familia no se explica cómo se formó. S10olo saben que, con las lluvias, una grieta que había en centro de la casa creció, y de allí, constantemente, salen insectos.

Los pocos alimentos que consiguen, los cocen en un fogón porque no tienen estufa y su nevera no funciona.

Tampoco tienen baño, lo que les obliga a realizar sus necesidades en bolsas desechables que luego lanzan a la basura. Además, se bañan a la intemperie.

Debido a la diabetes, que cada vez se le fue complicando con otras enfermedades, Leonel se vio en la necesidad de dejar de trabajar, por lo que Marina, quien se desempañaba como doméstica en casas de familias, era quien llevaba el sustento económico al hogar.

Pero desde hace tres meses, Marina, quien se encuentra en procesos médicos debido a que su salud se ha deteriorado considerablemente, no tiene empleo. La familia se sustenta con ayuda de vecinos, quienes recolectan no solo alimentos, sino también dinero para la insulina que a diario debe suministrarse Leonel.

Sus dos hijos, ambos menores de edad, estudian de noche. Durante el día, colaboran con la limpieza en los patios, entre otros mandados para negocios y casas del sector. Los menos de 100 pesos que reciben, de manera esporádica por esos favores, se los facilitan a sus padres para que “hagan algo”.

A pesar de sus precariedades, esta familia trata de salir adelante con fe y esperanza. Actualmente, los dos menores estudian de noche y de día limpian patios para conseguir algo de dinero.

El agua que consumen no es potable, para almacenarla, tienen un tanque que les facilitó un vecino. No pueden pagar la energía eléctrica, la cual les será suspendida en los próximos días.

Tanto Marina como Leonel claman ayuda para ser reubicados, anteponiendo que lo más preocupante para ellos es la integridad de sus hijos.

Esta familia carece de teléfonos, para cualquier ayuda, se puede contactar los números 809 703-0929 y 809 304-3228, que pertenecen a miembros de la Pastoral Social de la parroquia El Buen Pastor, que ha brindado apoyo a la familia.

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