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CRÓNICA

El quepis del general

Del general solo estaba a la vista su quepis que reposaba sobre el féretro. De allí lo tomó su viuda y lo sostuvo en las manos hasta que fue introducido en el vehículo funerario que lo trasladó hasta el camposanto.

Ese quepis, ahora vacío, que tantas veces los dominicanos vieron sobre la cabeza de Antonio Imbert Barrera, fue el único recuerdo personal visible en el funeral del general vitalicio y Héroe Nacional, quien la noche del 30 de mayo de 1961 concretó el plan que terminó con la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo para devolverle la libertad al pueblo dominicano.

En las manos de Giralda Busto viuda Imbert, el quepis parecía esperar la llegada de su dueño mientras en la catedral Primada de América se escuchaba la voz de Frank Rainieri.

“Sobre el 30 de mayo se ha hablado mucho, pero en lo personal creo que lo que convirtió a los héroes del 30 de mayo en verdaderos héroes fue, utilizando al jerga de hoy en día, que no tenían un “plan B”, no sabían dónde iban a buscar refugio o qué harían en caso de que el plan fallara”.

“Si nos hubiésemos puesto a pensar sobre dónde escondernos no lo hubiésemos intentado”, contó Rainieri que le dijo su “tío Antonio” en una ocasión.

“No hubo una situación de conflicto en el país que requería su presencia y en la que él no estuviera presente”, aseguró.

Al finalizar la homilía, se escuchó en la Catedral la famosa canción de Rocío Durcal, Amor eterno, y el féretro cubierto con la Bandera Nacional fue sacado a la parte frontal de la Catedral, donde recibió los honores correspondientes a la investidura que ostentó hasta el día de su muerte como general.

Durante el homenaje, doña Giralda seguía aferrada al quepis del general hasta que el féretro fue introducido al carro fúnebre.

En su camino hacia el cementerio Puerta del Cielo, el cortejo se detuvo unos minutos frente al Monumento a los Héroes del 30 de Mayo, ubicado en la autopista que lleva el mismo nombre, a donde el general, cada 30 de mayo, acudía tocado con su quepis para conmemorar la gesta. Esta vez, prosiguió la marcha sin saludos ni apretones de mano para uno de los sobrevivientes de la locura de sangre más frenética que ha conocido la historia dominicana: la venganza de Ranfis Trujillo contra los que ajusticiaron a su padre.

Cuando los restos del Héroe Nacional fueron sepultados ya no estaba el quepis y la bandera, que cubría el féretro, fue doblada y entregada en un cofre a la viuda.

El quepis, tal vez, regresó al armario, del que nunca más lo volverá a sacar, para complementar su uniforme de militar, el general Imbert Barrera, el hombre que será siempre recordado como uno de los responsables de dar muerte al tirano que sembró horror en el país durante 31 años.

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