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LA ENTREVISTA

León Félix Batista: No soy más que un individuo que ha perseguido sus instintos creativos

“DE LO QUE HAN SIDO CULPABLES NUESTROS INTELECTUALES ES DE ADOSARSE PARA CALLAR LO QUE CONVIENE Y CUANDO CONVIENE”

León Félix Batista es uno de los poetas dominicanos de mayor activismo creativo, lo que se demuestra con una obra poética que madura y se transforma, que ha atravesado caudales estéticos que hoy lo colocan en la esencia de la “poiesis”, el término que origina la creación para hacer del poeta un ente entre los místico, lo filosófico y lo reflexivo.

En este diálogo y como siempre, habla a la franca. No es nacionalista en el sentido de la intolerancia y lo justifica con los muchísimos años que residió, se alimentó estructuralmente de la educación neoyorquina y tuvo que sobrevivir en el gueto de una subsistencia que más que distanciarlo o enajenarlo de lo suyo, lo acerca a esa sensibilidad, a esas costumbres, a ese sentimiento de dominicanidad, que para él son irrenunciables.

Habla del mal uso que se le da al término, que para nosotros a veces resulta excluyente, una categoría incluso despectiva, “escritores de la diáspora” y para prurito de muchos que no lo han analizado, Juan Bosch, Pedro Henríquez Ureña y el mismo Pedro Mir, Manuel del Cabral, vivieron años, incluso décadas en el exterior, donde produjeron una obra monumental y nadie osa llamarlos escritores de la diáspora.

“Te lo dice un escritor de la diáspora. Y a los propios escritores nuestros que no viven en la isla menos convendría esa camisa de fuerza. Nada más movedizo que el estatus migratorio de un escritor exiliado. Unos acaban de llegar, otros están desde niños, algunos ya regresaron y otros sueñan con hacerlo. Añade a ello que una cosa es vivir en Nueva York y otra en Texas, Barcelona, Managua o los Países Bajos. Mira a quiénes citaste en tu pregunta anterior como poetas dominicanos por excelencia: Mir, del Cabral y Fernández Spencer, gente que se pasó media vida viviendo en otros países, y a nadie se le ocurre colocarlos en la diáspora. ¿Y cuáles son considerados por tradición e influencia nuestros más grandes escritores? Pues Pedro Henríquez Ureña y Juan Bosch, quienes como es conocido escribieron desde fuera sus mejores libros, ¿así qué? Ahora, si me preguntas por la existencia de una literatura nuestra EN la diáspora, mi respuesta es inmediatamente: “sí”.

Contrario a las opiniones de que existe un desdén hacia los escritores dominicanos, el poeta autor de Caducidad y de Negro Eterno dice que es lo contrario:

“En ocasiones hasta me sonroja lo contrario: la adoración genuflexa por parte de sus correligionarios a escritores nuestros más o menos “exitosos”. He visto cómo escritores-lectores sólo se leen entre sí y a sus contemporáneos, hecho que tristemente se refleja en una producción escritural endogámica, degenerada en su ADN literario. Bien es verdad que en todas las especies literarias los miembros jóvenes de la jauría imitan ciegamente las actitudes de su escritor primate, que permanecerá como macho alfa hasta ser vencido por el zarpazo enérgico de un nuevo miembro de la camada. Cuando sucede, entonces serán sus cromosomas líricos los que se trasmitirán, y así sucesivamente. Todo esto lo digo metafóricamente, por supuesto: no aludo a nadie en concreto”, responde.

Sobre el tema de los intelectuales y sus reflexiones hacia la problemática haitiana, León Félix Batista refiere que de lo que han sido culpables nuestros intelectuales “es de adosarse para callar lo que conviene y cuando conviene, así como de no entender que ser es ir-siendo. Lo que acontece en nuestro país no es poca cosa, no es “paja de coco”. Se trata de la aplicación agresiva de las últimas maneras de manipulación mediática, para provocar en nosotros pautas de comportamiento en masa, acrítico”.

En este diálogo, el poeta León Félix Batista reflexiona sobre la revolución que primero debe darse en el escritor, primero que en la cultura, como un proceso indetenible de transgresión, llama a sacudirse y buscar la manera de publicar en el exterior, de utilizar las fórmulas modernas de acceso a la publicación de e-books, las editoriales internacionales.

Aquí, de cuerpo entero, León Félix Batista queda como un intelectual de recia formación y gran optimismo, contrario al pesimismo ideológico que históricamente ha surcado el pensamiento dominicano.

A continuación la entrevista:

“Es un libro que procura crear un universo instantáneo y fugaz como ente problemático del ser, a través de un lenguaje minimalista y un tanto hermético, donde la vida transcurre sin un derrotero determinado o preciso, más bien sinuoso y angustioso”, dicen los miembros del jurado al dar el veredicto con el que su poemario “Un minuto de retraso mental” obtuvo el Premio de Poesía Por Nuestro País Primero, de la Sociedad Cultural Renovación en el 2013, ¿es eso lo que usted quiere transmitirle al lector con esos versos?

LFB: Lo que vio el honorable jurado en mi libro me parece pertinente como opinión de lectores, que al fin y al cabo es lo que son, y lo bastante agudos para juzgar poemas en un premio. No lo rebataría ni aunque estuviera en desacuerdo (porque, de hecho, lo estoy). Ahora bien, ni en “Un minuto de retraso mental” ni en el resto de mi poesía la tentativa es transmitir nada concreto, definitivo o preciso, ni siquiera transmitir indeterminación, abstracciones o imprecisión. La poesía es lenguaje y su propia materialidad es la que “dice”. La referencialidad es una pura ilusión, cuando no un manejo burdo contra la polisemia de los códigos lingüísticos en manos del Poder (mediático, político, económico). La poesía procede, en su exceso expresivo, como parodia de la acumulación de capital, que sólo busca acopio de lo mismo: esa cosa en papel, metal, acciones inconcretas en pantalla o letras de cambio a las que llama “valores”, y que enriquecen. Pero el cúmulo emprendido por el poema, contradictor al fin de la realidad presente, es uno de cambio de letras en desborde, multirreferencial, sin especificidad de un único sentido: configuración no numérica (contable, constable, descontable) sino simbólica. Y el soporte real no son lingotes, sino lenguaje, que se basta por sí mismo, solo, enriquecido. Fuga de fondos y formas, bóveda de banco de la datos de la conciencia abierta de par en par. Poesía a pagar al portador, que es el lea. El significado de lo que escribo debe crearlo el lector conmigo, con mis crisis, como réplica a, y de, lo que dije, no de lo que quise decir. Mi lector, con su consentimiento, debe dejarse poseer (no por mí: por el poema) y bailar pegadito (no conmigo: con el texto), cuerpo a cuerpo, brillando hebillas.

¿Cómo ha evolucionado la poesía de León Félix Batista desde los tiempos de poemas sugerentes como Paja Brava, Masturbarte con Champú, Negro Eterno, y Caducidad, de estancamiento o evolución?

LFB: La poesía, las manifestaciones artísticas, dudo que evolucionen, al menos como entendemos corrientemente el término. Habré “evolucionado”, si acaso, yo, leyendo, viviendo, reconociéndome en los otros y en su escritura. En estos casos que cita tu pregunta, mi libro “Negro eterno” (Casa de Teatro, 1997) dio la verdadera torsión en mi camino literario, cuando por primera vez me sentí en control de una voz cuasi mía, diferente, satisfactoria. Quiero mucho ese libro. Paja Brava y Masturbarte con Champú, dos poemas bastante celebrados, acaso por su agresividad erótica, son posteriores, parte de mi tercer libro, “Vicio” (Casa de Teatro, 1999) y además el segundo componente, con “Burdel Nirvana” (Casa de Teatro, 2001) de mi trilogía “Prosa del que está en la esfera” (Tsé=Tsé, Buenos Aires, 2006). Ahora bien, “Caducidad”(Amargord, Madrid, 2011) es otra cosa, un salto técnico-prosódico y formal cuando sentí agotados los procedimientos de esa trilogía. Puede que en ese sentido hablemos de cambio de perspectiva y de visión del hecho poético, en vez de, propiamente, evolución.

Hay una poesía del posmodernismo, cuyos textos se basan en la palabra inconexa y con una lógica muchas veces poco inteligible para el público menos culto, usted como cultor de poemas como “Delantal de la hotentote”, con versos como “la fronda va orquestando (cantera de algo crudo) compuestos inestables, aquello que antes era privilegio de las olas sobre las mares llanas, alimenta abultamientos…”, ¿cree que la poesía tradicional que se practica en República Dominicana está desfasada?

LFB: El asunto es complejo, Néstor, cuando hablamos de postmodernidad en la poesía. El aspecto principal es que el pensamiento postmoderno, argumentando en contra de los fundamentos de la modernidad y sus utopías (el Psicoanálisis, el Marxismo, la Relatividad, la Teoría Cuántica, etc.) fundó sus ideales en la virulenta resistencia al logocentrismo generado por las nuevas condiciones económicas, el dominio de los medios de comunicación y la tecnología, ¿no? Así, en combate contra la descentralización impuesta por las consecuencias de la globalización de las aldeas, la apabullante interconexión y un poder político difuso, descentrado y distribuido en periferias, a la expresión literaria, como actitud estética cuya materia es el discurso, es el lenguaje, no le quedó más opción que intentar desmantelar estas imposiciones, estas nuevas categorías funcionales y racionales, remedando su descentramiento a través de lo que aparenta ser, como dices, inconexión, ininteligibilidad, etc., –lo que es más bien desplazamiento del centro en pro del policentralismo, elipsis contra el estancamiento del signo o fragmentariedad (que no disgregación) opuesta a la supuesta continuidad de los procesos, la pretendida totalidad–; en fin, si tú quieres, el despilfarro barroco. Tu pregunta, entonces, al incluir el calificativo “tradicional” se responde a sí misma con el siguiente calificativo que utilizas: “desfasada”. Ambos adjetivos van amalgamados. Ahora bien, yo no creo que esa sea la práctica general de la poesía en nuestro país. Todo lo contrario: quedan pocos reductos para ello. No fue ayer que Zacarías Espinal escribió como escribió, ni ayer Moreno Jimenes nos inoculó vanguardia, ni se produjo “Vlía”, ni estalló el Pluralismo (que sí lo hizo en los 70s, justo cuando Lyotard publicaba “La condición postmoderna”, libro que desmenuzaba, no olvidemos, y como se cita siempre, la condición del saber en las sociedades “avanzadas” de occidente, cosa que nosotros ni por asomo somos). Mira tú si es complejo el asunto, como te dije al principio, que siendo la filosofía de la postmodernidad la puesta en crisis de la modernidad, aquélla ha derivado en su propio agotamiento, con síntomas irreversibles de necrosis. Y estamos a la vuelta, tal vez, a la ética y al humanismo y, por lo tanto, a una visión del mundo con la poesía como centro.

¿Existe una poesía en República Dominicana o debemos volver a Pedro Mir, Manuel del Cabral, Antonio Fernández Spencer, por citar a tres de nuestros clásicos por excelencia? ¿Hay una transición hacia el cultivo de una identidad poética que nos represente en el Caribe y en el mundo?

LFB: Poesía es lo que mejor hacemos, y al nivel de la poesía iberoamericana. A esos tres nombres que citas se pueden sumar varios más. A veces, más que nombres, obras, tentativas estéticas, saltos altos de poemas. En cuanto a lo de avanzar hacia el logro de una posible identidad poética, espero que no te defraude mi afirmación de que no es así, de que no debe ser así. Sería ser reduccionista. No existe tal cosa como “identidad poética nacional”, ni siquiera, entre nosotros, con el Juan Criollo de Villegas, el criollísimo Compadre Mon (teñido de Martín Fierro) o el criollismo postumista, contradiciendo sus propios postulados continuamente, hasta llegar Andrés Avelino a formular una poesía matemática, siendo ésta considerada el lenguaje universal. Recordemos también la sorprendida “nacionalidad universalizada”. La poesía es un sondeo en el abismo profundamente individual y está constituida por voces, pese a los grandes “ismos”. Ahora bien, que esas manifestaciones del sujeto se interconecten con otros a través de intereses y lecturas comunes, en la aldea, en la zona geográfica o continental, es otra cosa, y se debe leer el fenómeno desde una visión de suma de identidades sueltas, no simbióticas. Aquí, como en todas partes, hay gente que se toma muy en serio la pertenencia, y pertinencia, de las llamadas generaciones poéticas, escribiendo bajo un paraguas estético de tal color. Eso está bien para situar, escribir tesis, promover poetas alfa encabezando movimientos y publicar antologías, pero para nada más. Lo que creo es que cada quien debe rascarse con su propio lápiz.

¿Realmente existe una literatura de la diáspora, cuáles elementos son necesarios para ser escritor de esa diáspora, son iguales los casos y las situaciones?

LFB: No, para nada, no existe. Te lo dice un escritor de la diáspora. Y a los propios escritores nuestros que no viven en la isla menos convendría esa camisa de fuerza. Nada más movedizo que el estatus migratorio de un escritor exiliado. Unos acaban de llegar, otros están desde niños, algunos ya regresaron y otros sueñan con hacerlo. Añade a ello que una cosa es vivir en Nueva York y otra en Texas, Barcelona, Managua o los Países Bajos. Mira a quiénes citaste en tu pregunta anterior como poetas dominicanos por excelencia: Mir, del Cabral y Fernández Spencer, gente que se pasó media vida viviendo en otros países, y a nadie se le ocurre colocarlos en la diáspora. ¿Y cuáles son considerados por tradición e influencia nuestros más grandes escritores? Pues Pedro Henríquez Ureña y Juan Bosch, quienes como es conocido escribieron desde fuera sus mejores libros, ¿así qué? Ahora, si me preguntas por la existencia de una literatura nuestra EN la diáspora, mi respuesta es inmediatamente: “sí”, y redondeo diciendo que además EN la diáspora están varios de nuestros escritores más importantes de la actualidad, y que sería imposible referirse a la literatura dominicana excluyéndolos.

¿Tiene alguna explicación de las razones que han entrampado a un grupo de escritores cuyo ejercicio se ha quedado en la nostalgia del Trujillismo o de la Revolución de abril del 1965?

LFB: No, explicación no tengo. Para ello sólo tengo llanto y lamentación. Pero no hay dudas que persistir en esos temas reditúa en prestigio y ventas, y no todos tenemos la pluma ágil e inventiva renovable de un Marcio Veloz Maggiolo o la aptitud de recrear atmósferas recientes de un Marcallé Abreu. Es la misma trampa en que han caído algunos escritores e intelectuales nuestros al elegir como método de vida civil y económica un personaje importante de nuestra historia, sea éste Juan Pablo Duarte, Hostos, Pedro Henríquez Ureña o Juan Bosch, por ejemplo. O cuando se elige como némesis a un político de más o menos largo ejercicio en el Poder, cuya existencia asegura la propia existencia intelectual de uno. Aunque se vive bien así, no te creas. Se ve a distancia.

Si se le acercara alguien, un niño de diez años, un adolescente de catorce, un joven de veinte o un adulto joven de 40, qué libro de León Félix Batista le recomendaría?

Al niño de diez años, un bestiario que estoy escribiendo y acabo de terminar (se pueden hacer fotocopias). Al adolescente de catorce, ninguno de mis libros, pues con su propia indefinición y cuestionamiento del mundo tiene suficiente, el pobrecito. Al joven de veinte, “Vicio”, libro que imaginé como una especie de potente afrodisíaco verbal y, por supuesto, también “Delirium semen”, que lo ayudará a entender su volcanismo orgánico. Y, finalmente, al adulto joven de cuarenta le recomendaría “Negro eterno”, para que recuerde lo que fue pasado a través de la canción popular, así como “Un minuto de retraso mental”, para que reconsidere el empleo del tiempo, y “Caducidad”, para que pueda irse haciendo idea del inexorable deterioro de la carne que le sobrevendrá.

¿Sigue siendo República Dominicana un país de poetas y cuentistas, o la novela rompió esos esquemas?

LFB: Sigue siendo un país de poetas, seguidos muy de cerca por los narradores. Eso en cuanto a ejercicio se refiere. Pero si hablamos de reconocimientos, premios, estudios de las obras, etc., hay que voltear la tortilla antes de que se dore más. Eso no sorprende a nadie, porque históricamente –salvo en los inicios del pensamiento y la cultura– ha sido el caso con la poesía germinar en su campo marginal. Y en estos tiempos más aún.

¿Hace falta una crítica literaria seria y objetiva o estamos bien a la libre, sin que nadie enfile los cañones hacia la literatura que se produce en el país?

LFB: Hace falta, aunque es difícil extrañar lo que nunca se ha tenido. A veces se me ocurre que nuestros escritores esperan con vana ansiedad ser refrendados por la mirada de gente con anteojeras. Mejor sería segar un poco de esa broza, y que los abundantes “críticos” –ni críticos ni serios ni objetivos (sino todo lo contrario) – nos favorezcan con un silencio estridente.

¿Qué cree que falta en República Dominicana para que el escritor real, quien trabaja en un ejercicio sincero, cuente con las herramientas que faciliten su ejercicio, tomando en cuenta un mercado editorial prácticamente complejo cuando no inexistente?

LFB: Publicar es importante, tanto como la mitad del asunto. Y el universo editorial local es, por lo menos, atípico y con aristas cortantes, cuando existe, como has dicho. Hay sus excepciones, empero. Ahora bien, ¿qué yo creo sobre la problemática? Pues, más que creer, actúo: publico en otros países cada vez que aparece la oportunidad. Considero que los escritores nativos deberíamos ser más asertivos. Si no creemos en el valor de lo que hacemos, ¿quién lo hará? Y, pese a la crisis editorial (que no es exclusivamente nuestra), han ido surgiendo alternativas a considerar, como los ebooks, los libros por demanda, la Internet, las cartoneras y las impresiones digitales. Así que el menú se amplía, pues.

¿Qué opina del desdén que se muestra desde muchos ámbitos hacia los autores dominicanos y las preferencias de autores del exterior sobre nuestros escritores, es cierto que esto se debe a que tienen una mayor calidad o que se trata de una realidad impuesta por las propias deficiencias sistémicas del país?

LFB: No me consta ese desdén, Néstor, la verdad. En ocasiones hasta me sonroja lo contrario: la adoración genuflexa por parte de sus correligionarios a escritores nuestros más o menos “exitosos”. He visto cómo escritores-lectores sólo se leen entre sí y a sus contemporáneos, hecho que tristemente se refleja en una producción escritural endogámica, degenerada en su ADN literario. Bien es verdad que en todas las especies literarias los miembros jóvenes de la jauría imitan ciegamente las actitudes de su escritor primate, que permanecerá como macho alfa hasta ser vencido por el zarpazo enérgico de un nuevo miembro de la camada. Cuando sucede, entonces serán sus cromosomas líricos los que se trasmitirán, y así sucesivamente. Todo esto lo digo metafóricamente, por supuesto: no aludo a nadie en concreto. Sin embargo, la flora literaria crece en todas partes, incluyendo el lar nativo, y hay que desear que esté en nuestro jardín. Como en todo, hay que cerner, mezclar en cantidad exacta para que el cemento de nuestro edificio lectoral se sostenga. Es lo que hago yo, lector de lo mío, de lo nuestro, de lo ajeno y de lo que no quieren que yo lea.

¿Podemos competir desde nuestra realidad actual en un mundo editorial cada vez más competitivo y signado por poderosas casas editoriales, que en nuestros mundos literarios locales se rigen por el grupismo y la exclusión?

LFB: Competimos, cómo no: siempre lo hemos hecho. En el pasado aparecieron autores nuestros en las más grandes editoriales de la lengua: Losada, Rialp, Fondo de Cultura Económica, Destino, Monte Ávila… Hoy en día nos publican Visor, Aldus, Corregidor, Siglo XXI, Alfaguara, Siruela, Casa de las Américas… De modo que es un mito la afirmación de que se nos excluye. El trabajo constante y el talento destrozan las barreras del grupismo y la exclusión, males endémicos, pero erradicables individuo por individuo como en la guerra de guerrillas.

¿Qué escritor o escritora dominicana le representa y por qué?

LFB: Cada escritor debería poder representarse a sí mismo. Pero a mí, sinceramente, quien me gustaría que me representara es algún agente literario tipo Carmen Balcells, que coloque mis libros en todas las grandes editoriales, me haga traducir a todos los idiomas del planeta, me proponga a todos los premios internacionales y me convierta en un célebre best seller.

¿Han sido responsables los intelectuales dominicanos con su realidad, sus valores o traidores como denuncia Manuel Núñez en su libro “El Ocaso de la Nación Dominicana”, al minimizar las luchas patrióticas de la Independencia contra las tropas haitianas?

LFB: En este proto-país de hipérboles, a veces parece que sólo con un tremendismo se puede responder a otro. En esa tesitura están ambos lados de esta discusión eterna, que sólo parece reciente, a la luz de sentencias, leyes reglamentos, movimientos diplomáticos. Cuando se lee a Manuel Núñez como ficción (como, por otra parte, se deberían leer todos los compendios y análisis históricos de naturaleza macro), uno puede alcanzar un goce estético altísimo. Es lo que no han logrado entender varios de sus contendientes, a menudo con un bagaje intelectual mucho menor y enraizados en una supuesta razón histórica que los hace ver patéticos. Un caso aislado de rebatimiento lúcido, ecuánime y razonador a las ideas del Núñez es el poeta y académico Néstor E. Rodríguez. Y es que cada tomo histórico permea la masa, el archivo ideológico de su autor (concepto adoptado por, precisamente, Rodríguez a través de Derrida, para consignar el “mal de archivo” inherente al registro y memorización del nacionalismo dominicano). Lo innegable es que Núñez es bastante coherente con sus ideas, en tanto algún que otro de sus refutadores, presentándose como supuestamente ingenioso, aparece enredado en una manigua mental sin poda. Pero atacarlo o debatir con él es igual que perseguir como pieza de caza un señuelo: la gran verdad se encuentra en otro nivel, está manipulada por otros. De lo que han sido culpables nuestros intelectuales es de adosarse para callar lo que conviene y cuando conviene, así como de no entender que ser es ir-siendo. Lo que acontece en nuestro país no es poca cosa, no es “paja de coco”. Se trata de la aplicación agresiva de las últimas maneras de manipulación mediática, para provocar en nosotros pautas de comportamiento en masa, acrítico. El bombardeo de imágenes junto a la construcción de un discurso de bienestar (conviviendo con franjas de subdesarrollo educativo y económico vulgares y rampantes), están logrando en nosotros no tanto la falsificación de lo real, sino, siguiendo a Virilio, la desrealización de nuestro entorno. Lo cavernario con lo supramoderno, en una sola botella de zumo amargo. La resistencia residiría en observarnos, para entendernos un poco, desde la microhistoria, perspectiva de análisis a la que no arribamos todavía los dominicanos. Hay que fragmentar el gran relato, que por la ingente franja epocal que toca, suele mentir y falsear desde un supuesto espíritu de época. Hay que, pieza por pieza, armar el puzle, tejer nuestra pelliza nacional retacito a retacito, desde los microsucesos, desde el microanálisis, que privilegia al individuo.

¿Es usted nacionalista o las fronteras, en este mundo globalizado, no existen?

LFB: ¿Nacionalista? Para nada. Mal pudiera, habiendo vivido casi dos décadas en Nueva York, durante los cuales me mantuve en la periferia del gueto, nutriéndome académicamente, procurando crear literatura y asimilándome al melting pot cultural característico de esa ciudad. Nacionalista, no. Otra cosa es aceptar de buen agrado (no me queda alternativa, pues no depende de mí) mis costumbres, valores, formación, creencias, sensibilidad que arrastro conmigo a todas partes, incluso como acto consciente y premisa intelectual. Lo que no me entusiasma es el nacionalismo como ideología, por el tufo a intolerancia, negación del otro y degradación de la coexistencia que suelen acompañarle, cuando es a ultranza. Las fronteras son pura convención de conveniencia, formas políticas de dominio: “de allá hacia acá controlo yo”, o “somos almas colectivas, tracemos una raya contra extraños”.

¿Cómo repensar una República Dominicana en la coyuntura actual y desde la perspectiva de la cultura?

LFB: Deberíamos empezar por demonizar menos las propuestas culturares proyectadas desde el Estado. Nuestra sociedad está abrumadoramente politizada, y se echa de menos cómo incluso entes culturales, pensantes, en pleno uso de su intelecto, detonan constantemente iniciativas provenientes de esa esfera. Pero ninguno se presta a censurar la posible liberación de impuestos que acaso consiguen las grandes corporaciones empresariales al invertir en asuntos relativos a la cultura. Esa estrategia de ataque loca no sería la correcta, desde mi punto de vista. Los emprendimientos culturales privados, los autónomos y los estatales deberían verse como complementarios entre sí, y para provecho nuestro. Esto lo creo porque pensar, o repensar nuestra nación en esta coyuntura histórica pasa necesariamente por incentivar las relaciones dialógicas, por entenderse en la pluralidad y reconocimiento del otro como parte activa del diálogo (haciendo aquí un traslado de la teoría de Bajtin). Por otro lado, repensemos el país incorporando el “discurso otro”, es decir, el discurso del margen, del tercero, del exiliado, del gay, del extranjero en casa, del socialmente desplazado, del discapacitado. Demos mayor espacio de poder a la mujer, y empezaremos revelar otro país, mejor inserto en la contemporaneidad.

¿Qué opina de la situación actual de los escritores dominicanos? ¿Quién es escritor, el que escribe o el que publica?

LFB: Los escritores dominicanos respiramos en una atmósfera propicia, nutrida de posibilidades, estilos y hasta presencia. Y escritor no es el que sólo escribe ni el que sólo publica. Ahí falta conjugar un verbo: escritor es que lee, escribe y publica, cuando se da la coyuntura o cuando le da la gana.

¿Existe un sucesor de Pedro Mir, Manuel del Cabral, Manuel Rueda, León Félix Batista? ¿Pueden los poetas jóvenes calzar esos zapatos?

LFB: Pero, Néstor, diste un salto ahí de garrocha literaria. Entre esos tres grandes y yo bastante poesía que ha llovido. Sin embargo, te respondo: la escritura, la poesía, no es una carrera de obstáculos ni una tienda de calzados ni el cuento de Cenicienta. Es un impulso de singularidad. Ellos fueron lo que fueron, yo lo que yo y quienes siguen habrán de ser sí mismos. Cervantes, Shakespeare, Dante, Lope, Góngora, Juan Bosch, viven aún, sin necesidad de sucesores, más bien amplificando el espectro con escritores también irremplazables como Cela, Stevens, Kozer, Beckett, Lispector, Pablo de Rokha, Nabokov…

¿Qué opina de los autores jóvenes dominicanos?

LFB: Depende del límite de la juventud que nos sirva de mensura (ya ni me lo creo, pero según algunos parámetros yo sería un escritor joven). Fuera de broma, en efecto, veo mucha energía creativa y talento en los novísimos, los del nuevo milenio, tanto narradores como poetas, y que es a quienes supongo te refieres. Ya escribí y publiqué lo que pienso de sus creaciones, para lo cual remito a los lectores a la red.

¿Qué le parecen las intervenciones de los intelectuales dominicanos en las redes, se abusa de Facebook, los temas que tratan son frívolos, inducen al debate o deberían alejarse un poco?

LFB: Oye, mantengo tantos amigos dominicanos como extranjeros en mis cuentas de Facebook, y te aseguro que el panorama es idéntico en todas partes y en todos los idiomas. Facebook es el vecindario simultáneo, y acontecen a la vez todas las realidades. Y es una urdimbre de sujetos, con todo lo que ello implica, incluso arrastrar sus miserias y exhibirlas. En Facebook sucede lo que en el barrio, malo y bueno. Ya Nietzsche nos había llamado la atención sobre la nulidad de una supuesta realidad objetividad, la cual es más bien una convención intersubjetiva a la que arribamos para entendernos, expresándonos por intermedio del lenguaje. Sujetos, por Dios, somos sujetos. La realidad también es cibernética. Y Facebook no es la medida de todas las cosas, pero sí de los lenguajes de cada uno de nosotros como sujetos y de nuestra disposición a ser unas veces sinceros, quejosos, frívolos, lúcidos, manipuladores o púgiles letrados. Paul Virilio proclama en “La bomba informática” (que sustituye hoy día a la atómica, dice) y en “El cibermundo: la política de lo peor”que no hay información inicua para los sistemas de control, los cuales se sirven de la informática –como hemos visto recientemente gracias a Snowden y Assange–, para indexarnos en su banco de datos. Un simple ejercicio mental nos haría estremecer al recordar que Internet proviene de un proyecto militar, y en consecuencia éste sigue en su control por interpósito poder, aprovechándose del escenario indefinido entre virtualidad y actualidad. De modo que no hay abuso por parte de nuestros intelectuales en Facebook –que como el resto de las redes sociales estará gravitando y redefiniendo nuestras relaciones con el otro por un buen tiempo, y por tanto, de poco sirve demonizarlo–. Lo que están haciendo nuestros intelectuales es participar con todo derecho de la realidad virtual que ha devenido en complemento de la realidad real, cualquier cosa que esa vaina signifique.

¿Cuál es el destino de la República Dominicana en un tiempo en que se habla de tantas revoluciones, qué falta para armar esa revolución en términos de cultura, arte y manifestaciones del espíritu?

LFB: Precisamos realizar revoluciones individuales, cada uno en su elemento de incidencia, hacer un cúmulo explosivo con ellas, y luego rayar un fósforo de fuego controlado. Yo soy un partidario furibundo de exceder los límites, sobre todo los de las estructuras cerradas de los sistemas culturales, sus delimitaciones, desde las cuales se ejercen acciones privativas: esto es arte y esto no, aquello es cultura pero aquello otro no. Y cultura es sociedad, de modo que por ahí se puede adulterar la esencia. El confín de los sistemas impuestos no es infinitamente elástico; pensándolo así podríamos tensar sus verjas perimetrales hasta el exceso, no para suprimirlos sino para ensanchar su entorno y tornarlo más participativo.

Finalmente, ¿Quién es León Félix Batista?, que los niños, los adolescentes y los jóvenes puedan entender las razones de su pensamiento y de sus actitudes intelectuales de escritor comprometido con la causa de su país, que mira su entorno y reflexiona como ente intelectual.

LFB: No soy más que un individuo que ha perseguido sus instintos creativos, sin importar las consecuencias y/o circunstancias y condiciones en contra. Si ese es un modelo a seguir, que lo sea, aunque si de algo he carecido siempre es de acólitos, lo cual me enorgullece. Se le puede llamar a esa mi actitud vital, testarudez, si se quiere, persistencia o espíritu suicida: las definiciones no importan: importa cómo vivas ejecutando tu guión (el cual, sin embargo, siempre debes escribir sobre la marcha). Soy escritor, lo has dicho, por consiguiente mi compromiso es con la escritura, con el lenguaje, con la poesía. Que los yaniquequeros por su nación cuezan los mejores rellenos y que los talabarteros cosan las mejores carteras, correas y zapatos. Los poetas, a nuestra vez, escribamos poemas perdurables, y así contribuiremos a la causa de nuestro país. Cierto es que miro mi entorno, pero casi tanto como mi interno y, por supuesto, mi exterior. La realidad hay que leerla al sesgo, y es la manera de leer que les propongo. En fin, que la causa de mi país, a través mío, sea potenciar al máximo el poema, para que muestre lo que –como sostiene la poeta L=A=N=G=U=A=G=E Lyn Hejinian– “lo que uno podría saber, que es siempre menos de lo que el lenguaje podría decir”.

BIOBIBLIOGRAFIA León Félix Batista (Santo Domingo, República Dominicana, 1964), ha publicado El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997), Vicio (1999), Burdel Nirvana (2001, Premio Nacional de Poesía “Casa de Teatro”), Mosaico Fluido (2006, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud'Homme”), Pseudolibro (2008, Premio Nacional de Poesía “Universidad Central del Este”), Delirium semen (Aldus, México, 2010), Caducidad (Amargord, Madrid, 2011) y Música ósea (Cascahuesos, Perú, 2014). Existen varias ediciones y antologías de algunos de estos libros: Se borra si es leído, poesía 1989-99 (2000); Crónico –segunda edición de Vicio– (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2000); Prosa del que está en la esfera (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2006, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 2007); Inflamable (La Propia, Montevideo, 2009), Sin textos no hay paradiso (Gamar Editores, Colombia, 2012), el libro electrónico Joda poética completa (antología personal, 2013) y El hedor de lo real en la nariz imaginaria (Ruido Blanco, Quito, 2014).

En 2003 se publicó en Brasil la antología español-portugués Prosa do que está na esfera (Olavobrás, Sao Paulo, traducción de Claudio Daniel) y en 2014 la versión al portugués de Mosaico Fluido (Lumme Editores, Sao Paulo, traducción de Adriana Zapparoli). Está incluido en más de una decena de antologías de poesía publicadas en diversos países, entre ellas Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Jardín de Camaleones (la poesía neobarroca en América Latina, Iluminuras, Brasil, 2005), Cuerpo Plural (antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010), Poesía esencial dominicana (Visor, Madrid, 2011), y País imaginario (Ruido Blanco, Ecuador, 2011). Ha sido parcialmente traducido al inglés, sueco, alemán, italiano e hindi.

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