Retratos
Freddy Ginebra: “La terraza de los deseos”
DECLARÁNDOSE “PORDIOSERO DE LA CULTURA”, CREE EN EL ARTE DE GESTIONAR LA FELICIDAD
Pedir un deseo descalzo en una terraza donde las flores trinitarias caen sin que nadie las detenga y sólo se escucha la música del pensamiento que clama por algo anhelado, es el escenario donde ahora se encuentra el presidente de Casa de Teatro, Freddy Ginebra, 40 años después de haber decidido en ese mismo lugar entregar su vida a la cultura. Cada día pide un deseo y lo hace sin zapatos porque siente que se quita los 70 años que ya lleva dándole vueltas a la vida, y se convierte en un niño recién nacido, desnudo e ingenuo que cree que todo es posible. Como el primer deseo que pidió se le dio, pues ahora todos sus amigos -sus verdaderos amigos- tienen que pisar esa tierra “santa” cuando le visitan, desnudar sus pensamientos, pedir una y otra vez todo lo que quieran y notificarle cuando algo se les haya cumplido. “Cuando se pide con fe y para una causa justa siempre se hace realidad, sea para agradar al cuerpo, al alma, o para hacer a otros felices”, sostiene este hombre dueño de la creatividad, cuya filosofía es vivir el presente con lo bueno que se tiene a la mano, despojándose de toda maldad y toda materialidad problemática. Pedir dinero, apoyo moral, ayuda técnica, mano de obra, creaciones artísticas y talentos ha sido su norte desde que tenía 30 años de edad y se enfrascó en ese proyecto que es hoy la “casa de la cultura popular”, renunciando a todos los lujos y comodidades que dan el trabajar para uno mismo. “Soy un pordiosero de la cultura”, dice, al referirse a lo que ha hecho todos estos años que se ha dedicado a levantar y sostener a su “Casa de Teatro”, que es la casa de todos los que como él tuvieron un sueño, lo cumplieron o no, o lo anhelan todavía para sí mismos o para los demás. El artífice del arte y el afianzamiento de la cultura dominicana revela que la mansión que pudo tener con sus ahorros en Casa de Campo, La Romana; el carro Mercedes Benz, el yate, los lujos y los viajes costosos se han quedado en Casa de Teatro y por eso es allí donde busca lo que no tiene. La cara distendida de la gente cuando se queda un buen rato en el bar de Casa de Teatro; el aplauso efusivo que arranca una obra a los espectadores, el interés por leer un libro de su biblioteca; el placer de tomarse un té bien caliente, o el caminar libremente por los distintos rincones del centro cultural que engalana la calle Arzobispo Meriño, en la Ciudad Colonial, es el mejor regalo que le ha dado la vida. “Yo lo siento por mi familia que la he sacrificado tanto. Los quiero, los adoro, pero esta casa ha sido mi mayor proyecto, mi mayor inversión, mi todo y no permito que mis hijos, que la van a heredar cuando yo me vaya, la destruyan. Ellos saben que esta casa es del pueblo, de la cultura y de los dominicanos”, sostiene Freddy Ginebra abiertamente y dispuesto a que le pregunten por qué eso lo hace feliz. (+) SU PENSAR DAR A LOS DEMÁS Aunque uno no tenga tiempo para involucrarse en nuevos proyectos siempre hay que dejar una brecha para los niños y los jóvenes. Yo ahora estoy en un proyecto con la Primera Dama, Candy de Medina, que me tiene fascinado. Se llama “Ángeles de la cultura” y es la creación de pequeñas casas de teatro en los barrios. Ya hemos abierto cuatro centros en Santo Domingo y Santiago, y tendremos otros dos en Las Matas de Farfán y San Juan de la Maguana. Tenemos 2mil niños estudiando música, teatro, pintura, y ellos están felices. UN DATO LA IDEA Según cuenta Freddy Ginebra, Casa de Teatro era una ruina de la Zona Colonial y él la compró en 1974 con un avance reunido con dinero suyo y de sus amigos y un financiamiento de 10 mil pesos, que era mucho dinero en esa época porque apenas ganaba tres mil, vivía en un garaje y tenía dos hijos. De esa deuda se liberó en 1994. Su madre Cecilia Giudicelli le ayudaba a pagar a los artistas y los gastos de servicios y del personal que laboraba allí. Nunca olvidaré a Cándido Bidó cuando me decía: “Te llevo un cuadro”. Y yo le decía “sí, traelo pronto porque tengo que venderlo a la carrera”. Los artistas Wilfredo García, Nereida, Fradique Lizardo, Silvano Lora y muchos otros se volvieron locos con este centro y Ramón Leonardo cantaba canciones de protesta en contra de la Guerra de Vietnam. Todos los artistas tenían un rincón en Casa de Teatro. Hoy es una galería pictórica, sala de ensayos, escuela para niños y adultos, formación de grupos de teatro, escuela de danza, grupos de fotografía, noche de jazz, teatro de títeres, reuniones de poetas, centro de conferencistas, etc. EL TEATRO ES PARA LOS LOCOS Y TAMBIÉN PARA LOS CUERDOSFreddy Ginebra es publicista, articulista, emprendedor de causas sociales pero sobre todo teatrista. Contrario a lo que piensan algunas personas, de que quien anda por taciturno, aprendiéndose un guión o sentándose en una sala de teatro no tiene nada que hacer, él cree que sí tiene mucho que dar. Respeta a la sociedad que entiende que este tipo de actividades no sirven para nada porque no generan dinero para comer bien, para vestir, para viajar, para casarse o mantener hijos y cubrir sus gastos escolares o universitarios. Pero sabe, en su propia piel, qué siente un muchacho o un joven cuando su papá no lo deja hacer lo que quiere, y qué piensa cuando ve que su progenitor termina aceptando que haga lo que le gusta porque no tiene otro remedio. Esa es su historia. Su padre, el señor Danilo Ginebra, se oponía rotundamente a que Freddy fuera periodista, como era su sueño, porque decía que “periodista era cualquiera”. Su deseo era que le llevara un título de abogado y se lo llevó, pero luego hizo lo que quiso. Cuenta el publicista, propietario de la publicitaria Cumbre, que lo que le atraía era narrar, describir, contar todo lo que veía y acontecía y pensaba que la mejor forma era a través del periodismo, pero cuando fue al periódico El Caribe y lo pusieron a hacer una noticia, se la hicieron repetir tantas veces que dijo no, lo mío debe ser algo más sencillo. Luego descubrió que su padre, que era amigo del director Germán Emilio Ornes, le había pedido que le desalentara a su hijo para que se concentrara en su profesión de abogado. También descubrió, en ese hecho, que si no se podía hacer algo de una manera lo podía intentar de otra y terminó siendo un productor de televisión y luego del fascinante mundo del teatro. Claro, además de su padre, tuvo que enfrentar los comentarios de mucha gente que veía el teatro callejero o popular como algo para “locos” o personas que no les gustaba bañarse, o peinarse, o que hablaban demasiadas cosas sin sentido para el ritmo social de algunas gentes. “Mi papá me prohibía todo. En esa época se hacía lo que decían los padres y yo le llevé el título, pero sólo fui abogado en la tesis que hice sobre “El derecho a huelga”, en un tiempo en que eso era un escándalo. A mi mamá la habían sacado de la fábrica de cemento y yo tenía furia, discutía con el jurado exponiendo mi tesis y eso fue una locura. La defendí como todo un abogado”, recuerda. Y continúa diciendo -en una entrevista de dos horas en la que me hizo pedir un deseo y quitarme mis zapatos de tacones que no me los quito por nada porque soy de baja estatura- que en sus primeras actuaciones en el teatro tenía que ponerse nombres falsos en los créditos para que su padre no se enterara. Realmente se siente una sensación de frescura y libertad cuando se está con los pies descalzos en un lugar encantador, donde todo lo que te rodea es arte, la gente es bella de corazón y una copa de vino en las manos acompañando el momento periodístico. Yo no quería quitarme los zapatos, pero él insistió porque quería que las preguntas de la entrevista no fueran tan severas como han sido otras. Dice que cuando la gente hace eso se siente como en su casa. El director del LISTÍN DIARIO, quien me acompañó a la entrevista porque es muy amigo de Freddy, también se los tuvo que quitar y sin darse cuenta los colocó encima de una mesita bajita, como si estuviera en su casa. Realmente funciona. OTRAS CONFESIONES DE FREDDY GINEBRA La riqueza relativa Puedo decir que fui un niño privilegiado porque estudié en colegios, en mi casa se comía tres veces al día, me compraban ropa nueva, me dejaban los Reyes, era buenmozo y tenía los ojos azules y mi abuela cocinaba para todo el que pasaba por allá. Por eso no concibo que un niño no tenga qué comer, que se le niegue un favor a la gente y que yo tenga que pedir para que las nuevas generaciones conozcan y aprecien nuestra cultura. Es una forma de devolver algo de lo que me dieron. Una familia diferente Mi mamá era una mujer sencilla y bella. No viví todo el tiempo con ella, sino más bien con mi papá, porque ellos eran divorciados. Pero mi abuela se encargó de darme todo lo que yo necesitaba ante la ausencia ocasional de mi madre. Mi padre era excepcional y me dejó muchas lecciones de la vida que todavía hoy es que las comprendo y las practico. La formación necesaria Tan pronto terminé el bachillerato comencé a dar clases en el colegio de La Salle, en quinto de la primaria y ahí aprendí que hay que enseñar a otros lo que le enseñaron a uno para que ruede la rueda. Luego estudié la carrera de Derecho y aunque nunca la ejercí me siento un “defensor del pueblo cultural”. Viajé a Estados Unidos a los 22 años para estudiar periodismo y como no podía pagar la Universidad de Columbia y tenía problemas con el idioma regresé a los 24 pero no sin título. Traje a mi país muchos cursos de producción de televisión y elaboración de guiones aunque cuando los traje al país nadie me entendía, luego sirvieron para imponer disciplina en el teatro dominicano. La publicidad engañosa Como publicista te puedo decir que no puede haber una publicidad engañosa porque se te cae la promoción de un producto o servicio cuando la gente se dé cuenta del engaño. Puede haber trucos para vender, como todo en la vida, pero no engaño. Ya yo no estoy de lleno en la publicitaria Cumbre, donde desarrollé mi empresa, sino mis hijos José Alberto y Freddy Arturo, uno es músico y el otro publicista, los dos metidos en el arte. “De tal palo tal astilla”. El arte de descollar Nadie puede llegar de golpe y porrazo a la cima de nada. La gente tiene que escalar peldaños. Yo, por ejemplo, en materia de publicidad, trabajé primero en la publicitaria Young and Rubicam Damaris, pero antes trabajé en un Hipódromo, fui mensajero en una oficina de Nueva York, vendía tarjetas de Navidad, juguetes y pelucas. Luego trabajé en un banco, en varias publicitarias, finalmente creé la mía y luego decidí darle mi vida entera al quehacer teatral y a la cultural en general. (+) SÍ Y NO AGRADO Me agrada que la gente ya no se quede callada, que reclama sus derechos, protesta decentemente y le dice al mundo qué es lo que quiere, qué es lo que espera de la vida y en qué se le puede ayudar. DESAGRADO Me desagrada que me engañen. Los políticos son expertos en eso, pero deben saber que deben darle al pueblo lo que prometen en las campañas, que les paguen a los votantes con la misma moneda de bondad. TURISMO Soy el coordinador general del Clúster Turístico de la ciudad de Santo Domingo y eso me permite conocer más mi ciudad y poder ofrecer las cosas buenas que tiene a los turistas, al tiempo de colaborar para que el país siga echando hacia adelante. INQUIETUD Me asusta mucho el auge del narcotráfico, la violencia callejera y los feminicidios. Eso me tiene escandalizado. Ya no me atrevo a caminar solo de noche, ni siquiera de día por las calles. Es penoso, pero tengo que decirlo. SOCIAL Soy presidente de la fundación de Niños Especiales, trabajo con el proyecto Muchachos con Don Bosco y con todas las instituciones sin fines de lucro que me piden ayuda y los ayudo a recaudar fondos.