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La República

ENFOQUE

Paciencia fiscal

Frank Fuentes BritoSanto Domingo

Pocos temas del ámbito económico generan tantas reacciones, opiniones y análisis en República Dominicana como la deuda pública consolidada. Y no es para menos. No es necesario ser economista para darse cuenta que un nivel de endeudamiento elevado puede imponer severas restricciones al gasto público y presionar la estructura impositiva de cualquier país en respuesta a la necesidad de aumentar las recaudaciones fiscales. No obstante, si bien el debate es siempre saludable, sobre todo en economía, es necesario sustentar conceptual y metodológicamente los argumentos. Con esto se evita la desinformación y la creación de expectativas negativas por abultar artificialmente el monto de la deuda pública total incluyendo erróneamente, por ejemplo, compromisos entre entidades del propio Estado dominicano (como son los bonos de recapitalización del Banco Central emitidos por el Ministerio de Hacienda) o incluso los pasivos del Banco de Reservas, que a pesar de ser de propiedad estatal, se rige bajos las mismas normas que se aplican a la banca privada. Entiendo que no es prudente seguir alarmando a la opinión pública con cifras abultadas de deuda. Debemos asumir una actitud más reflexiva. Es evidente que tanto el sector público como el privado están conscientes de que el tema es delicado, y el Gobierno ha actuado con responsabilidad combinando la aprobación de una reforma fiscal con un importante ajuste del gasto y la ejecución de un plan plurianual para reducir el ratio deuda-PIB en el mediano plazo. Es un procesoSin embargo, aunque a todos nos asiste el derecho de hablar, escribir y hasta protestar por la deuda, debemos estar conscientes de que este tema no se resuelve de la noche a la mañana con un decreto o una ley. Ni siquiera se puede resolver en un período presidencial. A Chile le tomó 27 años reducir su deuda como porcentaje del PIB de 85% en 1985 a 12% en 2012, Perú tardó 22 años para disminuirla de 89% en 1990 a 21% en 2012, Panamá trabajó por 21 años para bajarla de 116% en 1991 a 42% en 2012, mientras que Paraguay necesitó 22 años para recortar su deuda de 67% del PIB en 1985 a 12% en 2012. Todas estas experiencias son muestras de que es posible reducir la carga de la deuda si se tiene paciencia, paciencia fiscal. Esta paciencia fiscal es clave además para entender que estos resultados no son fruto del azar sino de la implementación, a través de varios períodos de gobierno, de reformas estructurales y políticas macroeconómicas que han permitido que estas economías crezcan a tasas superiores al interés real promedio de sus stocks de deuda y, sobre todo, son consecuencia de la adopción de importantes medidas en materia fiscal para alcanzar y mantener un superávit primario, que no es más que lograr que los ingresos fiscales superen consistentemente a los gastos, excluyendo los intereses de la deuda. ¿Qué significa esto? Que para enfrentar los problemas de endeudamiento en cualquier economía se requiere un esfuerzo fiscal sostenido durante un largo periodo de tiempo. No hay soluciones instantáneas ni mágicas. Por eso es fundamental discutir, de forma desapasionada y seria, sobre la gradualidad de este necesario proceso de consolidación fiscal que requiere el sector público dominicano. Quienes abogan por una solución rápida de corto plazo, deben estar conscientes que someter la economía a un mayor ajuste fiscal para lograr en poco tiempo una disminución significativa en los indicadores de deuda, podría afectar seriamente el crecimiento y el empleo, forzando incluso al país a tener que acudir nuevamente a los mercados y organismos internacionales en busca de más financiamiento. En este caso, un ajuste abrupto haría que la medicina sea peor que la enfermedad. El caso de Europa es aleccionador en este sentido. EstímulosRecordemos que tan pronto la crisis global comenzó a afectar la actividad económica mundial, generando la más profunda recesión en 80 años, economías avanzadas y emergentes, incluyendo a República Dominicana, tuvieron que recurrir a los estímulos fiscales para mitigar sus efectos sobre el crecimiento. A esto se le sumó el efecto expansivo de los denominados “estabilizadores fiscales automáticos” en las economías desarrolladas (que reaccionan en sentido anticíclíco sin necesidad de aprobación congresual) y el salvamento de las entidades financieras quebradas. Este abrupto aumento del gasto público alrededor del mundo, en un contexto de menores ingresos fiscales por la caída de la actividad económica, fue financiado mayormente con deuda. Ante este aumento desproporcionado de la deuda a nivel global, la reacción inmediata de muchos economistas, políticos y organismos internacionales, particularmente del FMI, fue recomendar la implementación de fuertes medidas de austeridad y ajuste fiscal. El tubo de ensayo de este experimento fue la periferia europea y en especial Grecia, como condición para la asistencia del FMI y el Banco Central Europeo. El resultado es hoy conocido por todos. El efecto neto de estas medidas profundizó la recesión, incrementó el desempleo y empeoró la ya delicada situación del sistema financiero. Ante esta situación, a principios de 2013, el propio Economista Jefe del FMI, Olivier Blanchard, admitió una aparente subestimación de los multiplicadores fiscales que sustentaron la recomendación de estas severas medidas. Por esta razón, la discusión sobre la consolidación fiscal en Estados Unidos ha tomado otro giro. Por mucho tiempo se argumentó que si la economía estadounidense sobrepasaba determinado ratio deuda-PIB, el crecimiento podría tornarse negativo. Esto habría sido confirmado por investigaciones recientes de economistas de la categoría de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, quienes afirmaron que ese umbral era de 90%. Sin embargo, los resultados de nuevos estudios unidos al positivo desempeño reciente de la economía de Estados Unidos, que presenta actualmente un nivel de deuda equivalente a 106% del PIB, han comenzado a socavar la validez de estos argumentos. De hecho, Jerome Powell, miembro de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, afirmó recientemente en la Reunión de Gobernadores del CEMLA, que la economía estadounidense deberá aprender a convivir con niveles de deuda-PIB entre 70 y 75% en el largo plazo, valores muy superiores a los observados históricamente. Por esta razón, los esfuerzos de la administración del Presidente Obama no están concentrados en buscar soluciones de corto plazo, sino en que los mercados y los agentes económicos estén conscientes de que se requiere de un plan de largo plazo para lograr la consolidación fiscal. EfectosAsimismo, el gobierno estadounidense está convencido de que por más alta que sea su deuda, recortar aún más el gasto público podría perjudicar el crecimiento y la generación de empleos, considerando sus fuertes compromisos en materia de seguridad social, Medicare y Medicaid en los próximos años. Con todo, los efectos de este plan tardarán unos años en comenzar a surtir sus efectos. Por eso las estimaciones del FMI proyectan el ratio deuda-PIB de Estados Unidos en torno a 110% del PIB en 2015. Lo que ocurre en Europa y Estados Unidos hace aún más evidente la necesidad de abordar el tema de la deuda con una perspectiva de largo plazo. Por eso, resulta contraproducente insistir en alarmar a la opinión pública local con presagios fatalistas sobre la deuda y su sostenibilidad, teniendo pleno conocimiento de que el tema no tiene solución viable de corto plazo y que el gobierno, desde su inicio, realiza una fuerte contracción del gasto público para corregir la tendencia del déficit, que estaba proyectado a cerrar por encima del 9% en 2012, y para cierre de año se espera que termine en 2.8%, logrando uno los ajustes fiscales más significativos de la historia económica nacional. DesempeñoAparentemente esa misma tozudez es la que les predispone a calificar de pobre el desempeño de la economía dominicana y empeñarse en pronosticar un crecimiento en torno al 2%, sin considerar la franca recuperación que continúa mostrado la economía en julio-septiembre creciendo 5.5%, y ubicando ya su crecimiento acumulado enero-septiembre en 2.9%. De hecho, el dinamismo mostrado por la economía en el último trimestre prácticamente garantizan un crecimiento por encima del 3% establecido en el marco macroeconómico para 2013, que podría considerarse más que satisfactorio luego de un difícil inicio de año y la persistencia de adversas condiciones externas. Todo esto alcanzado en un contexto de estabilidad cambiaria y en ruta a lograr que la inflación se mantenga dentro del rango-meta establecido en el programa monetario. Insisto en que, en lugar de crear expectativas negativas, lo más razonable y sensato es apoyar la implementación del plan trazado por el Poder Ejecutivo para reducir el déficit e incrementar los ingresos fiscales que permitan alcanzar un superávit primario y aportar propuestas para el diseño de reformas que aceleren el crecimiento de la economía. Estos son los elementos esenciales para iniciar una disminución sostenida de la carga de la deuda, la cual al cierre de octubre se ubicó en US$27,581.7 millones, equivalente a 45.8% del PIB. Es importante destacar que, a pesar de la apretada situación fiscal que enfrenta el gobierno en estos momentos, varios estudios han demostrado que el valor esperado de la trayectoria de la deuda pública dominicana es sostenible y que todavía se tiene espacio para realizar una gestión adecuada de la misma sin caer en cesación de pagos. Asimismo, el Presidente Medina ha reiterado en múltiples ocasiones su compromiso con un ajuste ordenado del gasto y el saneamiento de las finanzas públicas. Por tanto, aunque los dominicanos no nos caracterizamos por pensar mucho en el largo plazo, para resolver el tema de la deuda no tenemos muchas alternativas. Necesitamos “paciencia fiscal” para que actuando de manera sistemática y gradual, podamos ver en el futuro los resultados, priorizando el interés colectivo por mantener la estabilidad macroeconómica para lo cual, en palabras de Muhammad Yunus, Premio Nóbel de la Paz 2006, “debemos dejar a un lado nuestras diferencias, incluso nuestras fronteras, lenguaje, economía, política y cultura, y trabajar codo con codo para lograr soluciones que sean más grandes que los problemas a los cuales nos enfrentamos.” El autor es Director del Departamento Internacional del Banco Central

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