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200 AÑOS NATALICIO DEL PATRICIO

General Duarte: estratega militar

ELABORÓ PLANES MILITARES Y NAVALES DE ALTA IMPORTANCIA, DICE EL AUTOR

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Homero Luis Lajara SoláVicealmirante, M. de G.

Nuestro Apóstol de la Libertad, en sus labores de reclutamiento y adoctrinamiento de adeptos a la causa libertadora, según señalan nuestros historiadores en esa materia, atrajo jóvenes con inclinación y conocimientos marineros, como a J.A. Acosta, los cuales formaron posteriormente la importante Flotilla Nacional que brindó tan valiosos aportes en la guerra contra Haití, tanto en la Independencia como en los enfrentamientos bélicos posteriores, destacando las labores de transporte, abastecimiento de tropas y los combates navales en el 1844, sobre todo en el Sur del país; la sobresaliente participación de la Flotilla Naval en 1845 en aguas del Océano Atlántico, en los ataques a Cabo Haitiano y Fort Liberte (Mari-Barú). La Batalla de Beller; así como en el 1849, en El Número y Las Carreras, colocando buques de guerra frente a Playa Grande, bloqueando las líneas de abastecimiento haitianas, obligando a las tropas invasoras a desviarse por caminos angostos y escarpadas montañas con rutas más largas y peligrosas, son muestras tangibles de los aportes de la incipiente Marina de Guerra a las lides independentistas. Igual mención merece la también importante participación de la Armada Dominicana en los ataques a territorio haitiano como: Petit Riviere, Dame-Marie, Anse-A-Pitre, Saltrou, y la batalla naval de Los Cayos. En los puentes de mando y cubiertas de nuestros buques de guerra, se forjó, como si fuera en la fragua de Vulcano, el cuaderno de bitácora donde se resaltan las acciones navales acaecidas en las campañas militares que sostuvieron a sangre, sudor y pólvora la Enseña Tricolor, siendo propicio destacar la presencia de avezados y valientes marinos como Simón Corso, Juan Carlos Fagalde (francés) Simeón Vicioso, Ramón González, Joaquín Orta, y Juan Luis Duquela, entre otros prohombres de nuestra historia naval independentista y de la Restauración, que como señalaba nuestro ilustre y culto almirante César De Windt Lavandier: “clavaron sus garfios de abordaje, sobre las naves enemigas y destruyeron en mortales andanadas, a quienes pretendieron despojarnos de nuestra libertad”. Existe documentación suficiente para afirmar que el general Duarte elaboró planes militares y navales de alta importancia estratégica, relegados a un segundo plano por la intriga, egoísmo y envidia de siempre. Los mismos estaban concebidos para aprovechar al máximo los conceptos de listeza operacional y optimización de los escasos recursos de la época. En la publicación de la Colección Histórica de Cenapec, Juan Pablo Duarte, Padre de la Patria Dominicana, de la autoría de Reyna Alfau, se reseña: “Duarte inculcó en sus compañeros de lucha la necesidad de un estudio profundo de las ciencias militares, de manera especial las materias básicas, como son táctica, topografía, esgrima y tiro”. En ese tenor, el prolífico historiador Don Emilio Rodríguez Demorizi escribió: “En la biblioteca de Duarte se encontraron libros militares, traducciones fragmentarias, de su puño y letra, que también evidencian que él estudiaba y enseñaba manejo de armas”. La Marina, según se desprende del interés de Duarte, que reclutaba hombres de mar, por nuestra condición insular, como lo es ahora, esto constituyó un factor indispensable en la estrategia de apoyo a nuestro glorioso y renaciente Ejército, en los ámbitos logísticos, transporte de tropas y potencia de combate. Recuérdese que en esa época el transporte alrededor de nuestro territorio era a través de goletas que hacían navegación de cabotaje (de puerto a puerto dentro del país) por la precaria condición de los caminos y más aún en época lluviosa. El general Duarte, como estratega militar que era, visualizaba una Marina de Guerra o Armada que impediría el avance de las tropas haitianas por nuestra ruta costera, que era la mejor vía de transporte. La artillería naval dominicana sería un obstáculo que impediría o atrasaría los movimientos del enemigo. En ese contexto, es importante destacar que, cuando el general Duarte conoció por primera vez al general Santana en su histórica reunión en el Cuartel General de Baní, en ese encuentro, nuestro adalid de la libertad, deseoso de atacar al Ejército haitiano acantonado en Azua, propuso varios planes de ataque, en los cuales especificaba la utilización de la Flotilla Nacional en un osado plan para flanquear con apoyo naval las posiciones enemigas en Azua. El Patricio, familiarizado con los asuntos navales y su experiencia náutica, había adquirido conciencia estratégica sobre la lucha desde el mar, atacando con el rugir de nuestros cañones navales las posiciones del adversario en tierra. Continuando al remo, con los aportes del historiador y marino retirado Aníbal Acosta Piña, según sus investigaciones, en otra oportunidad propuso Duarte otro plan, con un desembarco en la costa azuana, utilizando las naves de la Flotilla Nacional, aduciendo que el mejor medio para él situarse en la retaguardia del Ejército enemigo, era cruzar la bahía. Era más fácil que subiendo por El Número. El mar, insistía: “Está, hasta ahora, libre de naves haitianas y nosotros podemos hacernos dueños de las costas. Los barcos nuestros que se están preparando para salir a cooperar con las operaciones de tierra, pueden transportarme, en sucesivos viajes, una tropa numerosa y escogida, desde Agua de la Estancia o desde Palmar de Ocoa, hasta Puerto Viejo o a la playa de Monte Río. Así podemos atacar el Cuartel General haitiano en Azua, divididos en columnas desde el oeste”. Continúa Duarte exponiéndole su valiente y estratégico plan a Santana: “En el puerto Ozama están las goletas Leonor; La Criolla; y María Chica, y la goleta de guerra que le hemos puesto Separación Dominicana. Quizás podamos disponer de otros barcos más. Pidamos el mayor número posible, con su ayuda realizaremos el plan que le propongo para aniquilar al enemigo”. Ese plan fue rechazado por Santana, con las expresiones siguientes: “No puedo contestarle en seguida. Antes de tomar una resolución, sobre lo que usted propone, tengo que consultar con los Jefes y Oficiales que están bajo mis órdenes”. Sin dudas, Santana temía a los méritos adquiridos, el liderazgo y dotes militares de Duarte, por eso, en una aptitud anti-táctica y mezquina, le rechazó un plan estratégico que entendemos hubiera sido de gran ayuda para la derrota del Ejército haitiano desplegado en el Sur. Así se escribe nuestra historia. A pesar de los obstáculos enfrentados, el general Duarte mantenía su criterio de crear una Flotilla Nacional fuerte, y cada vez que tenía oportunidad lo manifestaba a la Junta Central Gubernativa. Con una visión estratégica encomiable afirmaba: “El arma naval iba a ser, una vez organizada, el factor que contribuiría para inclinar favorablemente la balanza de la guerra en beneficio de las armas nacionales”. Lamentablemente, la ignorancia, ansias de poder y la ausencia de sentido de justicia y grandeza, pudieron más que la sensatez y la salud de la naciente República Dominicana. Santana, al frente del Ejército Expedicionario del Sur, el 3 de julio de 1844, avanza con su valor indiscutible y su influencia hatera, sobre la ciudad capital y con el apoyo de aliados que aspiraban, igual que él, a la anexión de la naciente República a Francia, como Tomás Bobadilla, se hace cargo de la Junta Central Gubernativa, ordenando la persecución inmediata de todo el que le adversara atentando contra sus intereses personalistas de ostentar el poder absoluto. En ese segmento de la navegación histórica, Duarte es proclamado por el general Ramón Matías Mella, Presidente de la República en el Cibao, honor que el Patricio declinó por la paz de la nueva nación, navegando por primera vez con su timón y capitán propios, después de la abusiva incursión haitiana de 1822. Debemos resaltar, retrotrayéndonos al tiempo, que en una nación que no llegaba a ciento cincuenta mil habitantes, la gloria inmarcesible de Duarte, ungido de un férvido ideal, tuvo el coraje y la visión de imaginarse un país que pudiera sostenerse contra el ataque extranjero, sin protectorado foráneo alguno. A pesar del desprendimiento de Duarte, Santana ordenó vilmente su apresamiento en Puerto Plata, junto a varios de sus compañeros de lucha, siendo encerrados en la Fortaleza San Felipe, a donde se envió al almirante Juan Bautista Cambiaso, héroe de la Batalla Naval de Tortuguero (donde nuestra Armada recibió su bautizo a pólvora de cañón, en el memorable 15 de Abril de 1844) en la goleta de guerra con el nombre “Separación Dominicana” (vaya paradoja del destino !) Con la triste misión de transportar detenido a Duarte de regreso a Santo Domingo, junto a otros patriotas como Juan Isidro Pérez y Juan Evangelista Jiménez. En tan solo cuatro meses los vientos cambiaron desfavorablemente. ¿Cómo va a ser que el Padre de la Patria, que fue transportado en una goleta de la naciente Marina de Guerra, con todos los honores, desde Curazao a su patria amada, ahora lo traen arrestado a la capital en otra goleta de la misma Marina de Guerra, acusado de sedición? Es importante señalar la consternación y contrariedad del joven comandante de La Marina de Guerra al tener que cumplir semejante misión, pero por disciplina tuvo que atenerse a la macabra orden del general Santana. Siguiendo los didácticos relatos del historiador Acosta Piña, quien sin dudas se nutrió de la magnífica obra de Don Emilio Rodríguez Demorizi, “La Marina de Guerra Dominicana, 1844-1861”, editada en el año de 1958; extrayendo también un párrafo del laureado don Pedro Troncoso Sánchez, catalogado como el mejor biógrafo de Duarte, en su obra, “Vida de Juan Pablo Duarte”, narra que, el comandante Cambiaso, ya sabiendo la noticia de que Santana varió la orden de fusilamiento por exilio permanente para Hamburgo, Alemania, en perjuicio del creador de nuestra nacionalidad, hecho lamentable ocurrido en septiembre de 1844. Al despedirse del Patricio y sus compañeros de lucha a bordo de la goleta de guerra Separación Dominicana, ya atracados en el puerto de Santo Domingo, le expresó el almirante Cambiaso al general Duarte, “su esperanza de ver de nuevo unidos a todos los dominicanos”. Muchos desconocen que nuestro general de la República Duarte, veinte años después, ya con 51 años, en ese tiempo una edad avanzada, un 25 de mayo de 1864 desembarcó vía marítima por Montecristi para integrarse a las luchas restauradoras, y fue ignorado por los nuevos comandantes militares dominicanos por temores mezquinos de que ese haz de energía ecuménica, por su trascendental figura, los desplazara de la cresta de la ola protagónica, en sus maniobras en procura de mando y poder. Nombres como Pepillo Salcedo, y otros más, que en esta ocasión no mencionaremos, para no extendernos demasiado, les espera, paciente pero implacable, el juicio inexorable de la historia, el que con su voz pregonera no perdona las faltas a la Patria. Un 15 de julio de 1876, según nuestros historiadores más versados, a un día de cumplirse 38 años de la fundación de la sociedad secreta La Trinitaria; exiliado, pobre y enfermo, fallece a los 63 años de edad el fundador de la República Dominicana, en Caracas, Venezuela, lejos del terruño que con su valor espartano y amor por su patria fue la rosa náutica orientadora de lo que hoy somos y que debemos preservar, como homenaje eterno a su memoria, específicamente los militares y policías, cuando el flagelo del narcotráfico, crimen organizado y la corrupción, con sus cantos de sirena, intenten alevosamente apartarnos del rumbo sagrado que está trazado en las insignias que debemos ostentar con el alma pletórica de honor y dignidad, emulando el epígrafe sagrado de “Dios, Patria y Libertad”. Para tan triste pero solemne ocasión de honrar un mártir que debe vivir por siempre en nuestros corazones, se preparó un programa de actos para un recibimiento apoteósico, a la altura de lo que él significa, un 27 de febrero de 1884, y como coincidencia del destino, la nave de guerra que fue a recoger sus restos mortales a Venezuela tenía el mismo nombre que la que lo fue a buscar con el Pabellón Nacional enarbolado en el zenit del orgullo, en su palo mayor, desplegado con valor, sangre y sacrificio: la goleta La Leonor. Entre los comisionados para las honras fúnebres de Duarte estaban los héroes navales almirantes de almirantes Juan Alejandro Acosta y Juan Bautista Cambiaso. Se creó, en tan memorables exequias, el primer protocolo naval para honras fúnebres en la naciente Marina de Guerra, que consintió en una salva de cinco cañonazos a la hora del desembarco de los restos del ilustre Patricio, formación de una guardia de honor frente al féretro y posteriormente disparar un cañonazo cada media hora, hasta el momento de depositar los restos en la Catedral Primada de América, donde se procedería a disparase otra salva de cinco cañonazos al llegar los mismos a su entonces morada final, en la Capilla La Altagracia, previo a un discurso del presbítero Fernando Arturo de Meriño. Como bien señalan algunos de sus biógrafos, el general Juan Pablo Duarte, para sorpresa de muchos, se esforzó siempre por despertar la conciencia marinera de esta República insular, para que tratáramos de conservar y defender sus riquezas naturales, accionando de forma empírica en lo que en derecho internacional marítimo se conoce hoy en día como poder marítimo, poder naval e intereses marítimos, originando estos conceptos el surgimiento de la estrella polar que orientó el rumbo de lo que constituye la actual Marina de Guerra, cuyo nombre, en el anteproyecto de modificación de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas que reposa en el Congreso Nacional, de acuerdo al nuevo paradigma y en el contexto del escenario mundial, será cambiado por Armada Dominicana, para actualizarnos con los nuevos vientos del milenio. Los restos inmaculados del Padre de la Patria, el 27 de febrero de 1944, con motivo del Centenario de la Independencia, fueron trasladados al Baluarte del Conde, designado posteriormente como Altar de la Patria En el año de 1994, el 26 de febrero, con el Decreto del Poder Ejecutivo No. 32-94, Duarte fue ascendido a General del Ejército (cuatro estrellas). Al conmemorarse este 26 de enero de 2013 el Bicentenario del natalicio de nuestro Patricio, general Juan Pablo Duarte y Diez, llevado por su estela al pináculo de la gloria, donde el gobierno dominicano encabezado por el Excelentísimo Sr. Presidente Constitucional, Lic. Danilo Medina Sánchez, mediante Decreto No. 285-12, crea la Comisión Nacional para los actos conmemorativos a tan magna efemérides, es justo también reconocer, entre otros méritos sobresalientes, que el creador de la nacionalidad dominicana es igualmente “El Padre de la Marina de Guerra”, o más bien, de la Armada Dominicana, guardián de la independencia, soberanía e integridad de la Nación, centinela de nuestros mares y costas, al servicio del Estado, apolítica, y “subordinada siempre al Poder Civil legalmente constituido”. ¡Loor a Duarte! ¡General de Generales!

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