En la cabeza de Miolán
MUCHOS SE BURLABAN CUANDO DON ÁNGEL FIJÓ SUS MIRADAS EN EL TURISMO COMO FACTOR CLAVE PARA EL PAÍS
SANTO DOMINGO.- ¿…Y los turistas dónde están?, preguntaba un mozalbete burlón frente a la tribuna por donde desfilaban las comparsas y los coloridos carruajes en el desfile del primer festival del merengue del l968 en el Malecón de Santo Domingo. ¡En la cabeza de Miolán!, respondían cientos de voces ante la risa incontenible de autoridades civiles y militares que ocupaban la tribuna aquella soleada tarde del 27 de febrero. La tribuna la presidía Balaguer…, y hasta él en ocasiones disimulaba una sonrisa mientras miraba de reojo a Ángel Miolán que con su proverbial optimismo y confianza en los dominicanos recorría por tierra y aire los más apartados rincones de la isla identificando las potencialidades turísticas nuestras y soñando con que en la “industria sin chimenea” estaba el futuro económico del país. Y era verdad. Los turistas estaban en la cabeza de Miolán, un visionario que cuando aún andábamos en pañales, recorría los países de la región dando conferencias sobre el futuro del turismo en el Caribe. Hasta que Balaguer le abrió las puertas del país, le pidió que regresara a la patria—se había ido al exilio tras el Golpe de Estado del l963—y le pidió que le aceptara el cargo de Director General de Turismo. Se iniciaba el 1967 y la situación política todavía era convulsa. Miolán puso dos condiciones: que él—Balaguer— fuera su único jefe, y que no lo involucrara en política partidaria. Balaguer lo prometió… y lo cumplió. Miolán había adversado a Balaguer de siempre. Pero nunca olvidó que Balaguer le protegió y le garantizó la vida a él y a sus dos compañeros— Ramón A. Castillo y Nicolás Silfa—cuando se atrevieron a venir al país a sólo 36 días de muerto Trujillo en la avanzada del Partido Revolucionario Dominicano, fundado l2 años antes por exiliados dominicanos en La Habana. Para entonces Miolán se había alejado del PRD por diferencias irreconciliables con Juan Bosch. No vaciló mucho en asumir el compromiso de ponerse a la cabeza de un sector que entonces era subestimado y en el que muy pocos tenían confianza. En ese año, l967, apenas llegaron al país 45,400 turistas con un aporte de 9 millones 400 mil dólares, según las estadísticas de entonces. Pero el año anterior; es decir, en el l966, sólo habían venido al país l7,500 turistas con un aporte a la economía de 3 millones 500 mil dólares. Es decir, que entre l966 y l967 la afluencia de turistas al país se triplicó gracias al esfuerzo que hizo Miolán en los primeros meses de su gestión. Estos números estimularon a Balaguer y a partir de entonces comprendió la necesidad que le venía planteando su director de turismo para que se creara en el país una estructura de desarrollo del sector, estableciendo primero el marco jurídico a través de la ley 541, del 20 de diciembre del l969, que declara de utilidad pú blica e interés nacional la promoción estatal del turismo y actividades conexas, y la ley 542 que crea la Corporación de Fomento de la Industria Hotelera y Desarrollo del Turismo. Para la época la ciudad de Santo Domingo no tenía habitaciones hoteleras ni siquiera para celebrar un evento internacional pequeño. Y cuando don Ángel se vio precisado a hacer un congreso regional, tuvo que alquilar habitaciones en casas de familias amigas para alojar a los invitados. Para hacer algunas comparaciones del resultado de ese esfuerzo de Miolán, sólo habría que citar que el año pasado llegaron al país 3 millones 947 mil 730 turistas, produciendo un ingreso de 4 mil 200 millones de dólares, convirtiéndose en el mayor generador de divisas de la República Dominicana. En los últimos 40 años, desde que Miolán era director de Turismo hasta la secretaría que hoy encabeza Francisco Javier García, ese sector ha crecido en más de un 2,000 por ciento, convirtiéndose en la base de nuestra economía. Pero muy pocos recuerdan que Ángel Miolán es el padre del turismo en la República Dominicana y que hoy, a sus 97 años de edad, todavía sueña con aquellos turistas que sólo existían en su cabeza porque aquí nadie tenía conciencia de la importancia que esta actividad tendría para la República Dominicana. Habrá hoy quienes se consideren descubridores de las principales zonas turísticas de la isla. Pero cuando en lo que hoy son las mejores y más caras playas de la región Este—como la zona de Bávaro hasta Cap Cana, por ejemplo— no podían habitar ni siquiera los caballos porque los malles le chupaban la sangre, ya Ángel Miolán andaba por ahí potenciando un turismo que sólo podía existir en sus sueños y fantasías. Ocho años pasó Miolán con la cabeza llena de turistas, y llegó a conocer como pocos ese sector de nuestra economía. A él—al sector turístico— llegó no sólo la infraestructura legal que hoy le da sustento, sino estudios y textos que aún se consultan en las escuelas de turismo de algunas universidades. Y hasta una obra narrando sus experiencias pudiera aparecer por ahí en cualquier polvoriento anaquel de una librería de barrio. Se titula “Turismo, nuestra industria sin chimenea”. No hay dudas de que Ángel Miolán también dejó su nombre inscrito en el turismo dominicano.