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memorias del siglo

Pedro Mir: “La poesía me llevó al socialismo”

Su obra se convirtió en un himno revolucionario, en dardo contra opresores en labios de dominicanos que soñaban con derrumbar las injusticias.

Pedro Mir, poeta dominicano. Foto de archivo.

Pedro Mir, poeta dominicano. Foto de archivo.

Percibe la sensación de que concluye su vida. Pero, a sus 85 años es el mismo Pedro Mir lúcido, vehemente, sentencioso y tierno. Irremisible mente unido a "Hay un país en el mundo', a la industria azucarera, a las cañas, a los bueyes y a las utopías sociales. Su conversación es racional. Nada de almíbares innecesarios.

Su obra se convirtió en un himno revolucionario, en dardo contra opresores en labios de dominicanos que soñaban con derrumbar las injusticias.

Se asoma al mundo a través de la pantalla de su ordenador. Acaba de leer un artículo de Carlos Fuentes en El País digital, sobre Augusto Pinochet y le esperanza que resplandezca la justicia. Se muestra eufórico. Dramatiza. Es teatral hasta el delirio. Su gran capacidad expositora evidencia sus conocimientos enciclopédicos, ahora limitada por su enfermedad.

Sus crecientes dificultades respiratorias producto de un enfisema pulmonar y la angustia de terminar asfixiado, le provocan pavor. "Las noches me dan terror" comenta, sin perder su atilda-miento. "La cánula nasal se me desplazó mientras dormía y empezó a faltarme aire. La encontré justo cuando no podía más", relata.

En la espaciosa sala resaltan los óleos, las serigrafías y los dibujos de artistas amigos. Don Pedro reside junto a su esposa Car-mina, en la primera planta de un apartamento de la calle Luis F. Thomén.

Cuando empezó a confrontar dificultades al subir escaleras vendieron la residencia de la Josefa Perdomo que le donó un comité de intelectuales, presidido por Juan Bosch, en la década pasada. Una nieta de pocos meses lloriquea, la abuela corre a mimarla. Para la entrevista fue necesario una autorización médica y la promesa de no agotarlo. Por eso los encuentros tuvieron intervalos de semanas.

Sus primeros recuerdos se remontan a la lancha del cartero que lo transportaba por el Higuamo para ir de su casa, en el ingenio Cristóbal Colón, a la escuela.

Evoca los paseos remontando el río. Apunta que el central azucarero disponía de muchas lanchas y de automóviles. "Había muchos y muchos quiere decir, diez o doce". Pero de su niñez Mir recuerda sobre todo su soledad. Huérfano desde los tres años, su padre se casó con la hermana de su madre y parece que se sintió abandonado. Sin amigos con quienes jugar, se refugió en los libros que encontró en su casa. Los doce tomos del Tesoro de la Juventud y los clásicos llenaron las carencias afectivas.

PREGUNTA: ¿Cree en Dios?

RESPUESTA: A Miguel de Unamuno le preguntaron lo mismo y contestó que no al campesino que le preguntó. Cuando tenía seis años llamé a mi madre con la seguridad de que me haría caso. No contestó y sufrí una profunda decepción. La experiencia se convirtió en una angustia perpetua. No era posible que ella se negara a oírme y desde ese momento la pregunta sobre la existencia de Dios quedó abierta en mi corazón.

La afición a la lectura y los conocimiento adquiridos salvaron a Mir de no conmocionar como lo hicieron los que vieron por primera vez un avión cuando cayó sobre un lecho de cañas.

"Por caer en un cañaveral el piloto resultó ileso. Era un niño, pero ví como montaron el avión en un vagón del ferrocarril. El piloto calzaba polainas, anteojos y un gorro, era una especie de personaje celestial. La gente lo rodeó asombrada. Por mis libros conocía los últimos inventos. La bombilla eléctrica tenía pocos años de vida, la telegrafía sin hilos había sido patentizada en el 1900. Tenía conciencia de que esos inventos representaban mi época".

El segundo encuentro de Mir con un avión fue en 1927 cuando Charles Lindbergh, a bordo del Es-piritu de San Luis, voló sin escala desde Nueva York a París. "Aquel hombre solitario en aquella cáscara de nuez se convirtió en un delirio para la humanidad. Desde ese momento, restaurantes, las lavanderías de los chinos, otros comercios y niños dominicanos empezaron a llamarse Limbert".

P: ¿Cuáles eran las ideas políticas de la época?

R: Crecí oyendo hablar de política. En la escuela empecé a oír a hablar de Gregorio Urbano Gil. bert quien atacó por sorpresa a las tropas invasoras norteamericanas que nos ocuparon en 1916.

Un día estando en recreo venían los dulceros con sus bateas para atender las demandas de los muchachos, cuando apareció Gilbert. Los muchachos lo aclama-ron. Pronunció algunas palabras y se despidió diciendo: "Bueno, muchachos, jártense sus dulces'.

Eso me decepcionó. Entendía que los héroes tenían que hablar como los ángeles.

P: ¿Cómo era el ambiente cultural en San Pedro de Macorís?

R: Un poeta era un príncipe en Macorís. Había concursos de sonetos, de piropos, pero la poesía era lo más alto. Allá vivieron Gastón Deligne, Federico Bermúdez, Virgilio Díaz Ordoñez. Se le rendía culto a las palabras. En Macorís todo el mundo era o quería ser poeta. Se alardeaba de los recursos retóricos. Los inmigrantes enriquecidos querían adornar su vida y no ser simples vendedores de arroz y automóviles. Por eso patrocinaban premios. Los abogados eran más ilustres que los médicos, por el don de la palabra, Al Teatro Colon venían artistas extranjeros, mexicanas, españolas y hasta a argentinas. El tenor español (Hipólito) Lázaro, con fama mundial y quien grababa con la Víctor canto en Macorís, porque allí corría el dinero. Había una meta espiritual que favorecía la cultura. La gente bautizaba a sus hijos con nombres de intelectuales. Había librerías.

Mis amigos, Salvador Ortiz, Carlos Curiel, Francisco Bonilla Charro, Bebecito Leonor, intercambiábamos libros. Para esa época leí a Guillermo de Torres. Conocíamos las teorías de Sigmund Freud, leíamos a (Marcel) Proust (En busca del tiempo perdido), a Ulises de James Joyce. Visitabas una casa y se hablaba de eso. Había un intercambio intelectual permanente.

Había librerías como la de Campillo, donde se encargaban libros y los traían desde el exterior.

P: ¿Cómo empieza el germen de la poesía y la rebeldía en su vida?

R: Me crié en un ambiente de desdén contra el régimen que llegó en 1930. Vine a la capital a estudiar en la Escuela Normal Superior Hubo un movimiento de protesta contra Rafael Trujillo y como consecuencia nombraron un nuevo director. Los profesores se dividieron. Un grupo formo la Escuela Normal Independiente con el matemático Osvaldo García de la Concha como director y me fui con ellos. Esa fue mi primera actividad política pública, porque las demás fueron clandestinas.

¿Qué ideas políticas circulaban?

R: Los pensamientos políticos no estuvieron cerca de mi vida en Macorís. Cuando nos mudamos a la capital permanecí al margen de esas cosas, porque empecé a tocar plano y mi vida empezó a girar hacia la bohemia. En ese tiempo empecé a descuidar los estudios, me gradué de Derecho a trompones. El piano y el éxito entre las muchachas me subyugaban. Cambie cuando en mi vida apareció Juan Bosch en diciembre de 1937. Por Bosch empecé a investigar que era la poesía me llevo al socialismo.

P: ¿Qué acontecimientos impactaron a los jóvenes de su época?

R: Las ideas socialistas llegaron con los refugiados españoles. Pero lo determinante para nuestra generación fue que Rusia se volvió una potencia mundial y una serie de países formaron la Unión Soviética. Eso representó un cambio en el equilibrio de fuerzas. Fue una época estremecedora. La Segunda Guerra Mundial no era sólo una contienda entre tropas. Fue una guerra de ideas, contra las dictaduras, el terror y el racismo. Eran conflictos profundos y uno no podía permanecer indiferente. Eso era lo que estaba en el aire en mi generación. Después empezó Después empezó la Guerra fría y los rusos se convirtieron en enemigos de la humanidad y a los pobres comunistas había que eliminarlos como cucarachas. El socialismo se convirtió en una especie donde el martirio jugo su papel. Los que nos metimos ahí sabíamos que estábamos condenados al martirologio. Eso ennobleció esa causa. Le dio sentido. Fue un proceso que movió 50 años todas las fuerzas de la humanidad. Hubo un momento en que pensaba que las dictaduras desaparecerían del planeta. Pero la vida mostró que las cosas no eran tan sonrientes. Por allá empezaron a cometer disparates. El martirio ya no tenía la pureza. Esa fue la evolución de las cosas. Y uno, como un taponcito de corcho, flotando en esas mareas. A eso (el socialismo) me llevó la poesía.

Bosch, quien me presentó en sociedad al publicar mis versos, abandonó el país. Aquí nada más llegaba la resonancia de que se había convertido en un personaje. Yo empecé a desarrollarme.

“UN POETA era un príncipe en Macorís

VEÍAMOS a los refugiados españoles como semidioses

EL SOCIALISMO se convirtió en una especie de cristianismo 

EL ESCRITOR tiene que vivir lo que escribe

HABÍA UNA META Espiritual en Macorís. La gente bautizaba a sus hijos con nombres de intelectuales

QUERÍA SER Rubén Darío o Fabio Fiallo, ambos eran cónsules de sus respectivos países y vivieron la vida bohemia del París de aquellos años”

P: ¿En qué consistió la influencia de los refugiados españoles?

R: Los españoles se distribuyeron por toda la República. Había catedráticos, artistas, de todas clases. Ellos influyeron política-mente, aunque su actividad no fuera política. Por ejemplo, Enrique Casals Chapí, fundó la Orquesta Sinfónica Nacional. Presentó las nueve sinfonía de Beethoven y la coral. Eso hacía que uno viera a esos españoles como semidioses. Tuve amigos como el abogado Justo Terc y el periodista Marino Carreras y su esposa Laura Bolaños, a quienes volví a encontraren México.

P: ¿Cómo se enrola al socialismo?

R: No me enrolo aquí (en el Partido Socialista Popular). Era profesor de la Normal. Mi asunto no era el partido. Lo mío eran las ideas sobre la evolución histó rica de la humanidad, eso era la médula de mi poesía. Una visión a las perspectivas del género humano en la época que me tocó vivir. Un testimonio de la existencia del paso del hombre por este planeta y para eso había que estar en el centro de los acontecimientos. Pensaba que si quería escribir sobre el amor, había que enamorarse.

EI poeta tiene amor, había que enamorarse. El poeta tiene que vivir lo que escribe, si no, no hay literatura. Tiene que identificar su vida con su poesía. Si no lo que escribe es una banalidad.

P: ¿Cómo influyó Truiillo?

R: Profundamente. Viví 17 años bajo su régimen. Conocí el miedo y el terror. Te obligaban a ser trujillista, pero en cierto modo uno estaba obligado a ser antitrujillista. Era una contradicción tremenda. Era un drama para todos. Para los que favorecían el régimen, para los que luchaban en contra, para los indiferentes, para todo el mundo.

P: ¿Cuál es su balance de todos estos años?

R: Eso me lo pregunto todas las noches. Cuando uno está viviendo las cosas, no las percibe. Des-no pués resulta que esa fue una vida determinada. Una época. Vi nacer el automóvil, el avión y el Internet. Soy un testigo del siglo XX. Viví entre dos grandes guerras. El mundo giró en torno a esas dos grandes aventuras del género humano. ¿Qué se buscaba? ¿Qué se consiguió? Vivimos en la búsqueda de un ideal que a nunca se alcanza. La vida consiste en eso. No se puede vivir sin un ideal, por eso, millones de seres, en todas las épocas, se sacrifican por ideas que después pueden resultar equivocadas.

P: Macorís cambió los poetas por peloteros. ¿Cuál es el papel del poeta al final del milenio?

R: La poesía es una visión del mundo. El poeta tiene visión del futuro, del mundo en que vivirán las nuevas generaciones, de los cambios en las relaciones entre los hombres. Un poeta seguirá siendo lo que fue en Macorís. Hoy la misión del poeta es clara. Ellos tienen que penetrar los misterios del siglo que viene. Los próximos veinte años los presiento estre2 mecedores para la humanidad.

Muchas interrogantes quedan en el aire. Mir empezó a toser.

Doña Carmina salió. Estamos solos. Lo golpeo por la espalda. Me pide más intensidad. La tos cede, la respiración se normaliza. Se queja. Le recuerdo cuanta gente lo quiere. Respondió que "eso es toda una fantasía". El poeta, al final del siglo un símbolo dominicano, no supera la soledad que le acompaña desde niño.

“Bosch Cambio mi vida”

El poeta Pedro Mir y el expresidente Juan Bosch

El poeta Pedro Mir y el expresidente Juan Bosch

Soy poeta por accidente. José Rijo, uno de mis compañeros de estudios, llevó a Juan Bosch algunos de mis versos. Los rechazó y me atribuyó tener una visión escapista de la realidad y sugirió que dirigiera mis ojos a la patria. Atento a esos reclamos escribí otros versos. El 19 de diciembre de 1937, Bosch, editor de las páginas literarias de LISTÍN DIARIO los publicó y preguntó si yo era el poeta social esperado. A partir de ese momento la gente empezó a considerarme poeta. "Me puse las manos en la cabeza. ¿Y esto qué es? ¿Poeta social? No sabía lo que era eso. Bosch cambió mi vida.

Abandoné el piano y me adentré en la poesía. Bosch abandonó el país y me dejó lleno de confusiones. ¿Qué era ser poeta? ¿Qué era la justicia social? La justicia social me llevó al socialismo y me encontré con los socialistas. Empecé una actividad de otra naturaleza. Se me acercan gente como Mauricio Báez, Ramón Grullón, Chito Henríquez, quien jugó un papel importante en mi vida, Carlos Curiel, quien cogió mucha solitaria. 1946 fue un hervidero, había una tremenda agitación. Tenía un bufete de abogados con Tulio Arvelo y Luis Columna Velazco. Diez años después que Bosch, abandoné el país.

"Cuando llegué a La Habana escribí 'Hay un país en el mundo, (1949). Llevé el poema a Bosch de inmediato. Se entusiasmó y dispuso su publicación. Él era un personaje muy importante, era asistente del presidente Carlos Prío Socarrás y junto a otro dominicano, una de las eminencias de ese gobierno". (La hermana del gobernante cubano estaba casada con el dominicano Enrique Cotubanamá Henríquez).

"Regresé al país después que Bosch se convirtió en presidente de la República. En ese tiempo no me le acerqué. Él estaba demasiado ocupado. Abrí con José Espaillat y Tulio Arvelo otro bufete de abogados. Ahí estuvimos hasta su derrocamiento en septiembre de 1963. Espaillat y Arvelo estaban fuera del país y allá se quedaron.

Tuve que esconderme, fue un tiempo difícil. En 1965 me fui del país y volví al final de 1968".

"Volví a contactar a Bosch cuando escribí Amén de mariposas. Llevé el poema a España para que él lo leyera. Cuando llegué él estaba en Londres, pero leí el poema a doña Carmen. Ella lo localizó y pude leérselo por teléfono. Siempre hubo esas cosas. Es una vieja amistad, de mucho cariño, de mucha admiración y respeto mutuo. Él me visita a menudo y hablamos"...

Memorias del siglo

1900
Para ese año San Pedro de Macorís contaba con siete ingenios azucareros: Angelina, (fundado por Juan Amechazurra, posteriormente propiedad de Juan Bautista Vicini y administrado por Carlos Guerra); Porvenir (de Santiago Mellor); Cristóbal Colón, (de la empresa de Castro y Mo-la); Puerto Rico (de Juan Serrallés); Santa Fe (de Salvador Ros); Consuelo (de Guillermo Bass); y Quisqueva (de Juan Fernández de Castro). La ciudad contaba con cuatro mil habitantes.
1913
Nace Pedro Emilio Mir, en el ingenio Cristóbal Colón, a ori-las del Higuamo en San Pedro de Macorís. Poeta, novelista ensayista, ubicado junto a Francisco Domínguez Charro y Tomás Hernández Franco en la llamada generación Independiente de 1940, a caballo entre el Postumismo y la Poesía Sorprendida.
1920
Los norteamericanos invaden el país. Los campesinos del Este se organizan en guerrillas. Se atribuye su rebeldía a las injusticias que provocó la industria azucarera. Durante años empresas extranjeras y dominicanas habían comprado tierras a precios irrisorios a los campesinos o los habían despojado de ellas a la fuerza. Los líderes campesinos más importantes fueron Vicente Evangelista, Ramón Natera y Martín Peguero. Ellos fueron llamados "gavilleros".
1930
Se inicia la Era de Trujillo. Las botas se imponen a los votos. El trujillano se considera una consecuencia de la primera ocupación militar de los Estados Unidos. Los norteamericanos habían desarmado a la población pero dejaron armada a las fuerzas militares.
1947
Mir sale del país. Se convierte en un exiliado y luchador contra la tiranía de Trujillo. Se enrola en la fallida expedición de Cavo Confites con la finalidad de derrocar al tiraпо.
1949
Mir escribe en La Habana "Hay un país en el mundo", uno de sus fragmentos dice: "¡Un dólar! He aquí el resultado. Un borbotón de sangre/Silenciosa, terminante. Sangre herida en el viento/Sangre en el efectivo producto de amargura/Este es un país que no merece el nombre de país-/Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura"
1952
El poeta escribe "Contracanto a Walt Whitman": Yo/un hijo del Caribe/ precisamente antillano/producto primitivo de una ingenua/criatura borinqueña/y un obrero cubano,/nacido justamente, y pobremente,/en suelo quisqueyano./Recorrido de voces lleno de pupilas/que a través de las islas se di-latan,/vengo a hablarle a Walt Whitman,/un cosmo,/un hijo de Manhattan.
1969
Mir escribe "Amén de Mariposas": Cuando supe que habían caído las tres hermanas/ Mirabal/ Me dije:/ la sociedad establecida ha muerto/ Es que/hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al/ tiempo/ y pirámides absolutas erigidas sobre las civilizaciones/ que no pueden resistir la muerte de ciertas mariposas.
1978
Mir publica "Cuando amaban las tierras comuneras", en 332 páginas no figura un signo de puntuación. Florentino el campesino que se murió de la risa cuando le pidieron sus títulos de propiedad, es uno de los protagonistas... "aquí los campesinos mostraban un interés poco acentuado en cercar las tierras lo que consideraban tan absurdo como si se tratara de cercar las aguas del mar".
"Bonifacio Lindero optó por convertirse él mismo en deslindador… de esa manera le fue posible crearse una base económica en la nueva sociedad que estaba apareciendo. Cuando según firmaban los campesinos los americanos inventaron la agrimensura en 1920"
1982
Un grupo de intelectuales solicita al Congreso Nacional declarar a Mir como Poeta Nacional. La petición fue firmada por Nereyda Negrin, Melba Báez de Erazo, Mercedes Sabater de Macarrulla, Franklin Almeyda, Virgilio Bello Rosa y Fernando Valdez. Joaquín Balaguer, desde la oposición, apoyó la propuesta.
1993
La Fundación Corripio y la secretaría de Educación otorgaron a Mir el Premio Nacional de Literatura de ese año, "por calar en la sensibilidad de nuestro pueblo, contribuyendo a afianzar un elevado concepto de dignidad política y humana".

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