Fanfarria de un hombre común, para José Antonio Molina y la Orquesta Sinfónica Nacional
Pienso que es pertinente, iniciar este dialogo, explicando el significado del título. Aaron Copland, el gran compositor norteamericano, compuso una magnifica obra, con el título de “Fanfarria Para Un Hombre Común”. Dicha pieza se ha convertido en un parroquiano asiduo en los calendarios de las salas de concierto, a lo largo de todo el mundo.
Y guardando las distancias, he decidido, parafrasear el título, porque una Fanfarria, con todo el “ruido” que conlleva, es lo que quiero realizar aquí. Y esto, lo está haciendo un “hombre común”. Tanto, que debo confesar, que no soy músico, ni conozco nada de música, que no sea, el placer que me proporciona, el escucharla.
Es preciso, también, que comparta con ustedes, el hecho de que, la idea de escribir este artículo, surgió en mi mente y en mi espíritu, en el mismo instante en que se escuchó la última nota de la 5ta sinfonía de Mahler, en nuestro teatro nacional , con la orquesta sinfónica nacional, dirigida por el Maestro José Antonio Molina, hace apenas, poco más de una semana.
Tal vez debería confesarme, como un melómano, porque el diccionario define este término, como una persona que ama la música. Y eso, definitivamente, hago yo. Y lo llevo a cabo, escuchando música, de las dos formas , en las que esto puede llevarse a cabo. Música en vivo, y música grabada.
La música es un integrante medular de mi cotidianidad. No solo he logrado conciliar, mi ejercicio de la medicina, y de mis responsabilidades docentes y administrativas, con el acto de escuchar música. He aprendido sobre la marcha, a utilizarla como herramienta terapéutica. En pacientes, y (sobre todo) conmigo mismo.
Es posible, que lo arriba escrito, sobre mi persona, no sea suficiente, como para conferirme la autoridad suficiente , para esgrimir argumentos de índole musical. Y es de allí, de donde proviene el título del presente artículo. Soy un hombre común, y a los ciudadanos comunes les encanta la música. Y por qué no podría yo aquí declararme, vocero de todos los hombres y mujeres, comunes?.
Y es en ese rol, en el que quiero, o más aún, necesito, levantar mi voz, para decir varias cosas.
La primera, QUE GRAN ORQUESTA SINFONICA NACIONAL, TENEMOS LOS DOMINICANOS!.
La segunda, QUE GRAN CONDUCTOR, Y LIDER, EN JOSE ANTONIO MOLINA, TENEMOS LOS DOMINICANOS!.
Lamentablemente, me temo, que estas palabras, representen, para muchos, o una novedad, o una exageración. Y esto lo digo, porque la obra de nuestra orquesta, y de su director, me temo, que podrían estar transcurriendo de forma desapercibida, para la mayoría, no solo de la población dominicana, sino también, del resto del mundo.
Para arribar al punto nodal de este artículo, se impone que revisemos algunos antecedentes importantes.
La Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) fue fundada en el 1941. Desde entonces, ha funcionado, con demasiados altibajos. Y aunque, previo al 2009, ha tenido momentos de brillantez, había resultado imposible, mantener un nivel de funcionamiento sistemático y constante. Tanto cuantitativa, como cualitativamente.
Si aplicamos los estándares internacionales , basado en los cuales, se califica el nivel de una orquesta sinfónica, o filarmónica, ( las consideramos similares, a los fines de este artículo ), la OSN no alcanzaba el nivel de algunas de sus pares, geográficamente aledaños. Era imperativo, la contratación temporaria, de una apreciable cantidad de músicos extranjeros, para “completar’’ la orquesta. Esto ocurría sobre todo, en ocasiones especiales, y en particular, para la ejecución de obras complejas.
Siempre ha resultado, muy difícil y laborioso, el montaje de óperas. Este género requiere, no solo de la orquesta, ( que se coloca en el foso, no en el lugar habitual ), y el conductor.
Es también necesario, conducir a los cantantes, coros, y en algunas ocasiones, bailarines. Y ya que se narra una historia con un argumento específico, es mandatorio, prestar atención al escenario, vestuario, etc. En general , en un momento dado, pueden estar, entre la escena y el pozo, más de cien personas en roles activos. Todo esto conforma una parafernalia, que en la práctica se hace muy compleja y costosa.
Todos estos detalles se aúnan para explicar la lamentable rareza, de las presentaciones de ópera en nuestro país. Y lo mismo, puede decirse, de otros géneros, tales como la sinfonía coral, el réquiem, la cantata, y los poemas sinfónicos.
La música clásica, en especial en los últimos cinco siglos, ha transcurrido por senderos variopintos, en cuanto a estilo, y a todos los aspectos esenciales de la composición y la interpretación. Los últimos dos siglos ,XIX, y XX, y lo que va del siglo XXI, han representado saltos monumentales, hacia una música mucho más osada, y frecuentemente, más compleja. Por ende, más difícil de ejecutar, y de conducir.
Desde Wagner, en la segunda mitad del siglo XIX, pasando por Richard Strauss, y todas las innovaciones del siglo XX, tales como Mahler, Stravinsky, la escuela de Viena, y Shostakovich, solo para mencionar algunos, nos colocamos, como oyentes, en escenarios que nos llevan a cuestionarnos, ciertos conceptos que tenemos arraigados, sobre belleza, armonía, melodía, ritmo, ruido, y otros parámetros fundamentales para discernir en nuestras mentes, y en nuestros corazones, “qué música nos gusta. Nos produce placer”.
Los párrafos anteriores, se hacen necesarios para permitirme tocar algunos puntos, que hace falta resaltar, para demostrar, lo que es LA NUEVA ORQUESTA SINFONICA NACIONAL DE LA REPUBLICA DOMINICANA.
El maestro José Antonio Molina, regresó definitivamente al país, en 2009. De inmediato se hizo cargo de la posición de Director, luego de un largo periplo, de casi 30 años, que lo llevó, primero, a concluir sus estudios iniciados en Santo Domingo, como estudiante de grado y maestría, en la Manhattan School of Music, y en Julliard School of Music, con el reputado maestro Vincent la Selva. También fue alumno del reconocido maestro de composición, Jean Paulo Bracali.
Ya en su rol de profesional, alcanzó diversas posiciones de principalía en la arena de la música clásica internacional. Entre otras, debemos mencionar, la de director de una de las llamadas orquestas “mayores’ de los Estados Unidos, la Greater Palm Beach Symphony. En el mismo estado de la Florida, fue seleccionado como director musical de la Concert Association of Florida. Allí dirigió dos orquestas de nombradía, la Florida Symphony, y la Miami Latin Pops.
Sin embargo, el logro internacional, que el maestro atesora más cerca de su corazón, lo fue, el haber sido escogido personalmente, por esa gran estrella del Bel Canto, el tenor Luciano Pavarotti, quien lo designó como su director musical, y arreglista principal de los conciertos Pavarotti and Friends.
Como parte importante de la enorme experiencia que el maestro Molina trajo consigo, a poner al servicio de nuestro país, el incluyó, la puesta en escena, de obras, hasta ese momento, consideradas prohibitivas, por algunas de las razones antes expuestas. El repertorio del maestro, incluye todo el espectro de la música clásica, desde el renacimiento, hasta la música de los siglos XX, y XXI, pasando por los períodos, barroco, clásico, y romántico. Y sus intenciones, eran, y siempre han sido, dirigir una orquesta de primerísima calidad, y que cuente, entre sus atributos, la versatilidad.
Es por todas esas razones, que, tomando como referencia, los párrafos donde destacábamos ciertas limitaciones del pasado, podemos asegurar, que en las últimas dos décadas, disponemos de una OSN, radicalmente diferente. Una diferencia que se ha enrumbado, por un camino positivo.
Bajo la conducción del maestro, la OSN ha presentado, solo para citar algunos ejemplos, las operas, La Boheme, y La Traviata. En el campo de las sinfonías corales, la 9na sinfonía de Beethoven, y la monumental 2da sinfonía de Mahler (Resurrección), que constituyó un estreno en el país. Es absolutamente necesario, mencionar también otras obras corales, como el Requiem de Verdi, y Carmina Burana, de Orff.
En lo relacionado, con la complejidad musical, inherente a algunas de las composiciones más modernas del repertorio internacional, la OSN y el maestro Molina, han incorporado obras que inspiran respeto, incluso a las orquestas de mayor reputación mundial. Esto incluye, entre otras, algunos de los famosos poemas sinfónicos de Richard Strauss, tales como, Till Eulenspiegel, y Don Juan. También han sido memorables, la 9na sinfonía de Shostakovich, y fragmentos de algunas de las óperas de Wagner.
El maestro es también compositor, y pianista. Como tal, ha presentado, obras propias, conduciendo, así como al piano. De igual manera, ha sido un campeón de las composiciones de autores dominicanos, incluyendo algunas de las que pertenecen al legado de su padre, esa gloria de la música dominicana, que fue Papa Molina.
En este breve recuento, de algunos de los puntos salientes, de la evolución de nuestra OSN, bajo la dirección y administración del maestro Molina, he dejado para el final, lo que ha ocurrido más recientemente.
La temporada del presente año, de nuestra OSN, que finalizó hace un par de semanas, fue remarcable por varias razones. Entre otras, el Cuadro Sinfónico de Porgy and Bess, de William Russell Bennett, Sinfonía No. 1, de Brahms, y el suculento plato de la 4ta Sinfonía de Schumann.
Además, como colofón, simplemente, lo que yo creo es, EL PINACULO MAS ELEVADO ALCANZADO POR LA OSN Y JOSÉ ANTONIO MOLINA, COMO SU CONDUCTOR, La 5ta sinfonía de Mahler, otro estreno en el país. Este complejo trabajo, en el que, aún los que no somos músicos, podemos avizorar , que es de dirección y ejecución, sumamente difíciles , fue abrazado por nuestra orquesta y nuestro director, como a un viejo conocido, o más aún, un allegado, en un reencuentro pletórico de virtuosismo, y de emociones a granel, que despertó entre los presentes, un espontáneo y gigantesco aplauso, que se repitió varias veces, obligando al maestro, a salir a escena reiteradamente, para recibir en directo, los vítores, que muy merecidamente, le estaban siendo tributados, a él y a su orquesta. Nuestra orquesta.
Y hay que hacer constar, que todo esto, se ha realizado, en la mayoría de los casos, con una orquesta compuesta 100%, por músicos dominicanos, o extranjeros radicados en el país, o con una utilización mínima de invitados extranjeros.
La pregunta de lugar aquí, es, tengo yo razón, para mostrar preocupación, o inconformidad, con el estatus actual de reconocimiento a nuestra orquesta, y a su conductor?.
Piense por un momento, el lector, solo en el tiempo necesario para el estudio de la música en todos sus aspectos. La practica constante, que es absolutamente necesaria para mantenerse en forma, y en específico, para dominar la ejecución y conducción de cada obra. Lo ideal, es que un músico profesional a este nivel, lo sea a tiempo completo. Esto, tal vez, es mucho pedir. Pero es aquí, donde quisiera que este artículo, de alguna forma, funcione como una señal de alarma. Nosotros, el país dominicano, debemos tener como norte, que la evolución cualitativa in crescendo, de nuestra OSN, no se detenga, ni se ralentice. Muy por el contrario, aún tenemos un largo y sinuoso camino, por recorrer.
La labor del maestro José Antonio Molina, no tiene precio. El regresó al país, pudiendo estar donde le plazca. Sin embargo, permanece aquí. Y lo hace sin dormirse en sus laureles. Siempre reflexionando, acerca del próximo paso de la orquesta.
De hecho, en conversaciones personales, con el y otros seguidores de la orquesta, se han estado planificando nuevas facetas en el trabajo de la OSN, que serán anunciadas, en el corto plazo.
Dominicanos, aunque no se mencione mucho. Aunque, tal vez, la mayoría de nuestros compatriotas, no estén conscientes de ello, TENEMOS UNA ORQUESTA SINFONICA NACIONAL DE PRIMERA MAGNITUD. Capaz de compararse favorablemente con renombradas y reconocidas orquestas del ámbito internacional. Y qué más puede decirse de su director / administrador?. Podríamos llenar decenas de cuartillas, pero el espacio nos impone límites.
Debemos sentirnos orgullosos. Hablar de ello. Hay múltiples vías de cooperar, para continuar recorriendo este sendero de luz.
Como muestra de ese júbilo dominicanista, es que he decidido hoy, escribir esta fanfarria, que, al igual que la de Copland, está dirigida a “los hombres comunes”. Pero a diferencia de la del genial compositor, esta proviene también de un hombre común, igual a cada uno de ustedes, amables lectores.