ENTREVISTA
Chiqui Haddad: "Hay una generación que no quiere respetar trayectoria y creen que etiquetándote de ochentoso te aniquilan"
El productor de espectáculos afirma que el arte "no tiene años, no tiene décadas, en definitiva lo que importa es la calidad, la buena puesta en escena que se logre al momento de presentar un espectáculo”
Que lo etiqueten con el término de “ochentoso” para el productor y coreógrafo de espectáculos Chiqui Haddad no es una ofensa, pues está seguro que el arte, la calidad y la dominicanidad, que son su carta de presentación, no tienen décadas.
“A mí no me ofende que me digan ochentoso. A veces me molesta el tono porque lo hacen con la intención de quitarte del medio, porque hay una generación que no quiere respetar trayectoria y creen que etiquetándote de ochentoso te aniquilan, pero el arte no tiene años, no tiene décadas, en definitiva lo que importa es la calidad, la buena puesta en escena que se logre al momento de presentar un espectáculo”, define Haddad.
Con más de 40 años de carrera, desde que comenzó a montar coreografías, en los 80, a la extinta para entonces cantante Nuryn Sanlley, Haddad ha preferido, en todos estos años, apostar a la calidad, a lo bien hecho, a la bonita puesta en escena, a pesar que, en ocasiones, no los artistas no cuentan con las condiciones para subir a un escenario.
Su creatividad, gracia y estilo lo convirtió en el primer productor de montaje de revistas para los hoteles en el país, produciendo “Tropicalísimo” (1993) en los hoteles de Bávaro y “Candelá” (2001-2018), en el anfiteatro Altos de Chavón para los visitantes que llegaban en los cruceros, en el este del país, siendo este montaje una de sus mejores cartas de presentación, el que se mantuvo por 19 años en escena.
Pero antes su trabajo se inscribe como productor de espectáculos y coreógrafo por excelencia de montajes de espectáculos, en los que siempre apostó a la dominicanidad, con producciones para intérpretes de la balada y el merengue. Una de sus mayores puntuaciones las obtuvo en la producción de los premios Soberano, antiguos Casandra, en los años 2001 y 2002.
Recientemente se ganó las mejores críticas del espectáculo que realizó para la premiación de los 50 años del “Micrófono de Oro”, que organiza el Círculo de Locutores Dominicano, presentado en el Teatro Nacional, Eduardo Brito.
En sus largos años de trabajo supo acumular una gran fortuna, la que invirtió en una industria de reciclaje, en la que lamentablemente perdió 42 millones de pesos.
En su vida personal ha pasado por dos operaciones bariátrica, la que ha asumido con valentía, está última con una mayor responsabilidad, ya que ahora se ha sometido a un ayuno intermitente, que le mantiene en un peso bastante estable. Es de buen comer, especialista en arte culinario, decoración y jardinería. Después de una larga relación de más de 25 años, ahora disfruta su soledad al máximo.
De su trabajo como coreógrafo entiende que “la grandeza de cualquier coreógrafo es saber ubicarse, saber asumir los nuevos ritmos y adaptarlos a las rutinas de bailes, porque si el ritmo del hip hop es imprescindible en un montaje de estos tiempos, pues se busca una persona que monte los pasos de hip hop, porque debo de aclarar que una persona que monta pasos, no es un coreógrafo. El trabajo del coreógrafo va mucho más allá de montar pasos, nosotros diseñamos una estructura de baile que vamos desarrollando en el escenario”, explicó.
Sus ojos vivaces reflejan un entusiasmo y una felicidad como niño esperando un juguete nuevo, y no es para menos, Chiqui se siente satisfecho y feliz con la vida que ha tenido. No se queja, ni se angustia por lo que no tiene, y mucho menos por lo que ha perdido.
Sin embargo le entristece y lamenta que muchos productores de espectáculos, en el caso de los Premios Soberano, hayan dejado a un lado la dominicanidad, la esencia de la música dominicana y solo se hayan enfocado en la actualidad musical.
“Está bien que incluya todos los ritmos que consume la juventud, los ritmos de ahora, pero no le puedes dar la espalda al público que lleva años apoyándote. Es un premio que debe ser pensado para todo el público, no para un solo sector, como lo han hecho los últimos años, dejando nuestra verdadera esencia a un lado”, expuso.
Otro aspecto que criticó de esta premiación fue la parte estética, según Chiqui Haddad el arte ha desaparecido del escenario en estos montajes. “Yo puedo montarle un número musical al Alpha, a Rochy, hasta a Tokischa que se vea estético y que pueda ser consumido por todo el público, porque yo apuesto a lo bien hecho, porque lo que está bien hecho nadie lo rechaza”.
Desde siempre Haddad se ha valido de los ritmos autóctonos y cultura dominicana, lamenta que en el país no se valore nuestra cultura, sin embargo, cuando ven montajes con música y trajes típicos de otros países, como México, Rusia o Venezuela, entonces, sí lo valoran.
En medio de la ebullición de los cambios que han traído estos años, Chiqui Haddad, se ha mantenido trabajando, generalmente en producciones de empresas privadas. Sin mucho afán siguió trillando su camino en el arte y mirando desde una esquina lo que sucedía en el terreno del juego. “Yo he demostrado en estos últimos años, como dice el merenguito, por más que brinque y salte tú mueres aquí, porque al final tiene valerse de la experiencia de los profesionales que sabemos trabajar en equipo y que al final sabemos discernir qué está bien y qué está mal”.
Y una muestra de lo que expresa fue la pasada Premios Juventud en donde los merengueros y los reguetoneros de larga data demostraron que siguen siendo las estrellas.
SU NIÑEZ
Manuel de Jesús Haddad Reyes, es su nombre real, nació el 22 de abril de 1954, en Mao, Valverde.Su familia paterna es de ascendencia árabe, libanesa. Chiqui, un apodo que le pone su madre al nacer ya que antes que él estaba su hermano mayor, y de llamarle “el chiquito de la casa” le quedó el apodo de “Chiqui”. Es el segundo de cinco hermanos, cuatro varones y una hembra.
Chiqui nació con una vena artística de la que no conoce su origen, pues tanto paterna como materna se caracterizaron por ser guerreros de la política.
Su abuelo, por parte de padre, Salomón Haddad, alias “el Turquito”, fue lugarteniente en el gobierno de Desiderio Arias, y es acribillado por Trujillo, un asesinato que todo el pueblo de Mao recordará, ya que al ser decapitado su cabeza fue paseada por todo el pueblo en señal de amedrentamiento a los anti trujillistas.
“Dos hermanos de mi padre tuvieron que dejar el país, fue una muerte muy horrorosa”, revela.
El padre de Chiqui, Manuel de Jesús, conocido como Male Haddad, fue síndico de Mao en la dictadura, pero durante el gobierno de Héctor García Godoy (1965-1966), siendo gobernador para la época, es emboscado en la ciudad de Santiago y asesinado, supuestamente por agentes del estado. Haddad regresaba a Mao luego de haber sostenido una reunión en el palacio.
“Fue muy duro para nosotros. Yo apenas tenía 12 años y mi hermana menor, Ivette, aprendió a caminar durante los nueve días del rezo de mi papá. Entonces nos mudamos a Santiago, en 1965 y mi madre nos sobreprotegió a todos, con miedo de todo lo que había vivido la familia”, relata.
Chiqui Haddad tuvo la oportunidad de conocer el mar a los 14 años. La oposición política de su familia a la dictadura y a los gobiernos venideros provocó que tuvieran una niñez, prácticamente en cautiverio, encerrados en la casa, sin compartir con amigos ni vecinos, su único contacto social era en el colegio y la iglesia, así que los paseos a la playa, al río o al parque no existieron.
su vida en el baile
Con 16 años, en 1970 viene a estudiar a la capital, y se matricula en la Universidad Pedro Henríquez Ureña, (Unphu) en la carrera de arquitectura. Allí le pide permiso a su madre para tomar clase de folklore y su madre, Antonia Reyes lo amenazó de desmontarlo de la tarima de una pedrada. Aunque sus padres veía con escepticismo, que cuando niño mientras sus hermanos decía que de grande quería ser ingeniero o doctor, Chiqui salá con la ocurrencia de que quería ser bailarín, pues por televisión veía a Josefina Miniño y a Rafael Usero, bailarines folclórico, que dejaron huellas en su vida desde muy pequeño.
A escondida de su madre se dedicó a estudiar ballet y se convirtió en el primer bailarín del Ballet Santo Domingo.
“Una vez fuimos a un programa de televisión y una vecina le contó a mi madre, ella se molestó y me botó de la casa, pero no me fui y ella tampoco quería que me fuera, porque luego se dio cuenta que mi trabajo era realmente profesional y lo aceptó”.
Para ese tiempo Chiqui se pasaba 6 meses dando clases en el Ballet Santo Domingo y otros seis estudiando en Estados Unidos. “Siempre estuve preparándome y bailando, porque una cosa me dijo mi madre, si tienes talento hazlo bien, pero si no tienes el talento retírate, al final mi madre se convirtió en la persona que más apoyó mi carrera. Agradezco haber tenido una familia, que me inculcaron valores y educación”.
En una de esas clases Chiqui conoce a Nuryn Sanlley, con quien sostiene un noviazgo, es ella quien lo lleva a la televisión, específicamente al “Calientísimo del 9”, que producía Roberto Salcedo, y se transmitía por Color Visión.
Chiqui produce el primer show para Nuryn “Realidad o un sueño”, el cual fue toda una sensación en el país. Así es como otros artistas y empresas se interesan en su talento. Vickiana, Olga Lara, Maridalia Hernández, Eddy Herrera, Fernando Villalona son algunos de los tantos artistas a quienes ha producido exitosos espectáculos. “Produje el show con el que Maridalia ganó Viña del Mar y luego el Gran Soberano, también he sido responsable de la producción del Festival Presidente, de al menos unos diez”.