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EN ESCENA

Teatro dominicano: “Terror” es una pugna entre el deber, lo ético y lo humano

Actores de la obra teatral "Terror"

Actores de la obra teatral "Terror"

La música es alucinante. Los redobles contundentes conducen casi al frenesí colectivo. El suspenso se adueña del auditorio. ¿El responsable? Vadir González; Ernesto López le acolita la hazaña con ese titilar de luces que, a veces deslumbra y otras tantas, perturba.

Concomitantemente, la simbiosis entre una cabina de avión y un estrado en un tribunal cualquiera, creado por Fidel López, conforman la parte técnica de “Terror”, la obra de teatro que se estrenó el pasado fin de semana y que continúa éste, en la sala Ravelo del Teatro Nacional, con la dirección de Ramón Santana y la producción de Apoloniuss.

La pirámide del poder. El triángulo semiótico que indica que arriba, en la cúspide, está el juez: frío y atento (Orestes Amador). Por debajo suyo, en el extremo izquierdo, la parte acusadora junto a la fiscal del Estado (Yanela Hernández y Luvil González); al extremo derecho, la defensa y el acusado (La Beba Rojas e Irving Alberti). Al centro, el asiento reservado para los testimonios y disertaciones.

La trama: una pugna feroz entre el deber, lo ético y lo humano. Un piloto militar es acusado de derribar un avión secuestrado por unos terroristas, en el que iban 164 ocupantes. Su defensa alega que debió tomar esa decisión para salvar las vidas de 70 mil personas que estaban en un estadio y hacia donde iba dirigida la aeronave. El público hace de jurado y es quien tiene la última palabra.

La obra del escritor y abogado alemán, Ferdinand Von Schirach, del año 2015 plantea, más que todo, aspectos filosóficos que se les presentan a las sociedades, en general y a ciertas personas, en particular, para poner a prueba esa capacidad que tienen los seres humanos de transferir sus responsabilidades o sus propios sentimientos hacia elementos alternos con argumentos que pueden ser válidos o no, dependiendo del nivel de vidas o intereses que se toquen.

Las tesis sobre la moral o el idealismo, planteados por los filósofos alemán y norteamericana, Immanuel Kant y Judith Thomson, respectivamente, toman fuerza y protagonismo en las intervenciones de las abogadas, interpretadas por Luvil y La Beba, cuyas actuaciones se convierten en una guerra campal de histrionismo, intensidad, dramatismo, pero, sobre todo, de credibilidad.

A Luvil ya la habíamos visto en trabajos anteriores demostrando ese saber hacer teatro, ese dominio escénico de voz, cuerpo y expresiones faciales con las que convence al auditorio que suele rendirse ante tanta magnanimidad actoral; Con La Beba sucede todo lo contrario, a ella la precede una exposición televisiva más banal y con ciertas apariciones teatrales que no han dejado mucho qué desear.

Con sus interpretaciones, estas dos actrices dejan un listón demasiado alto en esta puesta en escena. La una (Luvil) reafirma su calidad actoral; la otra (La Beba), tira al suelo cualquier prejuicio crítico, entregando una actuación seria, atinada y comprometida. Chapeau (Chapó).

Orestes, como el juez; Irving, el acusado y Richard Douglas (como el testigo), se convierten en los actores de reparto de la trama. Esto no quiere decir que sean menos importantes, sino, que la verdadera fuerza recae sobre los hombros de las dos abogadas y esto, quiérase o no, hay que reconocerlo.

Yanela, una maestra de la actuación dominicana, con su breve y sentido monólogo, rinde una especie de homenaje a las actrices maduras, a las que hacen de “special guest” en ciertas producciones, para reafirmar, a pesar del cliché, que no existen roles pequeños.

Luego están Madeline Bare, la tripulante de cabina y poseedora de un timbre de voz encantador; Xavier Ortiz, el alguacil y Nathalia Rodríguez, la secretaria del tribunal, quienes completan el elenco de este interesante, denso, complejo y perturbador montaje.

Ramón Santana, con “Terror”, apuesta al teatro psicológico, filosófico, oscuro y perturbador. Este trabajo, que ha sido representado en varios países de Europa tiene un dato curioso: como es el público el que hace de jurado. En las primeras tres funciones, el veredicto del público ha sido prácticamente el mismo. Si quieren saber si han declarado culpable o inocente al piloto, les corresponde ir a ver la obra.

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