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Monina Solá: Primera dama del teatro cierra el telón de la vida


“Yo era una muchachita, me decían la Shirley Temple dominicana y trabajé mucho en el Show del Mediodía ya siendo adulta”, recordaba en 2014

Monina Solá

Monina SoláArchivo LD

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Ramón AlmánzarSanto Domingo, RD.

Desde el vientre de su madre ya Monina Solá traía la sangre de artista. O al menos a los pocos años de nacer comenzó a dar los primeros pasos en las bellas artes, a las que dedicó gran parte de sus casi 90 años en la tierra, que concluyeron el pasado sábado 29 de abril. La "Primera dama del teatro dominicano" cerró el telón de la vida y abrió el de la inmortalidad en el arte.

“Mi madre inició sus primeros pasos en el arte a los cuatro años de edad y por su talento precoz en la actuación, canto y baile, la catalogaron en su tiempo como la Shirley Temple dominicana”, recuerda su hijo Homero Luis Lajara Solá.

Nacida el 23 de mayo de 1933, llevó el arte en sus venas de manera congénita, ya que su padre, Narciso Solá, inmigrante puertorriqueño radicado en San Pedro de Macorís, fue actor, músico y escritor de obras teatrales, tales como “El Intruso” y “Temblor Político”. Mientras que su madre, Dolores Vicioso Albert, era actriz.

Su abuela, Luz Vicioso Albert, fue mecenas de varias generaciones de actrices y actores, siendo su casa claustro de muchos de ellos.

Actriz Monina  Solá

Actriz Monina SoláArchivo LD

La gran dama del teatro dominicano inició su vida artística con una sólida orientación hogareña, y como seguidora fiel, desde sus inicios, del teatro clásico que nació en la antigua Grecia.

A los 11 años fue formada por el dramaturgo puertorriqueño Emilio Aparicio, quien comenzó a dar clases en la Casa Baquero, frente al parque Colón y a los 14 años pertenecía al Teatro de Bellas Artes.

“Yo era una muchachita, me decían la Shirley Temple dominicana y trabajé mucho en el Show del Mediodía ya siendo adulta”, recordaba en 2014 en entrevista con Listín Diario.

Como dato sobresaliente y no muy común, Doña Monina, en su prolífica carrera artística, fue condecorada con la “Orden de Duarte, Sánchez y Mella”, en los grados de Caballero y Comendador, respectivamente, por dos presidentes dominicanos, Joaquin Balaguer y Leonel Fernández. Este último designó con el nombre de “Monina Solá el teatro del Centro Cultural Narciso González, en la capital.

La primerísima actriz, reconocida y premiada innumerables veces, tanto en el país como en el extranjero, al ser galardonada en el 1996 con el entonces premio “El Casandra” como “Actriz del Año” tuvo la grandeza y el noble desprendimiento de remitir una comunicación a la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte) solicitando ser excluida de futuras nominaciones, pues entendía que era necesario darle paso al relevo generacional.

“Antes era todo cómico, a la vida no se le daba tantas vueltas, a la gente le gustaba divertirse sanamente y nosotros los actores y las actrices éramos saludables, no ambiciosos ni materialistas ni plásticos como hay mucha gente ahora. Ahora hay muchos cómicos, no comediantes, pero pueden llegar”, llegó a comentar.

Valor Cultural

En el año 2007, la entonces Secretaría de Estado de Cultura la reconoció otorgándole el diploma de honor como “Valor Cultural Dominicano”, y el 8 de marzo de 2015, conmemorando el “Día Internacional de la Mujer”, el Ministerio de Cultura, realizó un emotivo homenaje a Doña Monina- en su residencia-, con la presencia de su entonces titular, el también artista José Antonio Rodríguez y su hermano del arte, el dramaturgo Franklin Domínguez.

A ellos se unieron de manera espontánea y solidaria, un selecto grupo de compañeras, compañeros y discípulos, los que junto a la familia, rindieron tributo de admiración y respeto a su larga y fructífera trayectoria en el arte.

Lo de ser maestra lo llevó hasta el final de sus días. “Ya no hago teatro, pero estoy dispuesta a ayudar y a orientar a cualquier joven que se me acerque, que necesite de mis conocimientos. Eso sí lo hago con muchísimo gusto”, llegó a confesar en una entrevista con Listín Diario.

También indicaba que no se debe decir que no a un personaje por más difícil que sea, pues en el más incómodo y en el que te pueden burlar, acusar de mala, traidora o traidor, prostituta o desgraciada o desgraciado puede estar el éxito de un teatrista, porque en esos personajes hay que dar más y el público presta más atención.

Solá estuvo casada con Luis Homero Lajara Burgos, quien llegó a ser vicealmirante, Jefe de la Marina de Guerra y de la Policía Nacional, y posteriormente político, y con quien contrajo nupcias cuando éste fue cancelado de las Fuerzas Armadas en el 1959, por un abuso de poder del generalísimo Trujillo.

En ese ambiente de desgracia, ese mismo año, no en la opulencia de los altos cargos militares y policiales que él ocupo, decidió unírsele hasta que la muerte los separó, cuando éste murió el 24 de diciembre de 1994.

Desde su juventud experimentó una vida política intranquila, a principios junto a su primer esposo, periodista, asesinado en la cárcel de La 40 en la Era de Trujillo y luego con su segundo compañero, también perseguido por el régimen dictatorial y envuelto en conflictos armados y partidistas.

Después de más de ocho décadas en el arte, se retiró para vivir sus últimos años, como describió su hijo, “retumbándole el eco del sonido vibrante del aplauso en la radio, las tablas y en la televisión”.

En los últimos cinco años de su vida enfrentó la enfermedad del alzheimer. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio Jardín Memorial de la avenida Jacobo Majluta en Santo Domingo.

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