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Teatro dominicano: “Un encuentro casual”, un amor distinto vivido en escena

La obra plantea un tema, que no es tan ajeno a las realidades cotidianas: el amor entre dos mujeres

Lidia Ariza y Aleja Johnson, en los personajes de Andrea y Chris, apoyadas por Exmin Carvajal y Luciano García, bajo la dirección y texto de Germana Quintana.

Lidia Ariza y Aleja Johnson, en los personajes de Andrea y Chris, apoyadas por Exmin Carvajal y Luciano García, bajo la dirección y texto de Germana Quintana.

“De mujer a mujer, sola frente a mi espejo. De mujer a mujer, me repito el consejo. Libera tu corazón, sigue, su inspiración. El amor, el amor, te sienta mejor…”. Marta Sánchez. Y dos actrices del patio, en una modesta puesta en escena, como lo permite el pequeño y limitado espacio del teatro Las Máscaras, emulan, a su manera, o más bien, a la manera de la dramaturgia, un naciente amor entre dos mujeres, como quien dice, de forma casual.

Lidia Ariza y Aleja Johnson, en los personajes de Andrea y Chris, apoyadas por Exmin Carvajal y Luciano García, bajo la dirección y texto de Germana Quintana, plantean un tema, que no es tan ajeno a las realidades cotidianas: el amor entre dos mujeres.

Lidia, con toda la experiencia que le proporcionan sus más de cuatro décadas entre el teatro, la televisión, el cine y la radio y Aleja, quien ha hecho del teatro Las Máscaras su nicho en la actuación, viven sus personajes con altas y bajas.

Unas veces más orgánicas, otras, cayendo terriblemente en el vicio actoral del melodrama, pero siempre apegadas al dogma del método que les ha marcado en los últimos 20 años, esa influencia del teatro con nombre y apellido, que no es otro que el de Germana Quintana.

Exmin y Luciano son dos perfectos soportes. El primero con más presencia en escena que el segundo y, por ello, el que también sirve de hilo conductor y distorsionante de lo que cuenta esta pieza teatral, va y viene y se hace necesario para la trama que cuentan las dos actrices.

La estructura lineal del montaje es típica, tanto de este teatro, como de la estética de su creadora, lo que no impide, no ha impedido en estos 23 años de fundada “la mejor sala de teatro de la bolita del mundo”, que toquen tópicos espinosos, como este que sigue en cartelera durante el fin de semana del 24 al 26 de febrero.

“Un encuentro casual”, que es la obra de teatro en cuestión, de la que hemos hecho referencia en los párrafos anteriores, tiene ese toque íntimo, estimulador de los sentimientos y un coqueteo sutil con la inclusión, con la apertura, con vivir y dejar vivir, procurando, desde el arte, la convivencia y la aceptación, sin necesidad de forzar a quienes piensan distinto.

Son dos actrices y dos actores, en teoría, dos parejas que por azares de la vida coinciden en el bar venido a menos que regentan los personajes de Lidia y Exmin y al que acude la pareja conformada por Aleja y Luciano y a partir de ahí se desencadena una serie de encuentros y desencuentros que pondrán a prueba las fortalezas de los sentimientos, la llamada de eso que regularmente llamamos “amor”.

“Un encuentro casual” no es pretenciosa, pero sí disruptiva. Digamos que de haberla estrenado en la década de los 80’s, cuando ideó esta obra, cuando escribió sus líneas, a Germana Quintana le habrían llovido las críticas, posiblemente hubiera sido censurada y por muy sutil que se pretendiera presentar el tema, como en realidad es planteado, según este montaje, quizás no hubiera corrido con tanta suerte. Eran otros tiempos entonces. Son otros tiempos ahora.

Y no es sólo el hecho del flechazo intenso entre dos mujeres, es también que a ellas dos las separan las diferencias de sus respectivas edades y sus estatus económicos. En fin, el texto es toda una revolución social que se cuenta en voz baja, entre música romántica, entre voces disidentes, entre sentimientos encontrados y entre fortalezas descubiertas.

De su autora, llamada por muchos “Señora Teatro”, se conoce más su labor como directora. Premiada, reconocida y respetada por muchas generaciones en el país. Esto no quiere decir que todo el mundo comulgue con lo que presenta, hay quienes prefieren el vanguardismo a su modo, digamos convencional, de presentar sus historias.

Para el tipo de teatro al que Germana, Lidia y los elencos recurrentes en Las máscaras nos tienen acostumbrados, aparte de “La luz de un cigarrillo”, que abordó el tema del hijo que le confiesa su homosexualidad a la madre o “Las tres hijas de su madre”, en el que también uno de los personajes le confiesa a sus hermanas sus preferencias sexuales “distintas”, en estas más de dos décadas de puestas en escena, este teatro se ha caracterizado por llevar en su cartelera, más humor que drama.