Teatro

Teatro dominicano: “Los chicos de la banda”, cuando los hombres también lloran

La trama se centra en la reunión de un grupo de amigos para celebrar el cumpleaños de uno de ellos, todos pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+

Elenco de la obra "Los chicos de la banda", producida por Joyce Roy y dirigida por Solanyi Muriel Gómez.

La valentía, la afrenta y la responsabilidad con las que el elenco de la obra “Los chicos de la banda” asumieron esta puesta en escena, dejando atrás los miedos al rechazo o a la crítica despiadada por involucrarse en un montaje de temática abiertamente homosexual, debe sembrar, sino hoy, quizás mañana, una semilla de apertura y aceptación a las formas distintas de expresarse en esta media isla.

Acogiendo el texto del norteamericano Mart Crowley, quien escribió la obra en los turbulentos años 60, estrenada en el circuito “Off Broadway”, en 1968, y que sí rompió todos los parámetros, inclusive, en una sociedad tan cosmopolita y transgresora como la del Nueva York de entonces, el productor, actor y director, Joyce Roy se embarcó en este proyecto, dirigido por Solanyi Muriel Gómez, que parece ser un desafío al “status quo”, al que mira con desprecio o quizás con miedo, lo distinto, lo raro: lo “queer”.

Desde la trama, que se centra en la reunión de un grupo de amigos para celebrar el cumpleaños de uno de ellos, todos pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+, con la presencia inesperada del único personaje heterosexual de la historia, hasta los diálogos exquisitos, súper inteligentes, cargados de un humor negro y un sarcasmo lapidantes, esta pieza se constituye en un hito en las representaciones de este tipo y para la época en la que fue escrita y representada por primera vez.

Éste es un trabajo coral, en el que la mayor carga emocional y psicológica, entre transiciones, cambios de humor, frustraciones, resentimientos y equivocaciones, recae sobre Joyce Roy, al que pudiéramos asignarle el rol protagónico, sin dejar de lado los demás personajes, con sus subidas y bajadas, no del piso dúplex en el que se divide el escenario, sino de sus gritos, sus lágrimas, sus risas y sus luchas con sus propios demonios.

Los demás actores que acompañan a Joyce son Alejandro Espino, José Roberto Díaz, Jean Carlos Villanueva (El Panda que Anda), Isen Ravelo, Anderson Mojica, Alejandro Guerrero, Tomás Hubier y Juan Esteban y de ellos, más que todo, se debe valorar el arrojo con que asumieron embarcarse en este proyecto.

+ La mosca en la sopa

Sonará como un cliché de los más recurrentes: “las comparaciones son necias”. Nunca antes mejor dicho. Sin embargo, es preciso hacer esta acotación, si queremos hablar de la puesta en escena de “Los chicos de la banda”, estrenada el fin de semana pasado y que vuelve este fin de semana, del 26 al 28, en Casa de Teatro, para que se entienda el contexto de lo que planteamos en esta parte.

Desde el punto de vista revolucionario (enfrentar los prejuicios con los que la sociedad dominicana se maneja, sobre todo, cuando de temas de preferencias sexuales “distintas” o las no convencionales se trata), la afrenta y coraje con los que han llegado hasta este punto, ha sido toda una hazaña, un atrevimiento.

Volviendo al asunto de la comparación, creemos que es inevitable.

Para el público común, entre los que nos colocamos, los que no tuvimos la oportunidad de ver la versión de Broadway de 2018, por la celebración de los 50 años del estreno original, y sólo teniendo como primera referencia tenemos la cinta estrenada para la plataforma de streaming, Netflix, de 2020 y dejando muy en claro que reconocemos lo distintos que son el lenguaje cinematográfico y el teatral, es casi imposible sustraerse de buscar similitudes entre una obra y otra.

De la cinta dirigida por Joe Mantello, con el mismo elenco de actores de la obra de Broadway de 2018: Jim Parsons, Zachary Quinto, Matt Bomer, Andrew Rannells, Charlie Carver, Robin de Jesús, Brian Hutchison, Tuc Watkins y Michael Benjamin Washington y de la versión local para teatro que nos presentan Joyce Roy y Solanyi Muriel, hay una marcada diferencia y no es otra que la afectación, la exageración o la sobreactuación de los personajes más afeminados, los interpretados por Isen Ravelo, Anderson Mojica y Juan Esteban, que en la puesta en escena dominicana caen en lo caricaturesco, en lo absurdo.

Quizás suavizando ligeramente sus maneras, sus chillidos, sus “partideras”, igual el efecto cómico pudo haber surtido el mismo resultado, tomando en cuenta que sus salidas, sus parlamentos, de todas formas, ya eran o son graciosos y un descanso emocional para tanta tensión que se respira en el ambiente, en esa reunión tan sui generis, tan incómoda y tan definitiva para el futuro de un grupo de amigos que no se sabe si a partir de esa noche volverá a ser el mismo.

Dado que el mundo ha dado un giro extraordinario, no ha sido ésta la primera vez que los teatros locales exhiben una obra con algún guiño al tema LGBTIQ+. Esta vez le tocó a Casa de Teatro.

Ejemplos tenemos varios, entre ellos “Varones”, “Cero”, “Entre mujeres”, “La luz de un cigarrillo”, “La golondrina” o las más recientes propuestas, “Sony Di” y “Todas las canciones de amor”, con planteamientos y perspectivas distintas, pero con la clara intención de dejar un mensaje de apertura, tolerancia e inclusión.