Teatro

Otra mirada a las "Mariposas de acero", un atrevimiento tan bien logrado

Ahora el productor, director, dramaturgo y actor, Waddys Jáquez nos hace revivir su historia de lucha

Escena del musical "Mariposas de acero", que se presentó en el Teatro Nacional.

Contar y cantar a las Hermanas Mirabal (en mayúsculas) no es cosa nueva desde hace varias décadas. Cada cierto tiempo aparece un documento, escrito o cantado sobre Patria, Minerva y María Teresa, “Las Muchachas” de Ojo de Agua, en Salcedo.

Y con cada nuevo trabajo, literario o visual, que remueve en los dominicanos el espíritu de dignidad, agradecimiento por la entrega y la confirmación de que, sin sus luchas, las de las tres hermanas, sus maridos y la de muchos hombres y mujeres que arriesgaron sus vidas y las de sus familiares durante esos oscuros 30 años de dictadura, la historia de este país pudo haber sido distinta.

Ahora el productor, director, dramaturgo y actor, Waddys Jáquez nos hace revivir su historia de lucha, desde su no adhesión al régimen de Rafael Leonidas Trujillo, en las postrimerías de la primera mitad del siglo 20, hasta su fatídico asesinato, el 25 de noviembre de 1960.

Y de qué manera. Y qué atrevimiento tan bien logrado. A través de un musical contado, principalmente, a ritmo de rap, presentado desde el jueves 11, hasta el domingo 15 en la Sala Principal del Teatro Nacional Eduardo Brito y el 2 y 3 de septiembre en el Gran Teatro del Cibao, en Santiago.

Waddys, como director y autor ha sido siempre así, contracorriente. Su éxito ha versado exactamente en el hecho de no aferrarse y jamás adaptarse a cánones teatrales preestablecidos, ni a métodos convencionales. Él va por la libre. Se arriesga, se reinventa y, viendo lo que se ha visto este fin de semana con este montaje de más de dos horas, lo ha superado con creces.

Lo primero y muy estratégico que hizo fue reunir en un mismo escenario, a tres de las figuras femeninas del teatro y el cine y la televisión con más proyección mediática y que, dicho sea de paso, conjugan tantos talentos en ellas mismas de forma orgánica: Nashla Bogaert, como Minerva; Hony Estrella es Patria y Judith Rodríguez (quien no encarna a ninguna de las hermanas, sino a la heroína y a veces olvidada, Tomasina “Sina” Cabral) , a quienes ha puesto a cantar (antes ya las tres lo han demostrado), valiéndose en colocar en sus voces los registros a los que pueden llegar con sus interpretaciones, sin que esperemos un “master class” de canto lírico. Buena jugada.

Luego, darse el lujo de tener en su elenco a una Adalgisa Pantaleón interpretando a Dedé Mirabal de adulta, con su característico mechón plateado, pero, sobre todo, proyectando en su educada voz y su talento para actuar, los sentimientos que generaron en esta “cuarta mariposa”, la pérdida de sus hermanas, cuñados, amigos, su padre, la crianza de sus hijos y los hijos de las heroínas, reflejaron una sensibilidad y un “buen ojo” para lograr un cast cohesionado y la grandeza que la sola presencia de esta artista impregna a cualquier producción en la que aparezca.

Como todo musical que se precie, la realidad de mezcla con la ficción, con esas licencias que se permiten los artistas de conducir al público a un universo paralelo, la historia que sabemos dura y aleccionadora, este trabajo se nos presenta del modo más urbano y respetuoso. Gracias a los talentos de gente como Gnómico, Nico Clínico, Cruzmonty o Acentoh, quienes impregnaron de rap, gran parte de los números musicales, se logró la sinergia entre lo actual y lo clásico (por llamarlo de alguna manera).

Y cómo dejar de mencionar esas voces formadas en el pop y en musicales, unos más experimentados, otros más nóveles, pero todos dueños de comprobado talento, como Frank Ceara, dando vida al tirano Trujillo; Ana Rivas, como Mamá Chea o Mrcedes Reyes; Coral González, María Teresa; Diana Ramos, Dedé Mirabal joven; Nairoby Duarte, Tonó; Ivanna Rodríguez, Miriam Morales; Paola Zayas-Bazán, Dulce Tejada; Alejandro Moss, como Leandro Guzmán y Benny Pérez, como Enrique Mirabal.

Fidel López logró un retrato aterrador de la Cárcel de la 40 y otros espacios donde convivieron las heroínas con sus allegados o con sus verdugos, con su escenografía de paneles de madera y hierros, ayudados por aplicaciones digitales.

Pablo Pérez y Erick Guzmán aportaron ese espíritu de movimientos modernos, unas veces, acompasados, otras veces más movidos, de acuerdo a la música que tocaran los instrumentos de la orquesta dirigida por Pablo García.