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Cannes se quita la mascarilla y abarrota salas de cine

“El solo ver la película a sala llena, y aquí en el festival de cine más prestigioso” es algo "surrealista" en tiempos del covid, afirma el cineasta Ting Poo

Los miembros del jurado Mati Diop, Kleber Mendonca Filho, Jessica Hausner, Tahar Rahim, Mylene Farmer, Melanie Laurent y Spike Lee, de izquierda a derecha, posan al llegar al estreno de la película "Annette" y la ceremonia inaugural del Festival de Cine de Cannes, el martes 6 de julio de 2021 en Cannes, Francia. (Foto por Vianney Le Caer/Invision/AP

Para casi todos los que han venido al Festival de Cine de Cannes luego de meses en varias etapas de bloqueo y precaución, la transición es vertiginosa.

Incluso en años normales, Cannes es una experiencia abrumadora. Pero esta vez, sumergirse en cines a plena capacidad y alfombras rojas repletas es como entrar en otro mundo. La mañana después del estreno del documental de Val Kilmer “Val” en Cannes, su codirector Ting Poo todavía se tambaleaba.

“Ayer fue tan surrealista. El solo ver la película a sala llena, y aquí en el festival de cine más prestigioso”, dijo Poo. “Pasar de no estar rodeado de gente a esa experiencia en un día fue increíble”.

La pandemia dista de ser invisible en Cannes. Todos, incluso los vacunados, deben someterse a una prueba de COVID-19 cada 48 horas, a menos que hayan recibido sus vacunas en la Unión Europea. Los cinéfilos usan mascarillas en espacios cerrados. Todo está un poco en sordina. Hoteles que por lo general están atestados tienen vacantes. Las salas de proyecciones que normalmente dejarían a cientos haciendo cola afuera no se llenan. A los habituales buscadores de entradas en esmoquin que rezaban por un boleto los han alejado del Palais, el centro del festival, para despejar el espacio.

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Pero en lugares como la alfombra roja de Cannes, la vida es casi normal, si “normal” puede aplicarse a un tramo de alfombra donde grupos de estrellas se mueven cada pocas horas como desfiles de carrozas. El glamour se ha quitado la máscara, quizás más que en cualquier otro momento del último año y medio de la pandemia.

Durante los primeros días de la 74ta edición del Festival de Cine de Cannes — realizada dos meses más tarde de lo habitual y después de que la edición del año pasado se cancelara por completo — la alfombra roja luce muy similar a las del pasado. Marion Cotillard, Bella Hadid, Matt Damon, Helen Mirren y Adam Driver la han recorrido, acaso superados, en cuanto a moda, por el traje de Louis Vuitton rosa flamenco de Spike Lee. La mayoría camina sin tapabocas, ya que la alfombra es al aire libre y la mayoría de los asistentes están vacunados, aunque no se requieren pruebas. Y no hay menos fotógrafos de lo habitual luchando por llamar la atención de las estrellas.

El espectáculo se reanudó donde se había detenido. La naturaleza, incluso la variedad de lentejuelas de Cannes, es curativa.

“Es como un sueño extraño, como despertar de una siesta de dos años sin hacer nada y de pronto: boom”, dijo Avshalom Pollak, protagonista de “Ahed’s Knee” de Nadav Lapid, un apasionado drama israelí que compite por la Palma de Oro. O. “Hay un tipo de sentimiento muy particular porque es como: ¿Hacia dónde va el mundo? ¿Está reiniciando? ¿Está cambiando? ¿Qué está pasando aquí?”

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Francia acaba de mitigar las restricciones de COVID-19 y reabrir los viajes internacionales. Aproximadamente la mitad de los franceses han recibido al menos una dosis de la vacuna, mientras que el 38% están completamente vacunados. Pero la variante delta ha incrementado un poco las infecciones recientemente, avivando los temores de un resurgimiento. El viernes, el ministro de Salud francés, Olivier Véran, dijo que la variante delta probablemente se convertirá en la cepa dominante de Francia este fin de semana.

Eso, junto con las imágenes de los asistentes sin mascarilla en los estrenos, ha impulsado al festival a incrementar los recordatorios sobre el uso de cubrebocas antes de cada función. En los hoteles a lo largo de la Croisette, publicistas y ejecutivos del cine han trasladado sus sillas a los balcones al aire libre al reducirse las fiestas junto a la playa. El alcalde de Cannes, David Lisnard, incluso ha empleado a un par de perros rastreadores de COVID-19 para ayudar con la detección.

Antes del festival, su director Thierry Frémaux dijo que este año las cenas serían más favorecidas que los cócteles. En la Riviera francesa bañada por el sol, la mayoría de los restaurantes ocupan las aceras. Una concesión importante: Frémaux no saluda con un beso a los invitados en lo alto de las escaleras del Palais, aunque ha habido algunos besuqueos pícaros.

“La pandemia no ha sido vencida”, dijo Frémaux el martes. “Así que todos tenemos que tener cuidado, a pesar de que la mayoría de los asistentes al festival están vacunados”.

Pero dado que hay tanta variación de país a país en la prueba de vacunación (Estados Unidos, por ejemplo, no tiene un pasaporte oficial de vacuna), el festival requiere que la mayoría se someta a la prueba cada dos días. El chiste es que este año una prueba negativa es el boleto más codiciado en Cannes. Y aunque al principio algunos se quejaron del proceso poco elegante de retirarse a un cubículo para llenar un tubo con saliva, el laboratorio en una tienda de campaña justo al final de la calle del Palais pasó a ser una parada habitual para los asistentes al festival al igual que el bar de Nespresso en el Palais, sólo que menos refrescante.

El sitio de pruebas especialmente construido cuenta con 60 estudiantes de la facultad de medicina. El director del laboratorio, Guillaume Armana, dijo el viernes que estaban realizando hasta 4.000 pruebas diarias.

“Estamos trabajando con el festival y la agencia regional”, dijo Armana, quien indicó que cualquier prueba positiva sería confidencial. “Por ahora tenemos tal vez 10.000 personas a las que hacer pruebas y todo está bajo control. Es la mejor manera de hacer un festival de nuevo aquí en Cannes y permitir que la gente tenga una nueva vida”.

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