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CINE

La película: Que pone contra las cuerdas al régimen iraní

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Feenando MuñozMadrid, España

Mohammad Rasoulof ganó el Oso de Oro del pasado Festival de Berlín, aunque no pudo recogerlo. Privado de libertad en su casa, en Irán, apenas consiguió conectarse por videollamada para celebrar con sus compañeros cineastas el premio recibido por ‘La vida de los demás’, una película que, a través de cuatro historias, denuncia cómo la tiranía de los regímenes autocráticos deshumaniza a los ciudadanos hasta convertirlos en víctimas o verdugos. Una película que ya está en la cartelera en España y que pudo filmar a escondidas, con permisos falsos a nombre de otras personas. Y así, desde la clandestinidad de un estado que lo tiene bajo vigilancia y sin libertad, logró concentrar en un filme los sentimientos que lo revolvieron cuando un día, tras salir del banco, se encontró cara a cara con uno de los interrogadores que lo tuvo retenido en comisaría. Lo que vio en su mirada poco se parecía a lo que le atemorizó antes. Del odio del cuarto claustrofóbico a la vida normal de un hombre que decidió hacer el trabajo más sucio del régimen.

«Ruedo mis películas aceptando el precio que debo pagar, pero tengo que cuestionar este sistema », apunta por videollamada el director iraní. «Hago cine sin tener la sensación de ser valiente, lo hago para mí, por una necesidad interior. No digo que no tenga miedo, porque a veces me impactan las condiciones en las que vivo y me da miedo lo que arriesgo, pero no quiero renunciar a rodar películas», sentencia el cineasta, que lleva dos décadas lidiando con la persecución del régimen de los ayatolás.

¿Quién mata a su igual? La película plantea dilemas morales sobre quién es capaz de renunciar a su humanidad para matar a otra persona en nombre de una causa mayor. «Yo no tengo las respuestas, solo planteo preguntas », relata el iraní, que cree que es una ‘fantasía’ eso de que la censura espolea la creatividad de los artistas, algo que siempre se ha puesto en valor de cineastas como Luis García Berlanga. «Sí puede haber cierta efervescencia de la creación, pero comparado con la destrucción de tu persona y las dificultades de estas circunstancias, claro que es mucho más destructivo ». Y confiesa que durante los últimos días, la mayoría de periodistas españoles que le han entrevistado le han preguntado por ‘El verdugo’, una película que no conocía.

En ese ambiente de clandestinidad se ha movido desde sus inicios y, aunque el Tribunal Revolucionario Islámico le ha condenado por hacer propaganda contra el régimen y tiene prohibido, entre otras cosas, rodar o estrenar en su país, su cine se ha abierto camino. «No estoy gritando en un pozo cuando hago mis películas, grito fuera y me oye el mundo», presume, y cuenta cómo sus filmes se acaban distribuyendo en el mercado negro lejos de la mirada de la Guardia Revolucionaria.

Porque a Rasoulof le retiraron el pasaporte y no puede abandonar su país (o regresar en caso de salir, su verdadero pesar), pero los festivales del mundo siguen celebrando el cine de un creador que dice que se radicalizó de manera progresiva, empujado a ese extremo por un régimen que lo ahoga. Aunque aún puede respirar, que para él significa rodar sus historias.

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