Natalie Portman: la estrella que huyó de ser un símbolo sexual

Auténtica estrella precoz, Natalie Portman debutó con apenas 13 años en el cine y ha ganado los premios más importantes de la industria cinematográfica en una brillante carrera en la que ha interpretado célebres personajes, como el de la reina Amidala en la saga “Star Wars”. Tras la explosión del ‘Me Too’, se convirtió en una de las voces del feminismo en Hollywood.

Es una de las actrices más admiradas de las últimas décadas, y lleva delante de las cámaras desde que era apenas una niña: un agente descubrió a Natalie Portman cuando tenía 11 años y con 13 protagonizó su primera película, ‘Léon: The Professional’ (1994), dirigida por Luc Besson, el primer paso de una brillante trayectoria en la que ha protagonizado las películas más taquilleras y ha ganado un premio Óscar como actriz principal.

Con su debut cinematográfico, Portman comprendió bien pronto la situación a la que se enfrentaban las mujeres en la industria del cine, tal y como contó en la ‘Women’s March’, celebrada en enero de 2018, en pleno auge del movimiento ‘Me Too’, convirtiéndose así en una de las voces destacadas del feminismo en Hollywood.

“Cumplí 12 años grabando mi primera película. Estaba muy emocionada cuando, con 13 años, la película fue lanzada y mi trabajo y mi arte tendrían una respuesta. Abría mi primera carta de parte de un fan y lo que leí fue una fantasía que un hombre me había escrito en la que me violaba. En mi radio local empezó una cuenta atrás para mi 18 cumpleaños, la fecha en la que sería legal acostarse conmigo”, recordó.

“Las críticas de cine hablaban de mis ‘pechos incipientes’. Entendí muy rápido, a mis 13 años, que si quería expresarme sexualmente, me sentiría insegura”, señaló entonces la actriz, que desde su debut rechazó cualquier papel que incluyera escenas de sexo.

“Me gané una reputación por, básicamente, ser mojigata, conservadora o seria en un intento de sentir que mi cuerpo estaba a salvo y que mi voz sería escuchada”, indicaba.

Ya a los 13 años, la ganadora del Óscar por ‘Black Swan’ tuvo claro “el mensaje de nuestra cultura”, y sintió la necesidad de cubrir su cuerpo, inhibir su expresión y su trabajo para mostrarse como “alguien digno de seguridad y de respeto”, huyendo de la imagen de “icono sexual” para la que parecía destinada.

DE ‘STAR WARS’ AL ÓSCAR.

Nacida como Natalie Herslag el 9 de junio de 1981 en Jerusalén (Israel), es la única hija del médico israelí Avner Hershlag y Shelly Stevens, artista nacida en Cincinnati (Ohio), y agente de la actriz, ambos de ascendencia judía. La familia se trasladó primero a Washington D.C. cuando Natalie era una niña, para finalmente acabar en Nueva York.

Descubierta con apenas 11 años por un agente, rechazó iniciar una carrera como modelo para optar por la interpretación, primero en teatro y después en películas como ‘Léon: The Professional’ (1994), ‘Heat’ (1995), ‘Beautiful Girls’ (1996), ‘Mars Attacks!’ (1996), dirigida por Tim Burton, y ‘Everyone says I love you’ (1996), del cineasta Woody Allen.

La diferencia de edad con Leonardo di Caprio le impidió protagonizar ‘Romeo y Julieta’ (1996), y Natalie Portman rechazó las ofertas para ‘Lolita’ (1997), por su alto contenido sexual. “No creo que tenga que salir una película en la que una niña tenga sexo con un adulto”, afirmaría la actriz, que también dejó de filmar ese mismo año ‘The Ice Storm’ (1997), ya que era “un personaje demasiado siniestro”.

Para su participación en ‘Anywhere But Here’ (1999), la joven actriz exigió eliminar las escenas de desnudos, algo para lo que contó con el apoyo de Susan Sarandon, protagonista de una película por la que Portman recibió su primera nominación a los Globos de Oro, como mejor actriz de reparto.

Para entonces, Natalie Portman ya formaba parte de una de las grandes franquicias de la historia del cine, ‘Star Wars’, para la que fue contratada por George Lucas en 1997, participando en tres de sus películas en el papel de la reina Padmé Amidala (‘Episode I - The Phantom Menace’ (1999); ‘Episode II - Attack of the Clones’ (2002); y ‘Episode III - Revenge of the Sith’, estrenada en 2005).

Su papel de esposa de Anakin Skywalker y madre de Luke y Leia, como uno de los personajes más relevantes de la saga, la convertiría en una auténtica estrella mundial pero que, sin embargo, no dudó en compatibilizar su carrera como actriz con sus estudios universitarios, licenciándose en Psicología por la Universidad de Harvard.

Después de su participación en ‘Cold Mountain’ (2003), Portman dio el giro definitivo a su carrera, centrándose en papeles más serios, algo que le dio buenos resultados: por su trabajo en ‘Closer’ (2004) logró un Globo de Oro a la mejor actriz secundaria y su primera nominación al Óscar; y en 2005 protagonizó la venerada ‘V for Vendetta’, para la que se rapó totalmente la cabeza.

En el siguiente lustro protagonizó películas como ‘Los Fantasmas de Goya’ (2006), junto a Javier Bardem y dirigida por Milos Forman; ‘Paris, je t'aime’ (2006); ‘The Other Boleyn Girl’ (2008), con Scarlett Johansson; ‘Brothers’ (2009) o ‘New York, I love you’ (2009).

El gran papel de su carrera llegó con ‘Black Swan’, película presentada en el Festival de Venecia de 2010, ambientada en el mundo del ballet, y por la que logró el Óscar, el Globo de Oro, el Premio del Sindicato de Actores y el BAFTA a la mejor actriz, además del premio de la Crítica.

Durante el rodaje de ‘Black Swan’ conoció al coreógrafo francés Benjamin Millepied, con el que se casó en 2012 y que se convirtió en el padre de sus dos hijos, Aleph y Amalia.

Natalie Portman volvería a optar a todos los premios, llevándose el de la Crítica, por interpretación de Jacqueline Kennedy en la película biográfica ‘Jackie’ (2016), dirigida por el chileno Pablo Larrain y que también presentó en Venecia, una cinta en la que repasa la vida de la primera dama estadounidense tras el asesinato de su marido, el presidente John F. Kennedy.

En los últimos años se ha metido en la piel del personaje de comic Jane Foster, en la adaptación de las aventuras de Marvel de las sagas ‘Thor’ y ‘Avengers’.

Involucrada en varias causas humanitarias y medioambientales, no deja de lado su activismo político que en 2018 la llevó a rechazar el Premio Génesis de Israel como crítica al papel de su país de origen respecto a Palestina y para que no se interpretara como un respaldo al presidente Benjamín Netanyahu.