Cuando la música en directo y el cine se encontraron
De Woodstock a The Rolling Stones, estos son algunos ejemplos del matrimonio entre conciertos y películas.
En algunas ocasiones, la música en directo y el cine se han cruzado para dar lugar a películas que, con el tiempo, pueden convertirse en un refugio al que volver para alimentar la nostalgia.
También para disfrutar de bandas ya desaparecidas, poder repetir lo vivido en una noche de concierto o fantasear con haber estado allí. Aunque pueda sonar sencillo, este tipo de trabajos van más allá de dejar una cámara grabando enfocando un escenario.
WOODSTOCK.
“Empecé a grabar como si fuera una zona de guerra”, esto dijo a la revista Rolling Stone Michael Wadleigh, el director de “Woodstock”, la película documental que mostraba el festival homónimo en 1969.
Las alrededor de 400.000 personas que se congregaron durante tres días, que fue el tiempo que duró el festival en la granja de un hombre llamado Max Yasgur en Bethel, en el estado de Nueva York, vieron pasar por el escenario a Jimi Hendrix, Janis Joplin, The Who o Santana, entre otros.
Allí estaba Wadleigh con un equipo de 70 personas, que incluía a un joven y todavía poco conocido Martin Scorsese como asistente de director, para dejar constancia de aquellos tres días de música, paz, sexo y drogas que definieron una generación.
Los cámaras tenían película limitada así que tenían que filtrar lo que filmaban. “Muchos de los artistas estaban cargados con varias sustancias”, dijo el director a la revista, “Nos daban un resumen de su set, lo anotábamos diligentemente y terminaban tocando lo que les daba la gana”.
El resultado fue una cinta de poco más de tres horas que se exhibió el año siguiente. En el filme es posible ver a Joan Baez cantar “Joe Hill” y ver y oír el mítico tema “Work me, Lord”, de Janis Joplin.
También comprobar cómo Joe Cocker tocaba una guitarra invisible al inicio de “A Little help from my Friends”, cómo Carlos Santana, en un viaje de ácido, interpretaba “Soul Sacrifice”, o a Jimi Hendrix, cuya actuación cerró el festival, con su reinterpretación del himno del país norteamericano.
“STOP MAKING SENSE”.
En 1984 Jonathan Demme dirigió “Stop Making Sense”, una película-concierto de la banda neoyorkina Talking Heads.
“Esto no es una película sobre un concierto. Es una película de performance”, dijo entonces Demme, según publicaba el británico The Guardian.
“Demme ha capturado, tanto el aspecto como el espíritu de esta performance en directo, con una audacia y precisión que, además, coinciden con las del grupo”, se leía en la crítica que el New york Times hizo de la cinta.
La película lo tenía todo: trajes grandes, buen sonido, espectáculo… lo que no tenía eran declaraciones de los componentes de la banda ni reacciones del público. El espectador y la banda y poco más, pero no fue un impedimento para que fuese alabada.
"La habilidad de Jonathan consistía en ver el espectáculo casi como una pieza de conjunto teatral, en la que los personajes y sus peculiaridades se presentaban a la audiencia, y se llegaba a conocer a la banda como individuos, cada una con sus distintas personalidades", escribió David Byrne, “frontman” de la banda, tras la muerte de Jonathan Demme en 2017.
“THE LAST WALTZ”.
Considerada por muchos la mejor película de concierto de la historia, “The Last Waltz” unió a The Band con el afamado director Martin Scorsese. El documental fue grabado el Día de Acción de Gracias de 1976, durante el concierto de despedida del grupo con su formación original en el Winterland Ballroom de San Francisco.
Por el escenario pasaron otras leyendas, como Joni Mitchell, Neil Young, Bob Dylan o Van Morrison, para acompañar al grupo en su adiós.
Las actuaciones se intercalaron con entrevistas filmadas posteriormente con los integrantes, en las que Robie Robertson, guitarrista, de The Band, tiene una mayor presencia.
La película se rodó con siete cámaras de 35mm y contó con los directores de fotografía que rodaron los filmes “Easy Rider” o “Taxi Driver”. La cinta, que vio la luz dos años después, dura cerca de dos horas, pero el concierto se alargó durante más de cinco.
“GIMME SHELTER”.
El Altamont Speedway Free Festival, celebrado en diciembre de 1969, debía haber sido el Woodstock de la costa oeste. En él tocaron The Rolling Stones, que llevaban un año de gira por el país americano.
Sin embargo, la contratación de los Hells Angels para que se ocupasen de la seguridad del evento a cambio de cerveza, hizo que la fiesta acabase en tragedia.
Meredith Hunter, un joven afroamericano de 18 años, fue apuñalado por uno de los Ángeles del Infierno.
Albert y David Maysles y Charlotte Zwerin incluyeron este momento en “Gimme Shelter”, junto con otros fragmentos del tour de la banda.
Zwerin tuvo la idea de grabar a los Rolling Stones en la sala de edición visionando las grabaciones en el metraje y, tras ver las imágenes del asesinato, es posible ver a Mick Jagger pidiendo a uno de los hermanos que rebobine para ver lo que pasó.