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‘Kingdom’: Confucio y zombis en Corea feudal

Para el confucionismo, la armonía tiene un gran poder que abarca desde las estaciones a las propias relaciones humanas. Además, es extrapolable de lo más nimio a la enormidad de un reino, se centra en las capacidades humanas, la subordinación a nobles y mayores y el “Mandato del Cielo”. Si un gobernante es incapaz o injusto, acomete contra la orden celeste y el mal invadirá a su pueblo. Esta idea, que puede resultar de una simpleza aplastante, tiene una lectura muy interesante en ‘Kingdom’, una historia que podría parecer solo de zombis, pero que habla más bien de maldad, hambre y el rumbo propio de los héroe.

El príncipe heredero es acusado de alta traición, mientras el regente permanece doliente en el palacio por orden de la reina. Las pistas sobre su presunta enfermedad llevan al heredero hacia el norte, donde descubre una extraña afección que puede asolar el reino.

‘Kingdom’ es una sorpresa muy entretenida. Dirigida por Kim Seong-hun (‘Tunnel’) con guion de Kim Eun-hee (‘Signal’, ‘Winter sonata’) y protagonizada por Ji-Hoon Ju (‘Asura’) y Doona Bae (‘El Atlas de las nubes’, ‘Sense8’), nos sumerge con una fotografía preciosa y un vestuario genial, en la Corea feudal propia del Imperio Joseon, con facciones familiares enfrentadas por un reino que se colapsa por el hambre y la ambición. Y de fondo, como una respuesta cósmica al mal gobierno, se desata una plaga zombi incontrolable.

La primera temporada de la serie, que fue renovada para una segunda antes de su estreno mundial, cuenta más en seis episodios sobre la infección zombi que las nueve temporadas de ‘The Walking Dead’ o en cualquier cinta George A. Romero.

Este es uno de los puntos más satisfactorio y diferenciador dentro del género de los muertos vivientes de ‘Kingdom’: su apuesta por contar sin titubeos el inicio de la enfermedad y los avances sobre el asunto.

No es una obra “paracaidista” que enfrenta al espectador directamente con las consecuencias. En ese sentido, y salvando las mil distancias, la ficción coreana se parece más a ‘28 semanas después’ de Juan Carlos Fresnadillo que al original de Danny Boyle.

En ‘Kingdom’ tenemos un paciente cero con un peso moral en la historia brutal y una infección desatada que responde a los problemas del reino. Además, las soluciones que propone su guionista a cada paso de la narración, son de un realismo e inteligencia muy singular, con los típicos cliffhanger que dejan al espectador con ganas de saber hacía donde se aventura su segunda temporada.

Solo estas ideas ya infunden de una fuerza brutal a la historia, que se sustenta, además, con unas interpretaciones protagonistas muy buenas, alejadas de los histrionismos asiáticos que tanto repelen al público occidental, que se quedan acotados a unos pocos personajes “cómicos”.

Otro de sus grandes valores es una poderosa puesta en escena, que nada tiene que envidiar a las maravillosas obras wuxia de Zhang Yimou, aunque aquí cambiamos las coreografías preciosistas por los ríos humanos de zombis. La ficción tuvo un presupuesto a la altura de esta ambición, con 1,7 millones de dólares por capítulo. El detallismo de sus secuencias da buena cuenta de ello.

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