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Jane Fonda: La hija de un mito del cine

Activa, vibrante, interesada por la vida y ¡relevante! Así dice Jane Fonda que hay que estar cuando se alcanza esa edad en la que intentan ‘jubilarte’ y no solo profesionalmente.

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IVONE DÍAZ LANDALUCEMadrid, España Tomado de ABCfamoso.

No es fácil exprimir tanto una sola vi­da. Hija de un mi­to; modelo en sus años mozos; ac­triz oscarizada por duplicado; gurú con calentadores; activis­ta política; feminista militan­te; esposa de un director, de un activista, de un magnate… Ja­ne Fonda lo ha sido todo; tam­bién, una figura controvertida. En 1972 posó para una foto que ha marcado su vida. La imagen de la actriz sentada en una bate­ría antiaérea en Hanói durante la guerra de Vietnam enfureció a gran parte de la sociedad esta­dounidense. Aunque ha pedido perdón mil veces, Fonda sigue coleccionando enemigos acérri­mos entre las filas conservado­ras. Pero ya no le importa.

En 1991, y después de pro­tagonizar cintas clásicas co­mo El regreso, Klute, En el es­tanque dorado o Descalzos en el parque, anunció su retirada del cine. Le costó quince años reconciliarse con Hollywood. Ahora, Jane Fonda vuelve a la gran pantalla con Ahí os que­dáis, una comedia sobre una familia que, al morir el pa­triarca, tiene que cumplir con la tradición judía de pasar sie­te días y siete noches bajo el mismo techo. “Jane me llamó y me dijo que quería hacer la audición para el papel. Yo le dije: ‘¡No hace falta! Sé que eres maravillosa’. Nadie pasa por un casting cuando es tan famoso. Pero ella quería hacer­lo. Llegó con humildad y modes­tia; llegó hambrienta. Y lo clavó. Fue increíble”, explica entusias­mado el director de la cinta, Shawn Levy.

Efectivamente, Fonda es un icono, pero no ejerce como tal. Vestida con un traje negro, una camisa blanca y unos zapatos pla­nos, no exhibe esa aura inalcanza­ble de los mitos como ella. Al con­trario. Le gusta hablar, recordar, opinar… Eso sí, sin rastro de me­lancolía.

No es habitual que una estrella de su talla haga un casting, pero usted lo hizo. ¿Tanto deseaba el papel? Jane Fonda. ¡No soy ninguna diva! [risas]. Deseaba este papel porque es muy divertido y quería demos­trar que era la persona adecuada. Como mi personaje, yo también tiendo a hablar en exceso y a com­partir demasiados detalles de mi vi­da privada Y mis hijos se enfadan conmigo. Últimamente, trato de ser más precavida [risas].

XL. Y como a ella, también le gusta hablar sin tapujos de sexo J.F. Sí, lo hago porque creo que hablar de ello puede ayudar a muchas mujeres. Y también a algunos hombres. Yo tengo un amante mayor y conozco cuá­les son los retos. Por eso, me gus­ta interpretar a una mujer mayor que aún piensa en el tamaño del pene de su marido [risas].

Estuvo alejada de Hollywood durante quince años. ¿Lo echó de menos? J.F. En absoluto. Me fui porque me sentía muy infeliz. Y encuentro di­ficilísimo actuar cuando soy des­dichada. Luego viví durante diez años con Ted Turner y estuve casi cinco escribiendo mis memorias.

Cuando terminé, era una persona di­ferente. Y sabía que tenía que volver a hacer películas y que sería capaz de hallar de nuevo la felicidad en esta profesión.

¿Hay algo sobre este negocio que haya aprendido demasiado tarde? J.F. Sí, y es algo que me enseñó Ka­tharine Hepburn. Cuando era jo­ven, no me preocupaba en abso­luto mi imagen. Hacía y decía lo que quería en cada momento. Eso enfadaba mucho a Katharine, que siempre tenía una presencia im­pecable. Pensé mucho en eso. Por eso cuando volví a la industria, a los 65 años, lo hice con un sentido de mí misma mucho más desarro­llado. Ahora soy más consciente de mi propia imagen. Pero, al mis­mo tiempo, sé que si hubiera sido así en aquella época, no hubiera hecho ninguna de las cosas que hi­ce entonces. Creo que habría teni­do demasiado miedo.

Es usted un icono feminista. La mayoría de las actrices jóvenes evitan colgarse esa etiqueta. ¿Entiende la nueva generación lo que significa el feminismo? J.F. Creo que no. Hubo una época, cuando tenía 30 años, en la que yo también pensaba que el movimien­to feminista era antihombres. Y es un error. Ser feminista tiene que ver con aceptar tu fuerza, pero también tus debilidades. Y ser capaz de ex­presarlo todo. A los hombres se les tiene que permitir ser vulnerables y a las mujeres, tener una voz propia.

Han pasado 46 años desde Barbarella y, aunque la tendencia está cambiando poco a poco, sigue habiendo muy pocas heroínas de acción en Hollywood… J.F. Existe esa estúpida creencia de que una película con una protago­nista femenina no funciona en la taquilla. Necesitamos termi­nar con ese viejo club de chicos que maneja Hollywood. Mu­jeres como Angelina [Jolie] o Scarlett [Johansson] pueden hacerlo. Yo tengo una fantasía. que vuelvo a ser Barbarella otra vez y estoy acompañada por un ejército de mujeres [risas].

¿Le preocupa que esta nueva generación también sea más tímida a la hora de hablar de política? J.F. Siempre he pensado que es importante interesarse por lo que ocurre en el mundo. Al final de nuestras vidas, todos queremos sentir que hemos marcado la di­ferencia de alguna manera, sea por la forma en la que has educa­do a tus hijos o por tu implicación con tu comunidad, tu país o con el mundo. Si eres famoso, tu voz tie­ne más resonancia y, por eso, tie­nes que ser más responsable. No estás obligado a usarla, pero ha­cerlo te convierte en un ser huma­no más completo.

¿Y en qué le gusta pensar que ha marcado usted la diferencia? J.F. No sabes cuántas mujeres me paran por la calle y me dicen. Em­pecé a ir a las manifestaciones gracias a ti . Que yo alzara la voz durante la guerra de Vietnam tu­vo un gran impacto en muchas mujeres. Luego está el fitness. “Empecé a hacer deporte gacias a ti”, suelen decirme. Y eso es ma­ravilloso porque, cuando yo em­pecé, ¡las mujeres no podían su­dar! Los gimnasios eran solo para hombres.

¿Cuál es su cruzada ahora? J.F. Ahora estoy tratando de de­mostrar que con 76 años toda­vía se puede ser una mujer sana, vital, vibrante, interesada por la vida y ¡relevante!

¿Qué es lo que más le preocupa de lo que ve en los telediarios? J.F. Las noticias me hacen llorar, sobre todo cuando las víctimas son niños o animales. ¡Y lo que le estamos haciendo al planeta! Si solo fuera por mí ¡pero ten­go nietos! Las noticias me ponen triste y me asustan.

En los setenta llegó a definirse como socialista… J.F. [Me interrumpe]. No, no soy socialista. Nunca he sido ningu­na ‘ista’

Iba a decirle que esa es una palabra prácticamente prohibi­da en la política estadounidense

J.F. Bueno, es que los Esta­dos Unidos se fundaron sobre un fuerte sentido del individua­lismo. Y hubo un momento en nuestra historia en el que eso era más cierto que ahora. podías empezar desde abajo e ir esca­lando con tu propio esfuerzo, pe­ro ya no es así. Y, aun así, sigue formando parte de nuestro mi­to. No es un mito saludable pa­ra una sociedad. Hay que traba­jar juntos, dejarse de ‘yo’ y ‘mí’ y funcionar como ‘nosotros’. O so­brevivimos como ‘nosotros’ o no sobreviviremos en absoluto.

“Se ha definido como una mujer valiente capaz de enfrentarse a gobiernos, pero no a los hombres”. ¿Por qué? J.F. Yo adoraba a mi padre, pero nunca supe si él me quería a mí. Nunca estuve segura de eso. Y eso no desaparece cuando te ha­ces mayor. Tiendes a arrastrarlo en todas tus relaciones con los hombres. Me costó mucho cu­rarme esa herida.

Ha tenido una vida poco convencional. ¿Alguna vez echó de menos una existencia más mundana? J.F. Si hubiera sido un ama de casa, creo que hubiese nece­sitado muchos tranquilizan­tes [risas]. ¡Y muchos martinis! No creo que hubiese sido feliz. Siempre he sido aventurera, una renegada.

¿Por qué se considera una renegada? J.F. Bueno, crecí en las monta­ñas de Santa Mónica mirando al gran horizonte del océano Pací­fico. Creo que también tiene que ver con las películas de mi padre y los personajes que interpretó. Él hizo aquellas películas, yo las vi y por eso quise luchar. Mi pa­dre me influyó muchísimo.

¿Cuál es el recuerdo más bonito que conserva de él? J.F. Rodar con él En el estanque dorado fue precioso. También recuerdo cómo íbamos a pescar juntos cuando yo era pequeña.

Dice que el tercer acto de su vida es para usted el inicio. ¿Por qué? J.F. El gran poeta T. S. Eliot escri­bió: “Tienes toda una vida para explorar y después de esa ex­ploración vuelves adonde em­pezaste. Y lo sabes por primera vez”. Yo siento que he vuelto a ser quien era antes de ser una adolescente. Era valiente, fuer­te, un poco chicote… Y lo per­dí todo.

¿Por qué? J.F. Les pasa a muchas adoles­centes Tu voz se entierra, quie­res ser una buena chica. Recuer­do que Elia Kazan me preguntó una vez: “¿Eres ambiciosa?”. Y yo le dije: “¡No!”. Porque una buena chica no debía serlo… Además, si no tenía un hombre a mi lado, no era nadie. Me ha costado mucho tiempo y traba­jo volver a ser quien era.

De hecho, acaba de escribir un libro sobre la adolescencia.

J.F. Sí, lo escribí porque mi adolescencia fue horrible. No tuve a nadie con quien hablar.

Dice que padecía la enfermedad de ‘tratar de complacer a todo el mundo’. ¿Ya se ha curado? J.F. Sí, ya no siento esa necesidad. Y ahora, además, tengo mucha más confianza en mí misma. Si pasa algo malo, pienso: “Ya he es­tado en esa situación. Y sobrevi­ví”. Sabes que puedes sobrevivir otra vez. Ser joven es mucho más difícil que ser viejo.

MUY PERSONAL •Cuando tenía 12 años, su madre Frances Ford Seymour se suicidó mientras recibía trata­miento psiquiátrico.

A ella le contaron que había muerto de un in­farto. La actriz descubrió la verdad ojeando una revista meses más tarde.

•Sufrió bulimia desde los 13 hasta los 37 años y ha confesado que, en sus años de modelo, so­brevivió a base de taba­co, café, yogur de fresa y speed.

•Desde hace cinco años escribe un blog. Tam­bién tengo Twitter, ¡pe­ro no lo utilizo para de­cir que me voy a hacer la manicura!

• Fue intervenida en 2010 después de habér­sele diagnosticado un cáncer de mama. Ya está completamente curada.

•Hace una década se convirtió al cristianismo. “Soy una feminista cris­tiana que estudia el bu­dismo [risas]. La fe me ha dado una guía para vivir. Soy más espiritual que religiosa”.

Jane Fonda junto a su eterno galán, Robert Redford.

Jane Fonda en la Guerra de Viet Nam.

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