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El filme

Érase una vez un cierto Green Book llevado al cine

“...Si no soy lo suficientemente negro, si no soy lo suficientemente blanco, si no soy lo suficientemente hombre... Dime Tony ¿Qué soy?”

Había una vez una especie de controlador de nightclub, que por esos antojos del destino, de la suerte o como se le quiera llamar, llegó a convertirse en actor sin haberlo imaginado; se le conocía como Tony Lip y era uno de esos italoamericanos que Hollywood estereotipó como el arquetipo del gangster, el mafioso, el tipo duro difícil de roer.

Ese hombre -de la vida real- hizo muchos trabajos durante su vida de pobre en Nueva York, hasta que un día se inició como actor luego de conocer a Francis Ford Coppola, quien lo introdujo en el filme “El Padrino” (1972) para luego continuar en 17 películas más, así como en varias series para la televisión -entre otras “Los Soprano”- donde aparece como el personaje Carmine Lupertazzi.

Frank Anthony Vallelonga (Tony Lip) había nacido en 1930 y tanto su carisma como la actitud de prepotencia que le caracterizó, fueron factores que facilitaron que llegara a ser un personaje popular en el famoso club neoyorkino Copacabana, allá por el año 1961; no llegó a ser camarero, cocinero, tampoco subía al escenario, venía a ser el tipo útil para disímiles tareas, sobre todo en lo referente a mantener el orden en el local donde se codeó de tú a tú con celebridades y artistas del cine y otras artes; pero no maduró demasiado en esa posición y un día cualquiera de los años sesenta, aceptó el contrato que le ofrecía el pianista Don Shirley para que le sirviera como guardaespaldas y chofer.

Ese fue el momento de su vida que se llevó al Séptimo Arte en el 2018 en la cinta “Green Book”, ganadora del Oscar a la mejor película, al guion original y al actor de reparto -Mahershala Ali- quien aparece en el rol del músico.

Don Shirley fue un brillante exponente de la música estadounidense entre los años 1950 y la década de los ´60; pianista y compositor, hizo énfasis en la interacción del jazz con la música de concierto; se destacó por ser un afroamericano de gran cultura y refinamiento, tanto, que desconcertaba a los promotores de las casas discográficas, quienes pretendían enclaustrarlo en la música popular por el simple detalle del color de su piel; poseía una personalidad introspectiva, independiente, quizás por no lograr entender que las características raciales y sexuales, la esencia intelectual y la clase social, eran factores que en su contexto no tenían derecho a coexistir en un ser humano.

El día que Don Shirley conoció a Tony Lip, pareció entrever que entre dos personas diametralmente opuestas en todos los sentidos, podrían conjurarse todos sus fantasmas; decidió contratarle para emprender una larga gira por el territorio de más arraigo racista del sur de los Estados Unidos, y en ese caso nunca estaba de más contar con la protección que un tipo duro le podía brindar.

Este momento es el despegue para la película “Green Book”, que se revela como la historia de dos cualidades humanas diferentes que se contraponen y coinciden, un momento preciso en el devenir por la vida del tosco guardaespaldas y el sofisticado pianista, encaminado a entrelazar acentos de comedia con bastante de drama según la óptica con que se mire y sobre todo, a permtir que los espectadores se inclinen a reflexionar acerca de por qué y para qué estuvo vigente en el sur estadounidense una guía -”Green Book”- de la cual toma su título este filme.

Por supuesto, estamos ante una cinta típica del cine de entretenimiento, donde por suerte se exponen situaciones sin pretender hacernos pasar un panfleto, una condición que -por lo general- se cumple en la selección de los premios de la Academia de Hollywood. Bajo esa premisa surge un guión a tres manos en el que interviene Brian Hayes Currie, actor y escritor de “Two Tickets to Paradise” (2006), el realizador Peter Farrelly, director de comedias con aires de provocación como hace ahora en “Green Book”, así como Nick Vallelonga, actualmente guionista y realizador, a la vez que uno de los hijos de Tony Lip; este último en su condición de testigo presencial de los avatares de su progenitor, es un estímulo para lograr dentro de la ficción que el argumento se ajuste en lo posible a la realidad.

En lo referente a las actuaciones, es menester considerar que el elenco se difumina como un coro detrás de los protagonistas; Viggo Mortensen en su rol del desenfadado Tony, Mahershala Ali como Don Shirley, se roban la cámara todo el tiempo y no es gratuito que en la reciente entrega de los Oscar al primero se le haya nominado como mejor actor, merecido reconocimiento, y a Mahershala le hayan concedido la estatuilla que sin dudas la tiene bien ganada.

“Green Book” tiene a su favor el acierto en la representación de una época, tanto en la recreación del ambiente de las locaciones, como en las características de la gente que vivía en los Estados Unidos de aquel entonces; quizás una moderación en el cromatismo y la aplicación de filtros para matizar las escenas, hubiera sido un aderezo positivo para realzar la idea de que todo sucede en el pasado, en una etapa que hoy nos parece una pesadilla de ficción que cuesta un gran esfuerzo comprender.

Green Book es una representación epocal, no un filme racista como dijo Spike Lee, celoso por no ser premiado él con el Oscar. FOTOS SERVIDOR DE AP PICTURES.

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