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La actriz de "Sex and the city" se despide de la gobernación de Nueva York

Foto de archivo./

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AFP/Laura BonillaNueva York, Estados Unidos.

La actriz de "Sex and the city" Cynthia Nixon vio su sueño de convertirse en la primera mujer gobernadora de Nueva York hacerse añicos este jueves, al ser derrotada en las primarias demócratas por Andrew Cuomo, que busca un tercer mandato.

Nixon, que también buscaba ser la primera persona abiertamente homosexual en gobernar el cuarto estado más poblado de Estados Unidos, perdió contra Cuomo por 34% contra 66%, según las primeras proyecciones publicadas por la prensa estadounidense tras el cierre de las oficinas de votación.

Su votación fue no obstante significativamente mejor de lo que pronosticaban las últimas encuestas del Siena College en este bastión demócrata (22% para Nixon, contra 63% para Cuomo).

Esta fue la primera incursión en la política de Nixon, de 52 años y madre de tres hijos, que se colocó a la izquierda del actual gobernador demócrata.

Cuomo, de 60 años, hijo del respetado exgobernador Mario Cuomo, se acerca ahora a conquistar su tercer mandato de cuatro años en las elecciones de medio camino del 6 de noviembre.

"Aunque el resultado de esta noche no es lo que esperábamos, no estoy desalentada. Estoy inspirada. Y espero que ustedes también lo estén. Hemos cambiado el paisaje político de este estado", dijo Nixon a sus seguidores tras los resultados, en comentarios publicados en su cuenta Twitter.

La actriz aseguró que para ganarle, Cuomo debió girar hacia la izquierda en lo que algunos han bautizado el #EfectoCynthia.

- Sin experiencia -

Nixon hizo una fuerte campaña izquierdista, prometiendo salud para todos, control de alquileres y mejorar el decrépito metro neoyorquino.

Esperaba aprovechar la corriente que ha llevado a la victoria a muchas mujeres sin experiencia e integrantes de minorías que destronaron a hombres demócratas en elecciones recientes al Congreso en Boston o Nueva York.

Pero fue criticada por su inexperiencia, un mantra que Cuomo repitió una y otra vez en su campaña.

"Ya tenemos una persona totalmente inexperta en la Casa Blanca, ¿por qué poner otra en Albany?", la capital del estado, estimó Jack Buchanan, de 87 años, partidario de Cuomo, tras votar en el Upper East Side.

Aunque votó a la actriz, Jill Vexokler dijo que fue más por simpatía. "No creo que esté calificada", opinó. "No creo que tenga suficiente estrategia como para obtener el dinero para hacer lo que quiere hacer, pero me gusta lo que quiere hacer".

Como otros candidatos contra las élites, Nixon rechazó todo financiamiento de su campaña por parte de empresas.

Ante la imposibilidad de rivalizar con los espacios televisados de Cuomo, la actriz se apoyó en las redes sociales para alentar a los jóvenes y a los decepcionados de la política a ir a votar en estas primarias.

Y no ha dejado de atacar a su adversario -uno de los gobernadores más activos contra Donald Trump- por su connivencia con Wall Street y los grandes empresarios, a expensas de la gente común y de las minorías que supuestamente forman la base del electorado demócrata.

Pero su votación fue también afectada por el hecho de que en estas primarias solo pudieron votar los neoyorquinos registrados debidamente como miembros del Partido Demócrata, lo cual limitó la participación de entusiastas de último minuto.

Posiblemente las metidas de pata de Cuomo en los últimos días le costaron varios puntos, aunque no tantos como para perder los comicios.

El partido demócrata neoyorquino, controlado por Cuomo, envió el fin de semana pasado a miles de electores judíos un email acusando a Nixon de mostrarse indiferente ante el antisemitismo, aunque la candidata educa a los dos hijos de su primer matrimonio en la tradición judía.

Tanto el gobernador como el partido debieron reconocer luego que esa acusación no tenía fundamentos. Cuomo dijo que no estaba al tanto de ese correo a la militancia, pero el New York Times informó que sus cercanos colaboradores lo habían aprobado.

En este ambiente de tensión, varios líderes demócratas, aunque cercanos a las posiciones de Nixon, optaron por no tomar partido, como el senador Bernie Sanders y el alcalde de Nueva York Bill de Blasio.