Un punto de vista

Más festivales, más teatro

El Ministerio de Cultura por extrañas razones ha decidido no hacer el festival internacional este año hasta nuevo aviso

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Carlos Rojas (Colaboración especial)Santo Domingo

El Festival Internacional de Teatro (FITESD), como muchos saben, es un encuentro que se realiza cada dos años y está afianzado en el respeto a las manifestaciones culturales y que hace efectivo vínculo con lo plural de las expresiones artísticas dominicanas, a través de un seleccionado grupo de destacados creadores de la escena regional, nacional e internacional.

El Ministerio de Cultura por extrañas razones han decidido no hacerlo este año hasta nuevo aviso. A propósito, planteo cuatro puntos que pueden contribuir al debate sobre las razones y por qué sí, deberíamos tener una fiesta estética como el FITESD, en Santo Domingo.

Primero.- Visualizar las relaciones entre el teatro y todas las demás manifestaciones artísticas, recurriendo a un conjunto de obras teatrales de gran calidad, mientras que otras se quedan siempre a mitad de camino. Este último aspecto es para reflexionar y revisar a fondo, pensando en una mayor inclusión en futuras ediciones.

Segundo.- Tomar conciencia de los problemas del teatro local en todas sus dimensiones, profundizando en las agrupaciones que cultivan la mejor producción nacional. Es importante no discriminar a ningún sector teatral. La circulación nacional es importante para estimular no sólo a los productores y hacedores más estructurados, sino también a un "tipo" particular de teatro. La inclusión de todos en una diversidad coordinada y generosa, es esencial.

Tercero.- La selección de obras a exhibirse de otras latitudes del país, que muy difícilmente se podrán contemplar en otros festivales. Los creadores de teatro en la capital de Santo Domingo, en general, no dedican mucha importancia a una estrategia de internacionalización en función de todo el teatro nacional, como tampoco a las producciones de las provincias.

Cuarto.- El más importante quizás de todos es la difusión de las iniciativas y el arte teatral en las comunidades, intentando, además, crear estructuras que perduren durante el resto del año. Naturalmente, la manera actual como se realiza el evento busca solventar un enorme vacío de público, pero en un país que no está -aún- saturado de festivales y con una franja mayoritaria de la población ajena a las artes escénicas, la opción dominicana de expandirse a las comunidades pudiera significar una medida inteligente, más en la línea del predominio nacional que la mera exhibición de títulos y espectáculos deslumbrantes.

Estos cuatro puntos son puntos son sólo chispas con el fin de encender la llama del debate. Creo que es fundamental el intercambio de ideas y la apertura en virtud de este amplio mercado nacional e internacional que se pudiera abrir, con el montón de vivencias artísticas que son posibles gracias al certamen. Todo cuanto se haga para ampliar políticas culturales y sociales del Estado será positivo en un contexto democrático, más aún, es imperativamente necesario.

Ahora más que divagar sobre las trascendencias del Festival Internacional de Teatro en Santo Domingo prefiero pensar que Santo Domingo necesita más críticas, más espacios, más festivales y más teatro en cualquiera de sus formas e implicaciones.