Un punto de vista
Un buen comienzo en el teatro dominicano
Definir el nuevo teatro en Dominicana resulta ser, por el momento, una absoluta imposibilidad.
Al igual que la llamada nueva dramaturgia caribeña, no constituye ni un movimiento con características propias, ni una corriente concreta ni un estilo específico de abordar el hecho escénico, solo es un conjunto de hechos, experiencias y propuestas teatrales muy diversas en sí cuyo común denominador es la experiencia por una renovación profunda del nudo de hacer y concebir el teatro, la fascinación por la experimentación y la posición por trasgredir los límites y fijar nuevas fronteras al estrecho marco que funciona actualmente el teatro ya establecido, por superar su virtual agotamiento.
Hoy, apostamos al regreso del actor frente al espectador. Hoy presenciamos el retorno de la palabra sobre el escenario. El teatro conmueve, ilumina, incómoda, perturba, exalta, revela, provoca, transgrede. Es un diálogo abierto con la sociedad.
El teatro es la primera de las artes que se enfrenta con la nada, con las sombras y el silencio para que surja la palabra, el movimiento, las luces y la vida. El teatro es un hecho vivo que se consume a sí mismo mientras se produce, es un hecho imperceptible e irrenunciable. A través del teatro nos hablan sus creadores sino la sociedad de su tiempo.
Llevo años como crítico teatral, pero todavía en el teatro me sorprenden y me emocionan. Y me refiero con el trabajo de “Yago, yo no soy el que soy” de Fausto Rojas para la Compañía Nacional de Teatro. ¡Rara vez se vitaliza y se hace justicia con la dramaturgia de Shakespeare por estas latitudes! Y, Yago, es un buen ejemplo de ese teatro que merecemos ver.
El teatro tiene enemigos visibles, la ausencia de educación artística en la niñez, la falta de apoyo de los entes culturales que impide descubrir y gozarlo; la pobreza que invade al mundo, alejando a los espectadores de las butacas; y la indiferencia y el desprecio de los gobiernos de turno que deben promoverlo.
Por ende, es necesario que los críticos vuelvan a asumir con urgencia su responsabilidad social y su función estética, ojalá ACROARTE entienda a qué me refiero. Al tiempo que utiliza con circunspección su subjetividad y explora todo el espectro del saber, que va de la reacción epidérmica frente a los espectáculos hasta análisis más profundos, es necesario que establezca el vínculo entre emoción y conocimiento, con plena conciencia de que escribe la historia a la vez que esboza el futuro.
Ahora se necesita responder a la experiencia de lo que esta edición de los Premios Soberano 2018 han acarreado. Romper la cuarta pared y renovar con otros aires la vida de este lado del escenario sería, creo yo, un buen comienzo.