En pantalla
“El escape del siglo”
Tal vez algunos de ustedes, siempre y cuando tengan sus buenos años viendo cine, recordarán a un gran actor que nos sacudió durante décadas en formidables películas. Ese actor se llamaba Robert De Niro.
No, no se ha muerto De Niro. En realidad quien se murió fue el gran actor y le sobrevive su sombra, ese que tiene que pagar las cuentas y por eso acepta personajes anodinos que no le dan oportunidad para lucir su vieja capacidad, y que, por la misma razón, aparece en películas con guiones endebles. Como la presente.
De la historia Una bobería sobre el tipo buenote que tiene una hijita grave que precisa una operación, y esa operación cuesta muchísimo dinero que él, Vaughan, no tiene. Y entonces el buenote de Vaughan, que trabaja en un casino por donde pasan todas las noches millones y millones, se los pide prestados a El Papa, el dueño del casino que interpreta De Niro y, ¿qué piensan? Se lo niega y le manda al diablo, y hasta golpes le dan, por lo cual el dolido, que ya ha recibido una propuesta de robo la noche anterior que rechazó porque, claro, él es buenote, entonces busca al ofertante y, ¡fuás!, a robar millones, que robarse un casino es (en este caso) como quitarle una paleta a un niñito, y luego la persecución, los malos en autobús, los polis detrás, una chica poli buenota también, Kris, y un tal Cox, líder de la banda, que es muy malote, y entonces…
No les puedo, no les debo contar lo que sucede durante esta destartalada persecución porque, además de que a lo menor la quieren ver y hasta les gusta, volver a revivir en nuestra mente tantas torpezas argumentales y tanta ñoñería en los personajes para encontrar, a la fuerza, un final feliz para todos (recuerden; la niñita grave, el padre amoroso y buenote aunque esté robando, la chica poli buenota, el millonario malote, el detective falsario, los polis de adorno, el secuas del millonario muy, muy malo, y el autobús con su chofer (D, B. Sweeney recordando que alguna vez fue actor principal) chistoso, más el oriental, el disfrazado, la veterinaria, el niñito que anda sólo con su peluche, la señora en estado (ojo con esa) y otros pasajeros que picotearon poco pero algo es algo.
Y nosotros, que escapamos al empezar los créditos.