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“El Renacido”: formidable puesta en escena

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

Eso de “formidable puesta en escena”, adivinaron algunos, implica que nos ha gustado más el trabajo direccional de Alejandro González Iñárritu que el guion que escribiera en común con Mark L-Smith basándose ambos en la novela de Michael Punks que, a su vez, según afirman todos, se basa en una historia real.

Y, atención, no es que no nos parezca interesante la historia de este cazador de búfalos, de lo que sucede con su esposa piel roja y con su hijo mestizo, Hawk, sino que no posee esa aventura la envergadura de una historia más trascendente.

Y, ahora que mencionamos el relato, esa idea de que un hombre pueda sobrevivir al feroz y devastador ataque de un “grizzly”, oso gris de las regiones nórdicas de América, no nos parece exagerada. Ahora bien, en circunstancias normales, creemos que, con toda seguridad, Hugh Glass hubiera muerto de tan crueles heridas.

Entonces, se preguntarán: ¿circunstancias normales? No es el ataque del oso a lo que nos referimos, sino a lograr el “milagro” de la sobrevivencia en tales condiciones: el odio, el odio acérrimo que le provoca a Glass ver como frente a sus mismos ojos sucede lo que habrán de ver cuando asistan a ver el filme. El odio es, más que el amor, el sentimiento que hiere con mayor intensidad a un ser humano, y lo que consigue que Glass sobreviva es eso: el deseo inmenso de venganza. Además, las mismas condiciones del clima ayudan: el frío, lo gélido de la nieve que les rodea, el agua helada del río, impide que se desangre con mayor rapidez .

Pero insistimos: aunque nos gusta la historia, de poco hubiera valido en manos de un director de poca valía, pero, este señor Iñárritu no es un creador cualquiera como lo prueba su filmografía y, además, con la ayuda tremenda de su jefe de fotografía, Emmanuel Lubezki, nos deja pasmados ante el espectáculo gélido de la región, nos abisma con la salvaje belleza de aquellos páramos helados, nos sacude con el movimiento de su cámara en otras ocasiones, escenas de acción, persecuciones, incluso escenas en interiores con escasa iluminación donde fotografía y edición se conjugan para dar vida, intensidad dramática y dinamismo al relato.

O sea, que Iñárritu le imparte fuerza y vida a un relato que no es cosa del otro mundo, aunque, por supuesto, con la muy eficaz ayuda de un Leonardo DiCaprio que, de nuevo, interpreta al cazador de manera más que formidable, respaldado por su contraparte, Tom Hardy, un John Fitzgerald estupendo en un enfrentamiento que nos hace pensar que el ser humano está, dependiendo del momento, a un paso del salvajismo.

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