CINE
República del Color
No hay lugar a dudas: aunque hay muchos entre nuestra gente del cine que llevan signos de dólares tatuados en los ojos, o sea, que cada vez que piensan o imaginan una historia para llevar al cine, lo hacen en función de lo que van a invertir y, sobre todo, en lo que van a ganar.
Y uno de esos osados es un joven que ya nos diera un largometraje de ficción, “Al sur de la inocencia”, Héctor Valdez, y que ahora, de buenas a primeras, nos ofrece un documental, y hasta los tan mentados chinos de Bonao saben que con documentales no se gana dinero, a menos que sea una perfecta casualidad o un afortunado sesgo de la historia.
“República del Color” nos lleva a través del tiempo y el espacio hacia las vidas de unos cuantos artistas creadores que, por azares del destino, fueron a dar con sus huesos a nuestro país y nada más y nada menos que durante la aciaga y dolorosa era de Trujillo.
O sea, que huyendo de la Guerra Mundial la familia Chauseriau vino a dar al este de nuestro país y aquí inició sus andares por el mundo de la luz y el color.
Qué huyendo de la saña alevosa de un Francisco Franco, artistas de la talla de Vela Zanetti djearon sus fabulosa impronta en numerosos murales de iglesias y edificios gubernamentales.
Y eran pagados por ese mismo tan cruel y despiadado como Franco, Trujillo, lo cual prueba una vez más que nadie es absolutamente malo ni absolutamente bueno.
Y este documental se destaca no tanto por su guión, que en verdad no lo es tanto desde el punto de vista formal y académico, sino por su edición y, muy especialmente, por la fotografía de Frankie Baez.
Porque es a través de estas imágenes de playas, cielos, bosques, edificios, montañas, campos cultivados y llanuras y ríos que surge y se explicita la idea a que nos refiere el título de la obra: “República del color”.
Porque esos franceses y españoles que estuvieron por estos lados, algunos muchos años, otros no tanto, al retornar a sus países de origen o, por lo menos, a otras naciones europeas, llevaron con ellos lo que es esta nación tantas veces castigada por guerras, invasiones y corrupciones: no sólo el color de nuestra tierra, de nuestro cielo, de nuestras playas, ríos y mares, sino hasta esa alegría de vivir que sobrevive a pesar de los pesares.
Muy apropiada la musicalización, obra de Matías Canelson.
En cuando a las opiniones de críticos de Arte y pintores que conversan sobre el tema, aunque surgen detalles interesantes y sagaces, también en ocasiones resultan superficiales e, incluso, hasta un tanto incoherentes.
En términos generales, entonces, y como elemento sorpresivo, en este fin de semana y entre los estrenos, esta es la única pieza cinematográfica que podemos recomendar.