CINE
‘Everest’, es impresionante
Sí, en efecto, podemos decir que este filme, “Everest”, obra del realizador islandés Baltasar Kormakur, es impresionante. Pero, de inmediato, hemos de aclarar el por qué empleamos semejante adjetivo.
Es que, aunque la historia no deja de ser interesante, lo que sí nos parece “impresionante” es lo que vemos, independientemente de esa historia.
Porque, para su suerte, el Sr. Kormakur fue escogido para dirigir esta historia real filmada en el muy llamativo sistema “Imax”.
Y entonces, cuando vemos las reales montañas del Tibet, cuando vemos las fantásticas cimas de esas montañas, cuando nos enfrentamos a la inmarcesible altura del Everest, sus laderas barridas por la ventisca, las avalanchas, los precipicios, en 3-D y en Imax, eso no puede dejar de resultar impresionante-
Claro, ahora nos van a decir que se trata de ficción aunque se esté narrando algo que en verdad sucedió, que eso es escenografía.
Depende: cuando se rueda con los intérpretes, quién diablos sabe dónde estaban, a lo mejor todo el tiempo en las faldas de alguna de esas montañas de la cordillera, pero a poca altura y con peligros perfectamente bien simulados. Lanzar ráfagas de viento y nieve es pan comido para una productora que se respeta. Pero las tomas aéreas que se hacen de las majestuosas montañas son reales y eso es lo que nos resulta impresionante, y su “aleación” cinematográfica con las tomas con actores y actrices funciona a la perfección.
Todo lo que se cuenta sucedió en verdad, insistimos, en 1996, cuando escapar el Everest, empresa muy muy arriesgada intentada hasta ese entonces por verdaderos alpinistas profesionales se convirtió, de buenas a primeras, en negocio turística: por una elevada suma de dinero, empresas de viajes llevaban a turistas a escalar el Everest tal y como si fueran a Bávaro o a Machu Pichu. La diferencia, se comprende, es que para ir a lugares como estos mencionados y centenares más no hay más que invertir buen dinero y no correr riesgo alguno como no sea un inesperado accidente, en tanto se advierte que emprender ese viaje al pico más alto del mundo es sobradamente peligroso.
Pero esa expedición que nos cuenta y vemos, aparte de los ya señalado como impresionante, no nos sacude demasiado el esqueleto. Dos horas casi completas viendo como estos señores son azotados por los fuertes vientos envueltos en nieve y con temperaturas muy bajas y con dificultad para respirar por la altura (más de 8 kilómetros), mientras bordean insondables precipicios y enfrentan otros peligros como los errores humanos con los tanques de oxígeno debió ser, en la realidad, algo terrible sobre todo porque no son las dos horas nuestras sino las muchas horas de la realidad ahora “interpretada”, pero nosotros allí sentados nos sorprendimos viendo el reloj varias veces porque el dramatismo de las situaciones que se van reiterando cae a ratos en una cierta monotonía.
Tampoco encontramos demasiada ayuda en el elenco, muy a pesar de tantos nombres preclaros: los personajes no ofrecen muchas posibilidades de lucimiento a pesar del duro drama, y la reiteración de las situaciones tampoco ayuda.
O sea que, Imax aparte, no nos parece nada del otro mundo el asunto.