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El cine en espacios cerrados (9)

El surcoreano Bong Joon-ho ha dado cátedras de cine en espacios cerrados. Ha recreado lugares lúgubres y naturalezas desprovistas de esplendor. Si bien sus películas no se han desarrollado íntegramente dentro de sitios definidos por el hermetismo habitacional, si ha contado con momentos de especial recreación de ambientes de este tipo en determinadas escenas y momentos especiales. “Snob pierce” (2011), producida en Hollywood, rompe ese esquema al desarrollarse íntegramente dentro de un tren en movimiento, un tren divido en clases sociales. “Snob pierce” es un filme plástico a pesar de su rigidez. Su guion, obligatoriamente, debió estar tocado por elementos comerciales para poder extenderse como producto de connotación artística. Su compatriota Park Chan-wook también se fue a Hollywood para encerrar en una habitación a tres actores con evidentes trastornos psicológicos.

“Stoker” (2012) es una obra profunda, compleja, difícil de entender para un cinéfilo que solo pretende buscar la lógica en los thrillers. Mucho antes, El director de “Old Boy” estrenó “Joint Security Area” (2000) realizada dentro de un puesto fronterizo entre las dos Coreas. En esa pequeña habitación destinada al descanso de la parte norcoreana, los soldados de ambos bandos juegan, conversan, beben y cuentan sus historias en un clima de distensión, por encima de los abismos políticos que separan a sus pueblos.

Sin embargo, dentro de esta breve referencia al cine sur coreano filmado en espacios cerrados, es imposible dejar de mencionar al maestro Kim Ki-duk quien, en su clásica “Hierro 3” desplegó el conjuro de los jóvenes amantes dentro de la majestuosa vivienda del esposo de la mujer, así como en una pequeña celda donde el joven se movía por techos y paredes burlando la mirada escrutadora del guardián.

Mucho más ambiciosas, desde el punto de vista formal lo fueron “La isla” (2000, donde un joven se refugia en una habitación flotante para escapar de su propio destino), o “Primavera, verano, otoño, invierno… y otra vez primavera” (2003, la relación entre un anciano y su hijo adoptivo), o “El arco” (2005, donde la pasión entre un viejo pescador y una adolescente cruje en una barcaza de pesca), ó “Aliento” (2007, cuando una esposa en franca rebeldía matrimonial establece una relación afectiva con un preso desconocido, al cual visita dentro de una pequeña habitación de la cárcel, la cual decora ella misma atendiendo al clima, al paisaje o a la estación del año). Tal vez su obra más representativa en filmes con estas características sea su relato autobiográfico “Arirang”, un doloroso recuento de la vida de un artista excluido, alejado de la sociedad por hacer cine a su manera. Un artista retirado, solo, desgarrado, humilde, con una dignidad fuera de lo común. En estas piezas, Kim Ki-duk plantea su discurso en base al movimiento de la cámara que, además de trasmitir imágenes, habla sin pronunciar palabras. Sus guiones, si de algo pecan, es de una depurada síntesis, a través de la cual se puede distinguir el alma humana sin digresiones sentimentales. Más que riesgos, son lecciones de cine al estilo clásico, huyendo siempre de ciertos esquemas tecnológicos del cine de la posmodernidad que amenazan romper la pureza conceptual en la forma de contar las historias. Por suerte, estos tres cineastas coreanos trabajan para que el cine siga siendo un engendro de talento y creatividad. Por suerte, no son los únicos. Hoy, Corea del Sur es una potencia cultural que crea e innova.

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