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ENFOQUE

La marca país y la bachata como clave

¿Qué pueden tener en común países tales como Finlandia, Australia, Rusia, Islandia, Noruega, Nueva Zelandia o Malasia? ¿O países tales como Francia, Dinamarca, Alemania, Canadá o Singapur? Se puede comprobar fácilmente en la web que lo que tienen en común es que en todos se celebran festivales de bachata. Ante tan contundente evidencia de su difusión mundial, cabe entonces preguntarse si la bachata podría jugar un papel beneficioso para el país si fuera proyectada como Marca País. Según los entendidos, la Marca País es algún rasgo distintivo de un país que, por ser único, singular y positivo, lo identifica y posiciona en los mercados internacionales. Representada por un icono, rasgo, símbolo o leyenda nuestro país podría usarla como herramienta comunicacional para promover nuestra imagen en el exterior. “La correcta colocación del nombre “República Dominicana” en las mentes de los consumidores e inversionistas de todo el mundo, contribuirá a mejorar la inserción sostenible de los productos y servicios dominicanos a nivel global y resaltar su potencial cultural, turístico y de inversión, contribuyendo así al crecimiento económico y a la competitividad del país”. La bachata, por su lado, es un género musical enraizado en nuestras tradiciones culturales y cuya paternidad es puramente dominicana. El nombre proviene de África y significa jolgorio, parranda o fiesta, pero la bachata nació, bajo la influencia del bolero cubano, como un ritmo melancólico que cantaba al desamor. Eventualmente conocida como “música de amargue”, estuvo considerada vulgar, cruda y sin calidad artística, propia de bares de mala muerte, tugurios y prostíbulos. La elite social la rechazaba porque la percibía como un vehículo de depravación y disipación de las clases pobres. El libro “Bachata: Historia Social de un Género Musical Dominicano” de Deborah Pacini, publicado por la Academia Dominicana de la Historia, retrata muy enjundiosamente estos orígenes. Muchos opinan que fue Juan Luis Guerra quien popularizo la bachata entre la clase media. A nivel mundial, él y el grupo Aventura la catapultaron al estrellato en la última década, principalmente en Europa y América Latina. Ellos evolucionaron el sensual ritmo introduciendo instrumentos musicales de última generación y poetizando las letras para apartarlas de la “canción de amargue” de antaño. Los animadores de nuestros resorts de playa, por su lado, han hecho su gran contribución con las clases de bachata que ofrecen a diario. Su insumo fundamental han sido las maravillosas producciones de los bachateros del patio. En los últimos años, los importantes premios musicales recibidos por Romeo Santos y Prince Royce, dos orgullosos dominicanos, han confirmado el rol de la bachata como un fenómeno de gran arraigo a nivel continental. La categoría mundial, sin embargo, se la da el Congreso Mundial de Bachata que tiene cuatro años celebrándose en Madrid. En su edición de este ano participaron más de 4,000 bailarines de 32 países (http://www.bachatea.net/bachateaworldcongress2015.html). Este grado de éxito no puede reclamarlo el merengue, un ritmo afroantillano que también se originó con las clases pobres. A pesar de que conquistó el corazón de los dominicanos después que Trujillo lo sacara de la ruralidad y lo introdujera en los salones de la elite, el merengue ha ido perdiendo popularidad y hoy día es opacado, en el favor de las juventudes, por los ritmos “urbanos”, el “mambo de calle” y la misma bachata. La web revela que festivales de merengue solo pueden encontrarse en nuestro país, siendo el anual que se celebra en Puerto Plata el único reducto sobreviviente. No es exagerado afirmar que el merengue esta hoy “de capa caída”. ¿Puede la música calificar para ser la esencia de nuestra Marca País? La respuesta debe ser afirmativa si nos atenemos a la definición más socorrida: es un rasgo único del país que, al proyectar una imagen positiva, contribuye en la palestra internacional a promover nuestro turismo, el comercio internacional y la inversión. Ejemplos de cómo la música puede identificar un país son el tango en el caso de Argentina, la samba de Brasil y la ranchera de México. Nadie podría disputarle la paternidad de esos países sobre esos géneros musicales y nosotros, con la bachata, tenemos un ritmo auténticamente dominicano. El merengue, en cambio, es reclamado como suyo por Haití, Cuba y Puerto Rico. Pero el éxito internacional de la bachata no es suficiente para adoptarla como Marca País. Lo que robustece más la propuesta es que califica como una “unicidad” firme y ampliamente reconocida. Esto así porque no resulta fácil identificar rasgos nacionales que puedan reclamar para sí tal condición. No podríamos apelar al béisbol porque este se juega en muchos países de la región del Caribe y su expresión más conocida se da en Estados Unidos. Lo mismo podría decirse de Santo Domingo, llamada por muchos la “Cuna de América”. Los vestigios de las edificaciones de los vikingos en el noreste de Canadá y las estelas de los chinos en las costas continentales caribeñas impiden darían al traste con tal aserto. Y si el merengue, la historia ni el deporte no califican como “unicidades”, ¿entonces que otras alternativas existen? No resulta fácil identificarlas aun después de una profunda reflexión. Cuando el MITUR contrato en el 2006 la consultora italiana Acanchi para el estudio sobre el tema, lo que propusieron fue basar el concepto en “la abundancia” como Marca País. Pero olvidaron que un requisito de la misma es que despierte orgullo en los ciudadanos del país y contribuya a su autoestima. Las estrecheces que sufren las grandes mayorías nacionales no hacen el concepto compatible con nuestras realidades materiales, aunque el MITUR haya basado su campaña en la idea de que el país “lo tiene todo”. Se impondría pues que el país se aboque ya a la tarea de abrazar la bachata como nuestra Marca País. Como esta selección concierne a la sociedad dominicana por completo, sin embargo, no conviene que la adopción se haga sin consultarla. El CEI-RD, MITUR y el Ministerio de Cultura, al ser las tres agencias gubernamentales a quienes tocaría la tarea, deben cerrar filas para crear un protocolo para tal consulta. Deberán hacerlo con la conciencia de que los resultados trasciendan épocas y personajes, al amparo de una imparcialidad política que no admita cuestionamientos. El mayor reto del protocolo a diseñar es el requisito de que la selección refleje un grado adecuado de participación popular. Esto así porque la Marca País no podría ser exitosa sin que los ciudadanos la acojan y se identifiquen con ella. Al final, esta debe contribuir a consolidar nuestra autoestima. Pero también deberá reflejar los criterios de los técnicos de la comunicación y de la mercadotecnia. Las campañas de promoción de un país a nivel internacional también tienen sus rigurosos tecnicismos. Una fórmula idónea seria nombrar una comisión de 10 entendidos que proponga diez alternativas, incluyendo, por supuesto, la bachata. Las mismas se someterían al escrutinio popular mediante una votación popular entre las más de un millón de cuentas de Internet existentes. Las tres más votadas pasarían entonces a ser la terna oficial y la escogencia final estaría a cargo de las tres agencias gubernamentales. Quien esto escribe descansa seguro de que la bachata ganaría de calle.

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