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‘La piel que habito’

PEDRO ALMODÓVAR ES UN MAGO JUGANDO CON LA EDICIÓN; NOS ENREDA, DESENREDA Y NOS DOMINA, GRACIAS A LOS ÁNGULOS DE SU CÁMARA

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

No es lo mismo cuando se habla de franceses, de ingleses, de suecos, daneses o norteamericanos, que cuando se habla de españoles. Y no menospreciamos ni a los españoles ni a nadie. Pero es un asunto que viene de atrás, de muy atrás, de cuando en España casi todo el cine que se hacía estaba superpoblado de curas y de coplas, de “la española cuando besa…”. Ya España no es lo que era. Luego de todo eso antes mencionado (algunos aún en medio de todo esos escapularios y hostias) estuvieron Bardem, Berlanga, Buñuel (aunque este último tuviera que tomar las de Villa Diego porque allá, los mismos curas mencionados y su ahijado maravilla, Franco, no lo iban a dejar vivir, mucho menos hacer). Y por esa razón hubo de aparecer alguien que fuera como una especie de ícono de esa nueva península, o sea, alguien que fuera todo un señor creador y que partiera de los ’80, fuera del ámbito de sus realizadores ya señeros. Y ese gran señor de éstos últimos 31 años es Almodóvar, Pedro. Y ahora ese señor, que acostumbra deslumbrarnos, ahora, a más de ese, nos sorprende, porque “La piel que habito” es un vuelco, un vuelco no por su violencia, algo que era aún más acentuado en films como “Matador”, sino por el hecho de que estamos en presencia de una especie extraña de “thriller” recubierto de una ligera capa de nada menos que ciencia ficción. Porque lo de “thriller” se hace evidente a poco de iniciada la historia, y lo de ciencia ficción viene porque lo que hace el reputado cirujano Robert Ledgard es un innovador experimento: crear una piel resistente que convierte al individuo en inmune a las picaduras de mosquitos y otros bichos. Pero, además, somete a su víctima, Vicente, a un muy complicado proceso de transformación física que se prolonga por años. No queremos romper el hechizo, esa misma fascinación que se nos iba adhiriendo a la mente como lapa a medida que nos íbamos adentrando en las sinuosidades del relato, no podemos contar absolutamente nada más. LenguajePero sí es necesario que enfaticemos sobre eso del hechizo, esa enorme capacidad que posee Almodóvar para hacer que nos sintamos como clavados en la butaca, que olvidemos el paso del tiempo (su obra alcanza casi las dos horas) y estemos pendientes paso a paso de los detalles, sorprendentes detalles con que va salpicando esta historia, que por instantes nos parezca que estamos perdidos en ese laberinto repleto de vericuetos por los que nos lleva dando marcha atrás y adelante en el tiempo diegético para luego hacer la luz para nosotros, infelices espectadores de la obra de un señor que está muy por encima del común denominador de la gente. Almodóvar es un mago jugando con la edición , nos enreda, nos desenreda, nos domina gracias a los ángulos de su cámara, nos sumerge en un mundo de sensaciones con el uso brillante de la partitura de Alberto Iglesias, sabe (como lo ha hecho muchas veces antes) como enfrentarnos a una voz popular de extrañas características, esa Buika que casi no suena por estos lados pero cuyos versos encadenan con mágica sintonía con la escena elegida para hacerla aparecer. Y, aunque no es un guión original suyo, ya que es tomado de una novela del francés Thierry Jonquet y, detalle peculiar, también confesó haberse inspirado en un film de 1960 obra de George Franju, quien a su vez se inspiró en otra novela también francesa, son los detalles que él ofrece y su propia forma de disponerlos lo que hace diferente y, por supuesto, formidable su película. Todo eso sin contar con el manejo de los intérpretes, Antonio Banderas, a una altura como nunca llegó en Hollywood, Jan Carmet, el Vicente, Elena Anaya, Vera, y la siempre maravillosa Marisa Paredes, Marilia, un reparto de nombres no demasiado sonoros a nivel internacional (el Banderas, por supuesto, la excepción), pero digno de un premio de conjunto en cualquier año. FICHA DE EVALUACIÓNLa piel que habito.- Dirección y Guión: Pedro Almodóvar, sobre novela de Thierry Jonquet Fotografía: José Luís Alcaine Musicalización: Alberto Iglesias Intérpretes: Antonio Banderas, Elena Anaya, Jan Cornet, Marisa Paredes, Roberto Alamo, Eduardo Fernández.

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