DÍAS DE CINE
‘Winter: el delfín’
“BONITA, PERO MUY CONVENCIONAL”
Lo de bonita va porque, por supuesto, eso de salvar a un pobre, encantador delfín es de lo más imitable, ejemplarizante y hermosote que cualquiera pueda imaginar, porque, desde hace muchos, muchos años, todos se hacen lenguas hablando de lo maravillosos, inteligentes, obedientes y bonitos que son los tales animalejos. Pero, además, si a eso del infeliz delfín usted le agrega que es un encantador (otro) niño de 11 añitos, Sawier, quien prácticamente se dedica en cuerpo y alma (sobre todo en lo primero, por supuesto, que hasta deja de ir a clases) a la dedicada y afanosa tarea de sacar del problema al tal delfín que ya tiene nombre, Winter, y que ese niño, a partir de esa intensa y obstinada dedicación logra salir de sus problemas sicológicos que no eran pocos, y que luego de escapar de sus problemas saca también al primo de los suyos, entonces se debe llegar a la muy necesaria conclusión de que, en efecto, se trata de una historia “bonita”. Pero, y entonces, ¿por qué “muy convencional”, si ya se nos está diciendo desde semanas antes en los avances que se trata de una “historia real”? Pues, para que vean, si todo lo que se cuenta y vemos en el film sucedió tal y como aparece, entonces la vida real es muy convencional y repetitiva. Sin embargo, es bueno que sepan que lo que en Hollywood llaman normalmente “una historia tomada de la vida real” es real apenas en una parte. Sí, debe ser cierto lo que le sucedió al delfín, o sea, que quedó enredado en una trampa de pescadores, que se lastimó malamente la aleta de cola, que la perdió y que, entonces, para nadar tenía que efectuar un esfuerzo adicional que le iba a llevar irremisiblemente a la muerte. Y es muy probable que el niño le encontrara, que se encariñara con él, que incluso ayudara en su recuperación, etc. Pero, observen lo que puede y debe haber sido agregado: que Sawier había sido abandonado por su padre y que su madre era joven y muy bonita, que su amigo de todos los días era su primo y que al primo le envían a la guerra y de allí retorna herido en la columna vertebral y como casi no puede mover las piernas ha perdi do el deseo de vivir, y que el hospital para animales marinos de Clearwater, como se ha visto en docenas y docenas de películas de todos los tipos y temas, anda en mala situación económica y es gracias al esfuerzo del niño que se salvan, oigan bien, el mismo niño (porque sale de su depresión), el delfín, por supuesto, el primo (porque también sale de su respectiva depresión), y el Hospital por completo porque el millonario que le iba a comprar como tereque viejo para hacer un hotel queda tan, pero tan impresionado por todo lo que ha logrado ese niño maravilloso que decide dejarles el lugar olvidando la deuda y todo lo demás, porque los capitalistas duros de este tipo de cine blando son eso, blandos. Por supuesto, si tiene usted niños pequeños, este film le puede servir de algo porque, a pesar de todo lo convencional, de todos modos nos enseña sobre el amor a la familia, la ternura y el cariño que se imponen en un mundo cada vez más encallecido y hosco, el amor por los animales, etc. No nos parece que vayan a encontrar mucho más, aparte de esas consideraciones y de que el film no aburre más de la cuenta a pesar de sus casi dos horas de duración. Tampoco hay mucho que buscar en el sector histriónico porque Ashley Judd y Harry Connick Jr. no hacen nada que pueda llamar la atención, Morgan Freeman hace un doctor McCarthy de postalita, a Kris Kristofferson le dieron unos miles porque ya no consigue nada que valga la pena, y el niño, Natham Gamble, es tan modosito como la misma película. Amén. Ah, se nos olvididaba…es en tercera dimensión (¿?).